La certificación Fairtrade es una de las más reconocidas en lo que se refiere a comercio justo. Otorgada por la Fairtrade Foundation, la etiqueta puede verse en productos agrícolas y procesados, pero es más conocida por encontrarse en café y plátanos.
Estos alimentos son cultivados por cooperativas o plantaciones en África, Asia, Latinoamérica y el Caribe, y su principal mercado es el Reino Unido. Sin embargo, desde hace varios años han surgido críticas que afirman que no se trata de un modelo realmente sustentable.
En 2010, un reporte del Instituto de Asuntos Económicos (IEA por sus siglas en inglés) afirmó que empresas como Starbucks o Nestlé tienen un mayor impacto positivo con sus proyectos de responsabilidad social que la certificación, ya que esta última se enfoca en los deseos de los consumidores y no en las necesidades de los productores.
Otro problema es que Fairtrade pone muy poca importancia en las ideas de los agricultores individuales, y falla al no promover la innovación ni la calidad, elementos que al fin y al cabo son más importantes para mantener una relación comercial de largo plazo. Es posible que los consumidores de café se decidan por un producto certificado en algunas de sus compras, pero si lo que buscan es un café con buen sabor, acabaran buscando precisamente eso.
Por estas razones, una propuesta sería invertir en la educación de los productores, para que sepan qué quiere el mercado y puedan evaluar la calidad de sus cosechas, teniendo así una mejor posición para negociar precios.
El comercio justo es un gran concepto que ha cambiado la forma en la que se piensa en agricultores y campesinos, reevaluando el valor de su trabajo. Sin embargo, las certificaciones deben evolucionar para no ser solamente una etiqueta, sino en modelos innovadores que garanticen tanto sustentabilidad como calidad.
Con información de:
The Guardian