La última etapa negociadora antes de la gran conferencia sobre el cambio climático de París (COP21) se abrió este lunes en Bonn, Alemania, donde 195 delegaciones tienen cinco días para intentar cerrar un ambicioso acuerdo contra el calentamiento del planeta.
«No hay tiempo que perder, no hay tiempo para lamentarse», declaró en un videomensaje el ministro de Medio Ambiente peruano, Manuel Pulgar Vidal, cuyo país pasa el testigo de la Conferencia sobre el clima a Francia.
«No podemos permitirnos un acuerdo débil», añadió el ministro peruano, quien abogó por un texto claro, con apoyos específicos para los países más pobres y en desarrollo para una transición energética y para hacer frente al impacto del calentamiento del planeta.
El objetivo más difícil, y el más anhelado por los defensores del medio ambiente, es lograr que la economía mundial elimine de aquí a 2050 su dependencia de las energías fósiles (petróleo, carbón, gas).
Diez de las mayores compañías del sector se comprometieron el viernes pasado a multiplicar sus iniciativas e inversiones en energías alternativas para lograr esa transición.
Esa promesa fue recibida con escepticismo por las ONGs, que advierten que los Estados tampoco se muestran suficientemente decididos.
«Aunque el borrador (de acuerdo del COP21) incluye referencias a cero emisiones de gases con efecto invernadero y neutralidad del carbono, no hay un claro llamado para pasar de emisiones de combustibles fósiles a energías renovables en 2050», criticó la Red de Acción para el Clima en Europa (CAN, más de 120 organizaciones).
El texto a debate en Bonn es voluntariamente impreciso sobre los temas clave para buscar el máximo consenso.
Pero los países en vías del desarrollo, agrupados en el denominado G77, junto a China, decidieron inesperadamente dar un paso atrás, tras una reunión previa el domingo con los copresidentes de las negociaciones, Estados Unidos y Argelia.
«Van ustedes demasiado rápido», declaró Nozipho Mxakato-Diseko, la delegada sudafricana, en alusión al texto de una veintena de páginas redactado por el estadounidense y argelino.
A pesar de las consultas exhaustivas con las 195 partes, durante meses, el G77 (del que forma parte entre otros el grupo Alba), «considera que el texto parece reescribir y reinterpretar» los deseos de los participantes, advirtió.
El recuerdo del fracaso de la COP de Copenhague en 2009, cuando no se alcanzó un compromiso, pesa en el ánimo de los negociadores en Bonn.
El problema del financiamiento
El segundo gran objetivo del texto a debate en Bonn es frenar el calentamiento de la atmósfera, y para ello las partes firmantes (194 países más la Unión Europea) deben limitar sus emisiones de gases con efecto invernadero.
Los investigadores medioambientales advierten que el planeta debe contener su calentamiento a un aumento tope de 2 grados centígrados de aquí a mediados de siglo para evitar dramáticos cambios en el nivel del mar, el deshielo de los polos o simplemente para evitar que los ciclones y fenómenos climáticos no sean aún más desastrosos.
Hasta la semana pasada, 149 partes negociadoras de la COP habían presentado sus contribuciones a nivel nacional (INDC en inglés), que en la jerga de las negociaciones implica los objetivos de reducción de emisiones de cada país. Esas 149 propuestas equivalen al 90 por ciento de las emisiones de CO2.
Pero las consecuencias de esas promesas no parecen que vayan a garantizar un aumento máximo de 2 grados centígrados de la temperatura mundial, critican las ONGs. «Un primer análisis de esos compromisos muestran que (…) desembocarían en un incremento de la temperatura media de como mínimo 2.7 grados centígrados», explicó CAN Europa.
También hay desacuerdo sobre cuándo y cómo controlar mutuamente esas emisiones de gases. «Ante los rápidos cambios en tecnología, ciencia y políticas (…) el mundo debe volver a la mesa de negociaciones dentro de cinco años, no diez, para aumentar su ambición», sugiere el Instituto Mundial para los Recursos (WRI).
No hay tampoco claridad sobre cómo financiar el enorme desafío de cambiar de matriz energética del mundo. Sobre la mesa está la propuesta de que los países ricos transfieran anualmente a partir de 2020 100 mil millones de dólares a los países pobres y en desarrollo, tanto para luchar contra el cambio climático como para adaptarse a los impactos inevitables.
Fuente: Reforma