Las grandes hélices instaladas en los últimos cinco años en el Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, son una de las fuentes de energía limpia más aclamadas del México contemporáneo, pero al mismo tiempo se han convertido en el principal obstáculo para la migración de aves más grande del mundo, en la que participan 12 millones de especímenes que utilizan a México como su principal corredor rumbo a Sudamérica.
Decenas de aves migratorias, provenientes de Canadá, EU y el norte de México, han sido colectadas, muertas, bajo las aspas de los jóvenes campos eólicos, según han documentado el Instituto Tecnológico de Istmo y la ONG Philofauna.
Debido a este problema, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y la Iniciativa para la Conservación de Aves de América del Norte (NABCI por sus siglas en inglés) iniciaron una investigación que coordina el biólogo Humberto Berlanga y que registra el número de muertes de aves y de murciélagos, en la zona de los campos eólicos del Istmo de Tehuantepec.
Este es un ejemplo de los impactos negativos o daños colaterales de las llamadas energías “limpias”; tecnologías que son más amigables con el medio ambiente al no liberar gases de efecto invernadero, pero que no son inofensivas o inocuas.
La necesidad de buscar fuentes de energía alternativa, en México y en todo el mundo, comienza a revelar algunos de los efectos adversos que tienen las llamadas “soluciones limpias”: el cultivo de caña y maíz para biocombustibles amenaza reservas naturales protegidas; el uso de energía geotérmica y marina amenaza la supervivencia de ecosistemas marinos. Y la construcción de represas y plantas hidroeléctricas altera el flujo de agua dulce a muchos ecosistemas terrestres.
La sustitución de los combustibles derivados del petróleo comienza a demostrar que ninguna fuente de energía es totalmente inocua y que cualquiera de las energías verdes, consumida masivamente, también erosiona al planeta.
Zona de turbulencia
La migración de aves más grande del mundo empieza cada año en Canadá en agosto y termina tres meses después en Chile. La migración ha sido documentada desde los años 90 y llega a reunir hasta 12 millones de aves, entre ellas 4.5 millones de aves rapaces o carnívoras. Esta migración es registrada y contabilizada cada año por la ONG mexicana Pronatura.
La migración masiva, que sólo es comparable con la migración de 8 millones de aves entre Israel e Irán, necesariamente tiene que pasar por la zona más estrecha de la geografía mexicana: el Istmo de Tehuantepec. En esta zona, que es un corredor de 250 kilómetros entre el Golfo de México y el Océano Pacífico, soplan todo el año corrientes de viento con velocidades superiores a 100 kilómetros por hora. Es por ello que esta es la zona donde empezaron los parques de generación de energía eólica en México, en 2005, con la Central Eólica de La Venta, que hoy día tiene 105 turbinas con hélices o aerogeneradores.
En marzo de 2010 , la Comisión Federal de Electricidad (CFE) dio a conocer que adjudicó la Licitación Pública Internacional para el desarrollo de las centrales eólicas Oaxaca II, Oaxaca III y Oaxaca IV, que tendrán una inversión de 600 millones de dólares y serán construidas por la empresa Acciona Energía México.
En 2010, un estudio del Instituto Tecnológico del Istmo sobre el comportamiento de vuelo de las aves migratorias que cruzan el Istmo de Tehuantepec mostró por primera vez que el impacto ambiental de los campos eólicos de Oaxaca radica en la interrupción de la ruta migratoria de cientos de aves y su muerte al chocar con las aspas de los aerogeneradores.
Estos mismos datos fueron ratificados en 2011 por la organización ambientalista francesa Philofauna.
“Miles de aves pasan por el sur del Istmo para ir hacia América del Sur. Este es uno de los corredores más importantes del mundo. En el corredor sur, algunas especies vuelan muy bajo, entre 40 y 120 metros de altura. Lo más preocupante es la instalación de parques eólicos, que se multiplican velozmente y esto hace que se multipliquen los impactos mortales para las aves”, dijo Manuel Gorsselet, de Philofauna, quien ha estudiado el fenómeno junto a Olivier Grosselet.
Cada temporada pasan por ahí 12 millones de aves de 130 especies, algunas en peligro, como la aguililla de alas anchas, la aguililla migratoria mayor y el halcón peregrino, protegidas por leyes de México, EU y Canadá.
Corrientes adversas
El extremo norte del Golfo de California es uno de los 21 lugares del mundo y el único de México donde los cambios de marea pueden generar grandes cantidades de electricidad.
En 2004, la CFE inició el análisis de un proyecto para generar hasta 27 mil megavatios de electricidad, con una cadena de 4 mil turbinas flotantes en el mar, para aprovechar la fuerza de empuje de la marea. Esta cantidad es superior a 60% de la electricidad que ahora se produce en el país, calculada en 40 mil megavatios.
Esta región marina tiene un potencial único para este tipo de energía limpia ya que en algunas épocas del año sus mareas suben y bajan hasta ocho metros de altura dos veces cada 24 horas. El primer análisis de la zona fue realizado en 1995, por José Luis Siller, por encargo del entonces secretario de Energía, Ignacio Pichardo.
Uno de los problemas más grandes que frena el desarrollo del proyecto de turbinas flotantes es que el sitio con mayor empuje de mareas se halla en el límite sur de la Reserva de la Biosfera del alto Golfo de Baja California, donde hay 3 mil especies marinas, algunas únicas en el mundo y en peligro de extinción, como la Vaquita marina y el pez gigante Totoaba.
Bicombustibles voraces
Brasil fue el primer país que encontró que los automóviles, autobuses y camiones de carga podían funcionar con etanol y biodiesel en lugar de usar gasolina y otros combustibles derivados del petróleo. La década de los 90 sirvió para probar los primeros prototipos de motores que funcionan con biocombustibles, así como los primeros sistemas de producción para convertir la caña de azúcar y el maíz en materia prima para generar energía.
Los vehículos que consumen hidrocarburos son responsables de 40% del dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera del planeta. Este dato ha sido el principal impulso para la adopción de los biocombustibles. Pero la creciente demanda de maíz y caña de azúcar para generar biocombustibles y los precios atractivos aceleró el desmonte de selva para sembrar insumos de biocombustibles, principalmente en Brasil.
La preocupación por la posibilidad de que en los próximos 10 años ocurra una explosión en la demanda de maíz y caña de azúcar fue una de los temas centrales del Segundo Congreso Latinoamericano de Parques Nacionales y Reservas Naturales, que en 2008 reunió a dos mil 200 biólogos, sociólogos y economistas, quienes avalaron la Declaración de Bariloche, que indica que la agricultura de granos a gran escala puede arrinconar a las áreas naturales.
“Emigrar muy rápido o de manera desordenada desde los actuales motores de combustibles fósiles, como la gasolina y el diesel, hacia nuevos motores para biocombustibles, como el etanol de maíz y caña de azúcar, puede representar una amenaza para las áreas naturales”, dice la Declaración.
América Latina alberga 18% de todos los parques naturales del planeta, por ello los asistentes al congreso de Bariloche decidieron manifestarse sobre esa amenaza. “Si seguimos con los actuales modelos de altísimo consumo de energía, sólo estaremos cambiando de droga. Retenemos la adicción que tenemos sobre los combustibles fósiles, pero ahora pasando a una adicción sobre biocombustibles, que no son combustibles sostenibles”, apuntó en el Congreso el jefe de la delegación mexicana, Ernesto Enkerlin.
Fuente: El Universal.com.mx
Reportero: Antimio Cruz.
Publicada: 17 de mayo de 2011.