Hace más de tres años que un trágico incendio en el edificio de Rana Plaza en Bangladesh terminó con la vida de más de mil personas y dejó heridos a cientos de trabajadores que se encontraban laborando en una fábrica textil. Pasaron pocas horas antes de que el acontecimiento se convirtiera en el centro de los reflectores de decenas de medios de comunicación internacionales. La noticia ayudó a que millones de usuarios de las redes sociales y consumidores de todo el mundo pusieran su atención en el terrible problema de seguridad ocupacional presente en la industria de la moda.
Desde entonces la moda rápida y los altos costos humanos derivados de este y otros fenómenos de consumo acelerado que acortan el tiempo de vida útil de los productos y los convierten en desechos casi de inmediato, han atraído la atención de decenas de activistas y organizaciones que exigen a las grandes compañías poner fin a la explotación y a toda forma de esclavitud moderna. Algunas marcas han puesto manos a la obra, otras irresponsablemente han ignorado el problema y algunas más parecen simplemente haberse quedado justo en el centro del camino; este es quizá el caso de H&M que recientemente se ha visto involucrada en un problema que podría dañar fuertemente su reputación corporativa.
El problema
Siendo identificada como una de las grandes distribuidoras de moda rápida en el mundo, es necesario decir que la firma sueca enfrenta retos nada sencillos en cuanto a sustentabilidad se refiere, por lo que se trata de una compañía que no para de emprender nuevos esfuerzos y comunicarlos lo mejor que puede a sus stakeholders; la más importante prueba de ello está sin duda en las costuras verdes de su línea Conscious, su compromiso por detener su consumo de angora, y las colectas de ropa usada que realiza para impulsar la fabricación de prendas sostenibles; prácticas que han sido elogiadas y abrazadas por sus consumidores; aunque la reciente publicación del libro Modeslavar, escrito por Moa Kärnstrand y Tobias Andersson Akerblom, si que ha puesto a la empresa en jaque.
A través de esta publicación, los dos periodistas de investigación revelan que, tras un viaje a Myanmar, antigua Birmania, volvieron a casa cargados de testimonios que sin duda deben ver la luz del mundo; en ellos, algunas personas aseguran haber trabajado para las fábricas contratadas por la compañía sueca mientras tenían entre 14 y 17 años de edad, y relatan que su horario se extendía por más de 12 o 14 horas diarias, por lo que terminaba aproximadamente a las diez de la noche.
Luego de compilar estos testimonios, los autores aseguran que la industria de la confección ha avanzado muy poco a pesar de la tragedia presenciada en Rana Plaza en 2013 y asegura que las compañías que la conforman están constantemente en busca de fabricantes que cuenten con mano de obra económica. Así la industria presenta un fuerte retroceso, gracias a la constante búsqueda por pagar salarios más bajos, aún en detrimento de la salud y el bienestar de los trabajadores.
¿Esto es legal?
Al ser cuestionada por estas prácticas, H&M declaró a The Guardian que este no se trata de un caso de explotación infantil, ya que en Birmania es legal contratar trabajadores de esta edad.
Cuando se trata de trabajadores entre los 15 y los 18 años de edad, no hablamos de un problema de trabajo infantil, de acuerdo con las normas internacionales.
Además destacó que la Organización Mundial del Trabajo (OIT) ha señalado la importancia de no excluir a este grupo de edad del trabajo en Myanmar y aseguró que la marca no tolera la explotación infantil en ninguna de sus formas.
Los Convenios Internacionales sobre Trabajo Infantil de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), por su parte, determinan que a esta edad, una persona menor de 18 años es demasiado joven para trabajar en un entorno que signifique un peligro potencial para su seguridad física o moral, edad que se reduce únicamente a 16 años bajo condiciones estrictas.
Desafortunadamente, Birmania no es signatario de dichos acuerdos, lo que la ha convertido en un centro atractivo para que marcas como H&M, Marks&Spencer, C&A y Gap, entre otras, concentren sus actividades de producción a bajo costo y con apego a las leyes locales.