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Las polémicas pruebas con las que las futbolistas deben demostrar que son mujeres

Futbol y mujeres vía Shutterstock
Futbol y mujeres vía Shutterstock

«He pasado por las pruebas de género muchas veces y competí en la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos. Sé que estas personas están tratando de destruirme… Pero he trabajado muy duro para llegar hasta aquí y no me voy a dar por vencida tan fácilmente».

Con esas palabras respondía en 2013 la delantera de más de 1,80 metros de altura a seis de los siete entrenadores de la liga femenina de fútbol de Corea del Sur que llamaron al boicot hasta que Park demostrara que era mujer.

Hoy juega con el equipo ruso Rossiyanka y competirá con su selección en el Mundial Femenino de Fútbol, que comienza este sábado en Canadá.

Y la sombra del calvario al que tuvo que enfrentarse la surcoreana hace dos años planea ahora sobre ese torneo, ya que la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) obliga a las jugadoras a pasar una prueba de género para competir en el Mundial.

«Motivos y evidencias»

La medida ha vuelto a caldear los ánimos. Es polémica desde que el Comité Ejecutivo de la FIFA aprobara el Reglamento para la Verificación de la Identidad Sexual el 30 de mayo de 2011.

Y es que, tal como señala, es suficiente que un equipo considere que tiene «motivos y evidencias» de que una futbolista podría ser en realidad un hombre para empezar «una investigación a fondo».

De acuerdo a la FIFA, el reglamento tiene como objetivo garantizar que «el cartel de participantes sea totalmente parejo e igualitario».

Y, en esa línea, justifica su aplicación: «Los andrógenos, u hormonas sexuales masculinas, promueven e intensifican el rendimiento, especialmente en aspectos como la fuerza física, el vigor y la velocidad, una situación que puede proporcionar ventaja e influir en el resultado de los partidos».

Así, según el reglamento y «siempre que exista una duda bien fundada», una investigación en ese sentido debe considerar «cualquier anomalía de las características sexuales secundarias»; entre otras, el tamaño de los pechos, la anchura de las caderas, la cantidad de vello corporal y la musculatura.

Pero también recoge que «a cada asociación miembro (de la FIFA) le corresponde asegurarse, antes del nombramiento de su selección nacional, de la correcta identificación sexual de todos sus jugadores».

El médico de cada asociación debe presentar los documentos requeridos para la investigación: el historial médico, los niveles de hormonas sexuales, el diagnóstico, el tratamiento en caso de que hubiera sido necesario y los resultados actuales.

Y en caso de necesitarse pruebas suplementarias, sí que se requeriría la presencia de un experto independiente que llevaría a cabo una investigación exhaustiva.

Foto: BBC
Foto: BBC

«Controversia social y ética»

En vísperas del Mundial Femenino, Alemania aseguró la semana pasada que todas sus jugadoras pasaron el examen y Reino Unido anunció que lo harían.

Doris Fitschen, gerente de la Federación Alemana de Fútbol, se lo confirmó al diario Bild.

Entre las pruebas aportadas se incluyeron los registros médicos en los que figuraban las últimas visitas de las futbolistas al ginecólogo.

Ante esto, las críticas no se hicieron esperar.

No ocultó su descontento Piara Powar, la directora ejecutiva del grupo antidiscriminación Football Against Racism in Europe (Fútbol Contra el Racismo en Europa).

«Es un gran problema. Nuestra organización insta a las mujeres que juegan a nivel de base a que se pregunten por qué las mujeres tienen que demostrar que son mujeres y los hombres no tienen que demostrar que son hombres. Muchas mujeres se sienten incómodas al respecto», dijo Powar.

En esa misma línea, Katrina Karkazis, especialista en bioética de la Universidad de Standford, escribía en la revista Science la semana pasada que la controversia sobre la sexualidad de las deportistas «es de carácter social y ético sobre cómo entendemos y enmarcamos la diversidad humana».

Así lo remarcan también varios estudios.

El más reciente es Endocrine profiles in 693 elite athletes in the postcompetition setting (Perfiles endocrinos de 693 atletas tras la competición), publicado por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos en agosto del año pasado.

Los investigadores sometieron a 693 atletas a un análisis de los niveles hormonales. Los resultados mostraron que el 13,7% de las mujeres tenían testosterona por encima del rango típico y el 4,7% se encontraban en el rango habitual de los hombres.

Asimismo, el 16,5% de los atletas de élite que se sometieron al estudio tenían niveles de testosterona por debajo del rango establecido y 1,8% niveles correspondientes al rango de las mujeres.

Ante esto, la investigación concluyó que «la definición del Comité Olímpico Internacional de una mujer como alguien que tiene un nivel de testosterona normal es insostenible».

Foto: BBC
Foto: BBC

«Inexactas y erróneas»

Otros estudios coinciden con la conclusión.

«Las pruebas de verificación de género son difíciles, costosas y potencialmente inexactas», señalaba Gender verification in the Olympics (Verificación de género en los Juegos Olímpicos), una investigación publicada en la Journal of American Medical Association en septiembre de 2000, años antes de que la FIFA aprobara la medida.

Y más allá fue otra que salió a la luz en la revista Nature en julio de ese mismo año, Gender verification of female athletes: «Las pruebas de verificación de sexo en laboratorio son médicamente erróneas, así como funcional y éticamente inconsistentes».

Por ello cree Karkazis que se trata de una controversia de carácter social y ético, pero algo que «tiene consecuencias muy reales en la vida de la gente», como advertía en el artículo de Science.

Consecuencias como las que sufrieron Park, pero también la atleta india Dutee Chand en 2014 y su compatriota Santhi Soundararajan en 2006; Salimata y Bilguisa Simpore, hermanas y jugadoras de fútbol de Guinea Ecuatorial, denunciadas ante la FIFA por la capitana de Ghana, Florence Okoe, en 2011; o el más antiguo, el de la española María José Patiño, a quien los resultados de un test cromosómico le impidieron competir como mujer en un campeonato de Japón en 1983.

Asimismo, durante 11 meses la atleta sudafricana Caster Semenya no pudo competir.

La Federación Internacional de Atletismo, ante las quejas de algunas de las rivales a quienes venció en la final de 800 metros del Mundial de Berlín en 2009, decidió investigar la condición sexual de Semenya.

«Este tipo de personas no deberían competir con nosotras; para mí es un hombre», dijo sobre ella la atleta italiana Elisa Cusma.

«Si me ponen a ella y diez hombres delante no sabría decir que ella es la mujer», aseguró la española Mayte Martínez.

Las quejas de las rivales y las supuestas evidencias, además del aspecto de la deportista, bastaron para iniciar una investigación. Algo para lo que la puerta sigue abierta también en este Mundial.

Fuente: BBC

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