Al cumplirse el primer aniversario de la hecatombe sísmica y nuclear en Japón, Toshio Nishizawa, presidente de la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (Tepco, por sus siglas en inglés), reiteró sus disculpas a la población por el daño que provocó la grave crisis en la planta de Fukushima Daiichi, aunque la pregunta es sí la tercera potencia industrial del mundo será capaz de avanzar hacia fuentes energéticas limpias y sustentables.
«Debido al accidente en nuestra Planta Número 1, hemos causado problemas, dolor y preocupación a los residentes alrededor de la central, a la gente en la prefectura (municipio) de Fukushima y a todos los demás en la sociedad», manifestó Nishizawa, vestido con uniforme de trabajador, en su mensaje transmitido desde las instalaciones que fueron escenario del peor accidente nuclear desde 1986 en Chernobyl. Sin embargo, expuso The Japan Times, el alto funcionario de 61 años no tuvo tiempo para reunirse con algunas de las 326 mil personas que permanecen sin casa y viven en albergues, incluyendo a 80 mil desalojadas por la radiación, debido a que no pudo «ajustar su agenda».
La enorme cifra mencionada arriba sólo es un pálido reflejo del complejo desafío que sigue enfrentando Japón, pues el gobierno anunció en diciembre que se logró el «cierre en frío» de los tres reactores afectados, pero marcha con lentitud la díficil tarea de desmantelar y limpiar una zona vecina de Tokio, del tamaño de Luxemburgo, que exigirá años y un costo económico incalculable, utilizando tecnologías que aun no se desarrollan, señaló Reuters.
En el aspecto inmediato, Nishizawa, veterano de 36 años en Tepco que sustituyó en mayo a Masataka Shimizu, quien en plena catástrofe se internó en un hospital por hipertensión, tendrá que asegurar la supervivencia de la firma que da servicio a 29 millones de habitantes del área metropolitana capitalina, luego de que en febrero obtuvo ayuda del gobierno del premier Yoshihiko Noda por 689 mil 400 millones de yenes (más de 8 mil millones de dólares) y se adelantó que sus pérdidas en el año de la tragedia, que culminará el 31 de marzo, ascenderán a una suma similar, de 8 mil 900 millones de dólares.
Descartan
Descartada al parecer la alternativa de la estatización, Tepco busca evadir la bancarrota con un rescate adicional por dos billones de yenes, si bien Yukio Edano, ministro de industria y comercio, advirtió a Nishizawa que el paquete no será autorizado sin que las autoridades tengan control administrativo y derecho de voto. Persiste así uno de los nudos que impiden encarar el reto, pues la empresa, que todavía lucha por mantener baja la temperatura en las usinas de Fukushima, propuso incrementar las tarifas eléctricas en 17 por ciento a partir de abril para cubrir el costo del empleo de combustibles fósiles, ya que 16 de sus 17 reactores están cerrados y las indemnizaciones, junto a la descontaminación, llegarán a 4.5 billones de yenes hacia el próximo año.
La respuesta de los gobernadores de diez prefecturas, incluyendo Tokio, fue solicitar que el aumento se difiera a 2013. Ante Nishizawa, su portavoz, Kiyoshi Ueda, de Saitama, enfatizó que «la actitud de Tepco es inconsciente, pese a estar involucrada en un desastre sin precedente. Aumentar las tarifas es una forma terrible de tratar a los usuarios, que ya fueron obligados a cooperar en las iniciativas de ahorro de energía».
A su vez, Hirofumi Kawachi, especialista de Mizuho Investors Securities, señaló a Bloomberg que la resistencia a la intervención pública en la firma «es parte del juego. Esencialmente, Tepco está tomando como rehenes a sus clientes en los centros políticos y financieros de Japón».
¿Podrá Japón superar la influencia de Genpatsu mura, la «aldea atómica» del sector privado que se enraizó en la burocracia y los medios de comunicación para proteger sus intereses? Lo cierto es que en este momento sus plantas convencionales no garantizan el suministro; desde el terremoto, diez tuvieron que cerrar temporalmente por fallas y, entre tanto, Noda quiere que todos los reactores que pasaron las «pruebas de estrés» reanuden actividades. A futuro, su vida útil se limitaría a 40 años y, en «casos excepcionales», a más de 60 años.
Fuente: ElFinanciero.com
Por: Gabriel Moyssen.
Publicada: 13 de marzo de 2012.