Por Corinna Acosta
A unas cuantas semanas de la entrega de los Oscar el próximo 2 de marzo, son muchas las especulaciones que han surgido respecto a los posibles ganadores en cada una de las categorías; el escándalo de pedofilia que envuelve al director Woody Allen y las implicaciones que puede tener en las posibilidades de su película Blue Jasmin para llevarse una estatuilla, es quizá uno de los temas más sonados hasta ahora.
Las acusaciones de la actriz estadounidense Mia Farrow en contra de su ex esposo Woody Allen por el supuesto abuso sexual cometido contra la hija adoptiva de ambos, Dylan Farrow hace 20 años no son una novedad. Como tampoco es desconocido que estos rumores vieron la luz por primera vez durante el proceso de separación por el que la pareja atravesó luego de que Farrow descubriera un romance entre el director y su también hija adoptiva Soon-Yi, a través de unas provocativas fotografías de la chica que fueron tomadas por el propio Allen, con quien continua casada en la actualidad.
A pesar de los rumores del abuso contra Dylan en 1993, no se levantaron cargos contra el realizador y el asunto quedó por años en el olvido, a menos para los medios.
Ahora el tema emerge nuevamente del baúl de los recuerdos tras la publicación de una columna de Nicholas Kristof en The NY Times, y de una carta abierta donde es Dylan Farrow quien alza la voz para relatar el abuso sexual del que presuntamente fue víctima cuando tenía sólo 7 años de edad.
En una nueva publicación del mismo diario, Woody Allen ha reiterado que dichas acusaciones son falsas y vergonzosas, asegurando que su hija adoptiva ha sido manipulada por su madre para creer en el supuesto abuso sexual inventado por la actriz.
Sin embargo, más allá de la polémica generada por quienes creen en las palabras del cineasta y quienes lo condenan a partir de las declaraciones de Dylan, lo que llama ahora poderosamente la atención es la referencia directa que la carta retomada por Kristof hace a Hollywood, en donde Farrow reprocha abiertamente que actores, productores y directores de la industria decidieran ignorar la situación.
Además, la chica cuestiona fuertemente a algunas de las mujeres que se convirtieron en estrellas de las películas de Allen: «¿Qué pasaría si hubiera sido tu hija, Cate Blanchett?… ¿O tú, Scarlett Johansson? Tú me conocías cuando era pequeña, Diane Keaton. ¿Me has olvidado?».
A pesar de la polémica generada por las declaraciones en las que Dylan Farrow no teme señalar a la industria cinematográfica como la responsable de haber convertido en héroe a quien es definitivamente el villano de su historia, es poco probable que la mayor parte de los miembros de la academia considere dar un voto de castigo contra Cate Blanchett para negarle la presea a mejor actriz por Blue Jasmin, o contra el mismo Woody Allen que también se encuentra nominado por mejor guión original. Después de todo el premio a mejor director tampoco le fue negado a Roman Polanski, quien a diferencia de Allen ya había sido encontrado culpable de mantener relaciones sexuales con una menor.
Es claro que en Hollywood la responsabilidad social individual de cada uno de los nominados es independiente a su trabajo y su capacidad de ganar un Oscar, sin embargo la pregunta que realmente queda en el aire es ¿cuántos aficionados podrán ignorar las acusaciones contra uno de los iconos del cine norteamericano y cuántos esperarán el fallo de la corte? ¿Será que la decisión tomada por la academia de separar la responsabilidad social de los nominados y su trabajo en la industria es una muestra de su propia falta de ética o sólo un esfuerzo por evaluar los productos cinematográficos de forma objetiva? La respuesta queda en cada uno de los espectadores. De cualquier forma, seguramente serán muy pocos quienes dejen de acudir a las salas para disfrutar de una película estadounidense.
