Por: Antonio Tamayo Neyra
A raíz de la propuesta hecha por el Partido Acción Nacional para modificar la Ley Federal del Trabajo en México, se han volcado una serie de declaraciones a favor y en contra de tal propuesta, sin embargo, considero que muchas de ellas tienen una marcada estrechez de miras, que siguen viviendo en términos de aquella frase de “lucha de clases”, restringiendo su visión a concebir a la empresa como la arena donde se desarrolla la mencionada lucha.
Y en base en ello, los dirigentes sindicalistas buscan que la balanza se incline a su favor, y por contra, algunos calificados como empresarios empujan también para su lado, viendo todo desde un factor estrictamente económico en términos de pérdidas y ganancias.
Aunque la escenografía geoeconómica tanto nacional como internacional ha sido sustancialmente modificada en los pasados 80 años, todavía muchos siguen anclados en el México posrevolucionario.
En otras palabras, se busca mantener el “statu quo” imperante, y que las reformas, si las hubiera, sean para seguirlo manteniendo, en otras palabras un gatopardismo en donde todo cambie para que siga igual.
Ojalá ese pretendido cambio legislativo se enfocara con un espectro más amplio, en donde la empresa sea vista mucho más que simplemente una entidad económicamente productiva, y que se viera en su papel de institución social en el más amplio sentido del término.
Buscar convertir a la empresa como el mecanismo generador de recursos económicos que vayan en beneficio de clientes, accionistas, empleados, proveedores, stakeholders, y sociedad en general.
Que las relaciones laborales que norma la Ley Federal del Trabajo, sean un medio para el desarrollo humano y profesional de los empleados, y no un reglamento de lucha de clases.
Conceptos como “empleado de confianza” deben ser ya superados, y buscar convertir el sindicalismo (donde milita el empleado de no confianza), no como un instrumento de poder y control para unos cuantos; sino como una agrupación que realmente se preocupa por el desarrollo de la empresa, y que realmente perciba los beneficios que en ella se generan.
Y si bien desafortunadamente muchos de los actuales protagonistas para los pretendidos cambios legislativos siguen con la mentalidad y paradigmas del siglo pasado, las escuelas y universidades tienen la obligación de educar a sus actuales estudiantes con una mentalidad social y ética, dejando de repetir un modelo que ha traído más perjuicios que beneficios en el campo de las relaciones laborales.
En otras palabras, la propuesta es ver a futuro de una manera diferente a como se ha visto en el pasado, crear una visión de lo que es una empresa socialmente responsable para el país, y crear una legislación que vaya encaminada a ese propósito; tal vez suene utópica tal propuesta, pero creo que es mejor, a seguir repitiendo un modelo que con la crisis actual, ha demostrado que no es suficiente para el bienestar de toda la sociedad.
Los legisladores tienen en sus manos la posibilidad de crear las condiciones necesarias para desarrollar un modelo que genere un marco de trabajo más positivo para la empresa, como una organización social en su mejor y más amplio sentido.
Seguiremos platicando …
Blog: http://atamayon.blogspot.com/
Antonio Rey Tamayo Neyra
Licenciado en Administración por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, y actualmente estudiando la Maestría en Sociedad de la Información y el Conocimiento en la Universidad Abierta de Cataluña. Dedicado al periodismo de investigación desde 1987 especializado en temas socioeconómicos. En los pasados 19 años hasta la fecha, colaborando en el periódico El Financiero como Coordinador Editorial y Redactor de Proyectos Especiales, además de haber escritor para otros medios durante este mismo tiempo. Adicionalmente se ha dedicado también a la consultoría y capacitación en relacionales laborales desde hace 18 años, trabajando para diferentes empresas en todo México. De siete años a la fecha, involucrado en el tema de Responsabilidad Social, realizando varios proyectos editoriales, y estudiado un diplomado al respecto coordinado por el Tecnológico de Monterrey, Cemex y el Banco Mundial, y un curso del mismo tema en la Universidad Abierta de Cataluña.