La región de América Latina y el Caribe se encuentra en un punto crítico respecto al cumplimiento de la Agenda 2030. A menos de cinco años del plazo establecido por Naciones Unidas, apenas un 23% de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se lograrían en tiempo y forma. Así lo advierte un nuevo informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), presentado recientemente en Santiago de Chile.
De acuerdo con ONU Noticias, este panorama revela que, pese a algunos avances, la región avanza con lentitud y de forma desigual. Mientras un 41% de las metas sigue una trayectoria positiva pero insuficiente, un preocupante 36% se encuentra estancado o en retroceso. El informe no solo expone la situación actual, sino que propone transformaciones estructurales que deben implementarse con urgencia si se desea revertir esta tendencia.
Cumplimiento de la Agenda 2030: un reloj que corre en contra
Los datos de la CEPAL son contundentes: de mantenerse el ritmo actual, América Latina no logrará cumplir ni una cuarta parte de las metas globales para 2030. La región ha vivido una década marcada por desafíos estructurales y coyunturales que han frenado el avance en múltiples frentes, desde la pobreza y la desigualdad hasta el cambio climático y la gobernanza.
Aun cuando algunos ODS muestran señales alentadoras —como los relacionados con salud, energía limpia o alianzas—, los más urgentes siguen rezagados. La erradicación de la pobreza, la reducción de las desigualdades y la construcción de ciudades sostenibles son objetivos donde los indicadores muestran retrocesos alarmantes.

Este incumplimiento no solo pone en entredicho el compromiso político de los países, sino que deja expuesta la fragilidad institucional y la falta de una visión integral para el desarrollo sostenible. El cumplimiento de la Agenda 2030 en Latinoamérica es, cada vez más, una deuda social y ambiental con su población.
Barreras más profundas que el tiempo
Uno de los principales obstáculos señalados por la CEPAL es la debilidad institucional. La implementación efectiva de políticas públicas requiere capacidades técnicas, recursos financieros y una voluntad política sostenida, aspectos que se han visto deteriorados en la última década. Indicadores como la calidad regulatoria o el control de la corrupción han sufrido un retroceso en varios países de la región.
Otro factor clave es la falta de alineación entre los ODS y los planes nacionales de desarrollo. En muchos casos, los compromisos asumidos a nivel internacional no se reflejan en presupuestos, programas ni prioridades internas. Esto ha generado una desconexión entre el discurso oficial y la acción concreta.
Finalmente, la disponibilidad de financiamiento es crítica. Las elevadas deudas públicas y el limitado espacio fiscal impiden a muchos gobiernos invertir en las transformaciones necesarias. Sin recursos, incluso las estrategias mejor diseñadas se quedan en el papel. Para lograr el cumplimiento de la Agenda 2030 en Latinoamérica, se requiere una visión de largo plazo que supere la lógica del corto plazo electoral.
Desigualdad entre países y dentro de ellos
El avance hacia los ODS no solo es lento: es profundamente desigual. Según el estudio, México y Centroamérica podrían alcanzar un 24% de las metas, mientras que Sudamérica se ubica en 23% y el Caribe apenas en 13%. Estas diferencias reflejan no solo capacidades institucionales distintas, sino también prioridades políticas y grados de vulnerabilidad económica.
Dentro de cada país, las desigualdades también son evidentes. Zonas rurales, comunidades indígenas y poblaciones afrodescendientes enfrentan mayores obstáculos para acceder a servicios básicos, empleo digno o una vida saludable. Sin una perspectiva interseccional, los avances que se logren podrían ser excluyentes o incluso profundizar las brechas existentes.
La CEPAL insiste en que el cumplimiento de la Agenda 2030 en Latinoamérica requiere una mirada regional, pero también local. La implementación territorializada de los ODS permitiría responder mejor a las necesidades específicas de cada comunidad, algo que hoy aún está lejos de materializarse.
Transformaciones que no pueden esperar
Frente a este escenario, el informe propone cuatro transformaciones estructurales para acelerar el progreso: desarrollo productivo sostenible, reducción de desigualdades, acción climática y fortalecimiento institucional. Estas no son sugerencias nuevas, pero sí urgentes y difíciles de postergar más.
El desarrollo productivo sostenible implica cambiar el modelo económico de la región hacia uno más verde, inclusivo e innovador. Esto requiere inversión en tecnología, capacidades locales y transición energética. Sin estas bases, la región seguirá dependiendo de sectores extractivos y vulnerables a crisis globales.

La reducción de desigualdades, por su parte, exige políticas redistributivas efectivas: acceso equitativo a salud, educación, empleo y justicia. Solo un enfoque de derechos puede garantizar que nadie quede atrás. Y, por supuesto, todo esto necesita de un Estado fuerte, transparente y con capacidad de articulación multiactoral.
¿Y el sector privado? La RSE como actor clave (y aún insuficiente)
El sector empresarial tiene una enorme capacidad de influencia en el cumplimiento de la Agenda 2030 en Latinoamérica, no solo por su poder económico, sino también por su rol en la generación de empleo, innovación y transformación social. Sin embargo, su participación real todavía es limitada y, en muchos casos, más simbólica que estructural. Muchas empresas han adoptado los ODS como parte de sus reportes anuales o estrategias de marketing, pero sin integrar los principios de sostenibilidad en el corazón de sus modelos de negocio.
Hablar de responsabilidad social empresarial (RSE) en este contexto implica superar la lógica de la filantropía ocasional o del “greenwashing”. Lo que se necesita son acciones estratégicas, medibles y alineadas con las metas globales. Es decir, empresas que entiendan que la sostenibilidad no es un valor agregado, sino una condición necesaria para su permanencia a largo plazo. Y esto aplica tanto para grandes corporaciones como para pequeñas y medianas empresas, que, aunque con capacidades distintas, también tienen un papel que jugar.
La región requiere un nuevo pacto empresarial donde se repiensen las cadenas de valor, se respeten los derechos laborales, se fomente la innovación social y se invierta en comunidades. Las empresas pueden contribuir a cerrar las brechas que los gobiernos no han logrado atender, por ejemplo, promoviendo inclusión financiera, educación de calidad, infraestructura verde o acceso a servicios básicos en zonas marginadas. Pero para que eso suceda, deben asumir riesgos y comprometerse más allá del cumplimiento regulatorio.

También es necesario que los marcos normativos incentiven este cambio. Políticas públicas que reconozcan e impulsen la RSE auténtica pueden generar un círculo virtuoso en el que el sector privado no solo sume, sino también lidere. En definitiva, el cumplimiento de la Agenda 2030 en Latinoamérica no será posible sin un empresariado consciente, corresponsable y transformador. El momento de actuar no es mañana: es ahora.
Repensar el desarrollo: cumplimiento de la Agenda 2030
Pese a la adversidad, la región cuenta con recursos valiosos: capital humano, redes comunitarias, biodiversidad, innovación social y voluntad de cambio. El informe de la CEPAL subraya que la colaboración entre gobiernos, empresas, academia y sociedad civil es clave para diseñar soluciones creativas y adaptadas a las realidades locales.
Las crisis vividas —como la pandemia o las tensiones geopolíticas— pueden convertirse en catalizadores si se aprovechan para acelerar la transformación. La región necesita nuevas narrativas, liderazgos valientes y un enfoque sistémico. No se trata de hacer más de lo mismo, sino de imaginar un modelo distinto de desarrollo.
El cumplimiento de la Agenda 2030 en Latinoamérica está en riesgo, pero no todo está perdido. Lo que hace falta no son más diagnósticos, sino una voluntad política renovada, alianzas reales y acciones coordinadas. La sostenibilidad no es una meta distante: es una urgencia presente.