Las empresas sociales constituyen un importante motor económico en Reino Unido, generando casi 30 mil millones de euros anuales
Leith Walk, Gorgie Road, South Bridge, Royal Mile. Son algunas de las calles de Edimburgo con un denominador común: están plagadas de las llamadas charity shop, como se conoce a las tiendas de organizaciones sociales que venden productos predominantemente de segunda mano y de diversa índole, como discos de música, libros, ropa, calzado, juguetes, complementos… Coloridos portales anuncian nombres de tiendas como Barnardo’s Store, Cancer Research UK, Oxfam, Shelter, The Bethany Shop, The Salvation Army o Save the Children. Con objetivos diferentes (ayuda a la infancia, cooperación para el desarrollo o fondos para la investigación contra el cáncer), pero todas tienen un denominador común: el personal se basa en voluntarios, la mayoría de los productos en venta son donaciones y el beneficio se reinvierte en fines sociales.
El consumidor habitual de las charity shop no es, necesariamente, una persona con pocos recursos. Por un lado, los precios son reducidos. Por otro lado, en ellas se pueden encontrar productos descatalogados o chaquetas imposibles de encontrar en los centros comerciales. Otro motivo constituye una opción de compra alternativa y sostenible, ya que se asienta en la filosofía de reutilizar, en lugar de «comprar y tirar». Al mismo tiempo, los beneficios se destinan a organizaciones que cuentan con un relevante apoyo social en Reino Unido.
En España hay tiendas de segunda mano (sin el elemento social), pero se han empezado a multiplicar especialmente en los últimos años. En Reino Unido, este tipo de establecimientos forman parte de su ADN desde hace mucho tiempo. Estos comercios comenzaron a funcionar en tiempos de guerra para recaudar fondos. En la actualidad, en Edimburgo hay más de cien tiendas repartidas por toda la ciudad. En Reino Unido, la cifra ronda los 7.500 establecimientos.
Cuando hablamos de empresas sociales, los números se amplían hasta las casi 70.000 en Reino Unido, de las cuales 6.000 comenzaron a funcionar en los últimos dos años. En el país británico se entiende como empresa social tanto las charity shop como las cooperativas y las llamadas Community Interest Company (CIC), las cuales tienen en común que reinvierten más de la mitad de sus beneficios en causas sociales.
Senscot, compañía dedicada a la asesoría de emprendedores sociales en Escocia, establece ciertos criterios para obtener la categoría de «empresa social»: tener un objetivo social o medioambiental, demostrándolo con la reinversión de los beneficios a dicha causa; y aspirar a la independencia económica, con más del 50% de las ganancias procedentes de la actividad empresarial, de forma que no sea subsidiaria de las ayudas públicas.
Según Social Enterprise, este tipo de empresas con fines sociales contribuyen a la economía británica con casi 30.000 millones de euros anuales y emplean a alrededor de 800.000 personas. Una de cada tres de estas empresas está establecida en áreas de comunidades desfavorecidas.
Un conocido ejemplo de empresa social en Reino Unido es el restaurante Fifteen del conocido cocinero Jamie Oliver. Interesado por este modelo de negocio, abrió su empresa en Londres centrado en un Programa de Aprendizaje para facilitar empleo y formación a jóvenes que abandonaron la escuela y en riesgo de exclusión social.
En tiempos de crisis, los consumidores buscan comprar más barato. Y si además se contribuye a una causa social, el primer impulso ahorrador se difumina con los buenos propósitos. Ciertas organizaciones sociales en España ya cuentan con tiendas con las que generar beneficios con la venta directa, como es el caso de Intermón Oxfam. Sin embargo, el modelo de negocio es muy diferente del de Oxfam en Reino Unido: los objetos no son de segunda mano, sino que se basan en el comercio justo con precios que, aunque no siempre, suelen ser algo más elevados. Por consiguiente, sólo pueden competir en el mercado con un argumento solidario y no de ahorro.
Fuente: La vanguardia