Por primera vez en muchos años, los medios de comunicación nacionales no tuvieron reparos en cuestionar la conducta del Jefe de Estado tras el accidente que sufrió en un safari en Botsuana y las revelaciones de que había otra mujer, una princesa alemana, en su vida.
Hace unos semanas el rey Juan Carlos tuvo que regresar de Botsuana, África, donde se encontraba cazando elefantes, para ser operado de urgencia de la cadera. Su inesperado accidente y el hecho de que estuviera practicando la caza de elefantes, una especie en extinción, levantó una enorme polémica en España porque se descubría que el monarca disfrutaba de una de sus aficiones mientras el país estaba sumido en una grave crisis económica y vivía una de sus peores semanas del año. Con cuantiosas pérdidas en la Bolsa de Valores y la prima de riesgo (la diferencia entre el bono español y el alemán a diez años) alcanzando máximos históricos.
Pero el accidente también daba a conocer la existencia de una mujer en la vida del rey, la princesa Corinna zu Sayn-Wittegenstein, de 46 años, y los rumores sobre la mala relación existente entre los monarcas, de quienes se dice que viven prácticamente separados, cobraban más fuerza que nunca.
El hecho de que la reina Sofía tardara más de tres días en visitar a su marido en el hospital una vez operado fue una prueba más de las desavenencias entre ambos. Fue tal el escándalo que supuso la noticia, que por primera vez en muchos años los medios de comunicación no tuvieron ningún reparo en publicar críticas al monarca, en sugerirle que pidiera disculpas, en hablar de un tema hasta entonces tabú: la existencia de otras mujeres en la vida del jefe del Estado español, y en recordar que hace más de 50 años el monarca mató a su hermano pequeño, accidentalmente, cuando ambos jugaban con una pistola.
Fue en el año 1956 y el rey, que por aquel entonces era príncipe, tenía 18 años y vivía con su familia en Portugal. Un día en que estaba jugando con su hermano Alfonso, de 15 años, en el desván de la residencia familiar, Villa Giralda, en Estoril (Portugal) se le disparó accidentalmente un revólver de calibre 22 mientras. Y el disparo provocó la muerte de su hermano. Alfonso, que estudiaba en Madrid, había viajado a Portugal, donde vivía exiliada su familia por la dictadura de Francisco Franco, para pasar allí la Semana Santa con sus padres y hermanos.
El Jueves Santo, tras asistir a misa, decidió practicar el tiro al blanco con su hermano Juan Carlos con el arma que un amigo les había regalado. Con tan mala fortuna que la pistola se disparó.
Según contó su tío Jaime de Borbón en una carta enviada a su secretario, varios amigos le habían confirmado que fue su sobrino Juan Carlos quien mató accidentalmente a su hermano Alfonso. Una teoría que coincide con la de Bernardo Arnoso, amigo de Juan Carlos, quien reconoció un tiempo después que el futuro rey le confesó que él apuntó a su hermano pensando que el arma no estaba cargada, y apretó el gatillo para impresionarle. Sin embargo, según Pilar de Borbón, hermana también del rey Juan Carlos y de Jaime, Alfonso fue por comida para los dos y, al entrar al cuarto, dio un golpe al brazo de Juan Carlos, quién apretó el gatillo, con tan mala fortuna que la bala rebotó y dio a su hermano.
Sean ciertas o no las distintas versiones, nada más dispararse el arma Juan y María de las Mercedes, padres de los niños, acudieron corriendo desde la sala en la que estaban leyendo y él le intentó taponar la herida a su hijo. Pero no pudo evitar que muriera en sus brazos. Como tampoco pudo hacer nada el doctor Loureiro, más que certificar el fallecimiento.
La Embajada de España en Lisboa emitió un comunicado en el que informaba que al infante Juan Carlos se le había disparado el arma mientras la limpiaba. El dictador Francisco Franco pidió expresamente imponer un velo de silencio sobre los detalles de lo sucedido para no perjudicar la imagen de Juan Carlos, quien se perfilaba como posible «sucesor» del jefe del Estado. Y ni la justicia española ni la portuguesa investigaron lo ocurrido. Los hechos no se conocen porque muchas biografías sobre el monarca ocultaron el incidente.
Una etapa de agonía
En el libro «Juan Carlos, el rey de un pueblo», el historiador británico Paul Preston relata que «don Juan Carlos asistió al entierro vestido con el uniforme de oficial cadete de Zaragoza. Su aspecto de distraída desolación ocultaba la agonía interior de su sentimiento de culpa. Tras la ceremonia, el padre de los niños cogió la pistola que había matado a Alfonsito y la tiró al mar». La relación entre Juan Carlos y su padre se enfrió después de incidente y su madre, doña María de las Mercedes, entró en depresión.
Tampoco Juan Carlos volvió a ser el mismo, según su biógrafo Bertrand Meyer-Stabley, quien relata que la religión le supuso una gran ayuda en aquellos momentos, hasta el punto de que llegó a plantearse hacerse sacerdote. Y añade que la melancolía se instaló para siempre en su rostro.
Pero quizá lo más sorprendente sea que pese a aquella tragedia familiar, el monarca mantuvo y ha mantenido durante todo su vida una gran pasión por las armas de fuego y por la caza. Y además de estar considerado como un excelente cazador, posee varios récords y tiene una extensa colección de escopetas. Lo que no le impide seguir siendo el Presidente de Honor de WWF España, una asociación que apela por la vida de los animales, se compromete a trabajar por un planeta vivo y su misión es detener la degradación ambiental de la tierra y construir un futuro en el que el ser humano viva en armonía con la naturaleza. También sus hijos la infanta Elena y el príncipe Felipe la practican, aunque éste último frecuenta menos los cotos desde su matrimonio con Letizia.
Y todo ello pese a que tampoco ha sido el único en sufrir un accidente. De hecho, la caída de Juan Carlos en Botsuana se producía unos días antes del accidente de su nieto mayor, Felipe Juan Froilán, de 13 años y quinto en la sucesión al trono, quien durante una cacería se disparó accidentalmente en el pie con una escopeta que le había regalado su padre, Jaime de Marichalar, ex esposo de la infanta Elena.
En el caso del monarca, durante años ha acudido a los cotos de los empresarios Alberto Alcocer, Samuel Flores, Isidoro Álvarez y Florentino Azuaya. Y es habitual que acuda a La Encomienda de Mudela, en Ciudad Real, donde la especialidad es la perdiz roja. Es tal su afición que tras sus últimas lesiones y para poder soportar las largas jornada de caza, se ha hecho fabricar un silla especial ergonómica con respaldo y brazos para poder descansar cuando no tenga que disparar. A sus 74 años, el monarca no anda muy bien de salud. De hecho, además de la irresponsabilidad institucional y política que para muchos supuso su «escapada» a Botsuana, también lo fue personal porque ha sido operado más de ocho veces en los últimos años de, entre otras cosas, la cadera, la rodilla, el tendón de Aquiles y de un pulmón.
No era la primera vez…
Sin embargo, su afición no era muy conocida por los ciudadanos, ya que la practica durante los fines de semana o en vacaciones, días en los que su agenda no es pública. Por eso son muchos los que no lo sabían. Aun así, la polémica de Botsuana no fue la primera.
En el año 2006 se convirtió en protagonista de los medios de comunicación rusos que publicaron que el rey había matado a «un bondadoso y alegre oso llamado Mitrofán» que era mantenido en un centro turístico de un pueblo.
Varios diarios relataron que Mitrofán había sido encerrado en una jaula y conducido al lugar de la caza, donde «lo emborracharon con abundante vodka mezclado con miel y le obligaron a salir al campo convertido en un blanco fácil» para el monarca, que «lo abatió de un tiro».
En España fueron dos los periódicos que se atrevieron a publicar la noticia. El Mundo fue el que la desveló. El País la desmintió citando fuentes de la Casa Real. Unos años después se hizo público que había viajado a Rumania también a cazar osos. Además de la caza, otras de las aficiones del monarca han sido el esquí y la vela. Pero con el paso de los años se ha visto obligado a abandonar completamente la primera después de varios accidentes. El más aparatoso fue el que sufrió en 1995, en el que se fisuró el cúbito y el radio y que le obligó a acudir a la boda de la infanta Elena con el brazo enyesado. Y casi del todo la segunda, que sólo practica cuando se sube a los barcos de sus amigos o cuando lo hace en el Fortuna, el yate que le regalaron un grupo de empresarios, junto a su familia.
Una familia que vive sus peores momentos tras la imputación de Iñaki Urdangarin, marido de la infanta Cristina, acusado de los delitos de evasión de impuestos, fraude fiscal, prevaricación, falsedad documental y malversación de caudales públicos por valor de 6 millones de euros. A esto se suma el escándalo protagonizado por el propio rey, que es además el Jefe del Estado español y que cada vez cuenta con menos simpatía entre los españoles.
Fuente: vanguardia.com.mx
Publicada: 11 de Junio de 2012
Lamento mucho que España tenga que soportar situacion tan dificil, tan injusta para tantos españoles que si aman su tierra en concordancia con la naturaleza.
No obstante, esto no hace mas que mostrar la importancia que tienen los medios de comunicacion al momento de exigir rendicion de cuentas, hasta de un jefe de estado. La responsabilidad social de los medios tambien tiene que ver con ayudar a una sociedad mas sustentable, como el caso que se indica, a traves de un cambio de actitud de los Jefes de Estado hacia la ciudadania, aunque mas no sea por una cuestion de imagen.