«Una mujer puede hacer el mismo trabajo que yo -e incluso podría ser mi jefa-, pero ni de coña podrá salir a un terreno de juego y aguantar un placaje de Ronnie Lott».
Ronnie Lott fue un jugador profesional de fútbol americano y las palabras anteriores fueron pronunciadas por un estadounidense de 32 años entrevistado por Michael A. Messner.
Messner, investigador de la Universidad del Sur de California especializado en deporte y género, albergaba serias dudas de que su entrevistado -«y quizás el 99% de los hombres estadounidenses»- pudiera aguantar un placaje de Ronnie Lott.
Pero, a juicio del investigador, esas palabras desnudaban el valor simbólico del deporte como encarnación de los tradicionales valores masculinos de fuerza, virilidad y poder.
Aunque Messner presentó su investigación sobre deporte y género a finales de los años ochenta, todavía es fácil encontrar afirmaciones que cuestionan la valía y la idoneidad de las mujeres para la práctica deportiva. Estas son algunas de las más comunes:
Que el deporte femenino ni es deporte ni es femenino
La primera parte de esta frase («que el deporte femenino no es deporte») se emplea para subrayar la distancia que, en cuestión de resultados, separa a hombres y mujeres.
Esta distancia es innegable por las diferencias genéticas entre ambos sexos. Las sintetizó David Epstein, autor de The sports gene, en un artículo para The Washington Post: «Debido en buena parte a la testosterona, los hombres generalmente son más pesados y más altos que las mujeres. Sus extremidades son más largas en proporción a su altura, sus corazones y sus pulmones son más grandes, tienen menos grasa, sus huesos son más densos, disponen de más glóbulos rojos para el transporte de oxígeno, sus esqueletos son más pesados y soportan mayor musculatura y, al ser más estrechas, sus caderas les permiten correr de una manera más eficiente y reducir el riesgo de lesiones».
Sin embargo, centrarse en los resultados ofrece una visión reduccionista del deporte, ya que ignora otros de sus ingredientes fundamentales que no tienen que ver con la genética, como las emociones, los sentimientos, la superación, el compañerismo, las ansiedades, las ilusiones…
La segunda parte del enunciado («que el deporte femenino no es femenino») es un tópico viejo que prescribe como aceptable una sola forma de feminidad. Concretamente, la más pasiva y la que se vuelca en cuestiones afectivas.
A las mujeres que practican deporte se les suele criticar por ser demasiado «masculinas». O, en términos despectivos, «marimachos». Esto tiene resultados prácticos, como esta encuesta de 2006, realizada entre 1.600 escolares, que mostró que el 31% de los niños quería trabajar en algo relacionado con el deporte. Ninguna niña expresó el mismo interés.
Es cierto que cada vez más mujeres se suman a la práctica deportiva y que dos tercios de las medallas que consiguió el deporte español en los Juegos de Londres se las debe a ellas. Pero quienes han estudiado los estereotipos de género, como Blanca González Gabaldón, saben que «a pesar de los cambios sociales que acercan a la mujer a todas las actividades sociales, estas creencias no se han modificado con la amplitud deseable».
Que las mujeres no entienden el fuera de juego
Este comentario presupone la incapacidad de las mujeres para entender una de las reglas más complicadas en el reglamento del fútbol, el fuera de juego, de manera que apela a una supuesta inferioridad intelectual en las mujeres.
La frase todavía es recurrente, aunque ya son muchos los investigadores que han demostrado que no hay diferencia entre la inteligencia de hombres y mujeres. Un ejemplo es el neurocientífico Richard Haier quien, en declaraciones a El País, sentenciaba: «La ciencia muestra claramente que no existe diferencia en la inteligencia general entre el hombre y la mujer».
Sin embargo, debajo de su ligereza aparente, este tipo de bromas sirven para perpetuar los prejuicios y los comportamientos machistas.
Hugo Carretero es un investigador de la Universidad de Granada que ha estudiado el humor sexista. Según cuenta a Verne, «la exposición a humor sexista activa las opiniones y las acciones de aquellas personas que ya tenían actitudes sexistas». Es decir, escuchar una broma como la del fuera de juego hará que las personas machistas se sientan activadas y reforzadas, de manera que esta broma nunca es neutral.
Que las deportistas deben cobrar menos porque despiertan menos interés
Aunque luego matizó sus declaraciones, el número 1 del tenis mundial y bronce olímpico en 2008, el mismísimo Novak Djokovic, dijo: «Tenemos muchos más espectadores en los partidos de hombres, deberíamos ganar más».
Sin salir del tenis, el director del torneo Indian Wells se vio obligado adimitir este mismo año al afirmar que las jugadoras «se aprovechan del éxito de los hombres».
Ante este hecho, cabe preguntarse: ¿no será que los medios de comunicación promovemos un interés mayor en el deporte masculino?
En el año 1972 Maxwell McCombs y Donald Shaw desarrollaron la teoría de la agenda setting, que subrayaba el papel de los medios de comunicación para fijar los temas de interés público.
La situación mediática en España es elocuente: «En una investigación realizada en 108 países y presentada en septiembre de 2010, las mujeres solo son sujeto de las noticias de deporte en el 11% de todas las informaciones deportivas; los hombres, en el 89%. Pero los resultados para España son aún más bajos: las deportistas mencionadas fueron el 6%; los deportistas, el 94%», según se lee en un documento del Consejo Superior de Deportes.
Y a finales de mayo se produjo un hecho muy simbólico:
Suspendida rueda de prensa de Joseba Agirre al no comparecer ningún medio a la misma. #futfem
— Athletic Club (@AthleticClub) 27 de mayo de 2016
La sección femenina del Athletic de Bilbao, que acabaría ganando la Liga, tuvo que suspender una rueda de prensa porque no se presentó ningún periodista.
Los investigadores están estudiando si las redes sociales han aminorado el peso de los medios de comunicación tradicionales para establecer los temas de interés. Pero, en cualquier caso, las declaraciones de Djokovic y del exdirector de Indian Wells simplificaban un problema complejo.
Que el sitio de las mujeres está en la cocina (o, al menos, no en el mundo deportivo)
Más allá de la escasa atención que se presta al deporte femenino, las pocas mujeres que juegan algún papel relevante dentro del deporte masculino acostumbran a soportar comentarios machistas. En Twitter, aún hoy se encuentran bromas con que el lugar de las mujeres es la cocina. Y, aunque no sea de una forma tan descarada, hay personajes famosos a quienes la presencia de mujeres entre hombres les despierta incomodidad.
Un ejemplo: Florencia Romano se convirtió en 1998 en la primera mujer que arbitraba un partido de fútbol de una categoría superior en Argentina. Para lograrlo, incluso tuvo que protagonizar una huelga de hambre. En aquel momento, al ser preguntado por la polémica, Julio Grondona, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino durante 35 años, respondió: «No es sensato que una mujer dirija un partido de fútbol».
Otro ejemplo: cuando Gala León fue nombrada capitana del equipo español de Copa Davis, Toni Nadal, entrenador y tío de Rafa Nadal, dijo: «No deja de sorprenderme por varias razones: no es una persona que conozcamos en el circuito masculino, lo que es una dificultad añadida para ella, no tener conocimiento del juego del circuito masculino; creo que no conoce a los jugadores, al menos a Rafael; y hay una dificultad logística difícil de solventar, porque en los equipos de Davis se pasa mucho tiempo en los vestuarios con poca ropa y con una mujer no deja de ser extraño». Más tarde se corrigió afirmando: «No soy machista, soy anticuado».
Otro ejemplo: en una rueda de prensa, el exfutbolista Luis Figo respondió a la periodista periodista Núria Casas, de 8tv, con las siguientes palabras: «No contesto a la prensa catalana, pero a ti sí porque eres guapa». El acoso contra las periodistas deportivas se hizo muy evidente con un vídeo(en inglés) de Just Not Sports, que superó las 3.000.000 de reproducciones en Youtube, en el que unos hombres leían a la cara de dos periodistas deportivas los comentarios ofensivos que estas recibían constantemente por parte de otros hombres en las redes sociales.
Y un ejemplo más: en las gradas inglesas se registraron cánticos ofensivos hacia la exdoctora del Chelsea, Eva Carneiro, cuando saltaba al campo para atender a algún jugador.
Árbitros, entrenadoras, periodistas, doctoras… Abundan los casos en los que las mujeres son recibidas con hostilidad cuando adoptan papeles tradicionalmente reservados a los hombres. Más allá de cuestiones lógicas sobre respeto y no discriminación, la no incorporación de mujeres al deporte tiene consecuencias negativas para el propio deporte si atendemos a las palabras de Owen Gibson periodista de The Guardian: «Estudio tras estudio se ha demostrado que las organizaciones son más efectivas cuanto más diverso sea su personal».
Hay muchas más frases que apuntan en esta misma dirección: que si las mujeres solo ven el deporte por las piernas de los deportistas, que si las deportistas deberían llevar ropa más sexi para atraer más espectadores (esto lo dijo en 2004 Joseph Blatter, presidente de la Federación Internacional de Fútbol)…
Hay muchos ejemplos y todos apuntan en una misma dirección: marcar distancia entre las mujeres y la práctica deportiva. Lo que, en último término, perpetúa una situación desigual y penaliza el libre uso de su cuerpo por parte de la mujer.
Fuente: Verne