Líderes occidentales, como el Presidente Barack Obama, han visto en la energía nuclear una forma de contribuir a resolver el problema del calentamiento global, al considerarla una fuente de electricidad sin peligro y sin emisiones que reduce su dependencia de los combustibles fósiles.
El desastre en Japón ha alterado esa ecuación
Los funcionarios del sector energético en las principales potencias industriales occidentales repentinamente tienen dudas respecto a su expansión nuclear.
Sin embargo, es poco probable que la actual crisis de los golpeados reactores nucleares nipones lleve a que países emergentes voraces en energía a reconsiderar sus cálculos energéticos. Si bien reconocen el imperativo de seguridad, naciones como China e India alegan que sus carencias energéticas no les dejan más opción que la de continuar su inversión en la industria nuclear.
«Tenemos un país muy hambriento de energía», declaró Srikumar Banerjee, presidente de la Comisión India de Energía Atómica, el 13 de marzo, en Mumbai. Agregó que casi el 40 por ciento de su población de mil 200 millones no tiene acceso regular a la electricidad. «Es esencial para nosotros tener mayor generación eléctrica».
Y en China, que cuenta con los planes de expansión nuclear más ambiciosos del mundo, un viceministro del medio ambiente, Zhang Lijun, indicó que las dificultades de Japón no frenarían el desarrollo nuclear de su nación.
Casi paralizada durante décadas tras el accidente en la central Three Mile Island, en 1979, la industria nuclear estadounidense estaba a punto de hacer su reaparición antes del accidente japonés.
Aun cuando estaban en desacuerdo en casi todos los demás aspectos de la política energética, Obama y muchos líderes del Congreso estadounidense coincidían en que la producción nuclear proveía una fuente energética estable que mitigaría el cambio climático.
Obama actualmente busca decenas de miles de millones de dólares en seguro gubernamental para nuevas construcciones nucleares.
Ahora, todo está en entredicho
Con China e India como motores de la expansión -y países de otras áreas de Asia, Europe Oriental y el Medio Oriente que también adoptan la energía nuclear en respuesta a los altos precios de los combustibles fósiles y las preocupaciones en materia de calentamiento global- el total de 443 reactores nucleares del mundo podría sumar más del doble en los próximos 15 años, de acuerdo con la Asociación Nuclear Mundial, un grupo de la industria.
Eso no significa que los funcionarios indios y chinos pasen por alto los riesgos que conlleva la energía nuclear. El Primer Ministro indio Manmohan Singh declaró, el 14 de marzo, que el Departamento de Energía Atómica de su país revisaría todos los sistemas de seguridad instalados en las centrales nucleares, «con miras a asegurar en particular que serían capaces de resistir a masivos desastres naturales como los tsunamis y los terremotos».
Y, durante una conferencia política realizada en Beijing, el 13 de marzo, Xie Zhenhua, vicepresidente de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, indicó: «la evaluación de la seguridad nuclear y el monitoreo de las plantas definitivamente serán reforzados».
La industria nuclear china opera actualmente 11 reactores y planea empezar a construir hasta 10 más cada año a lo largo de la próxima década. Mientras tanto, su consumo eléctrico continúa incrementándose un 12 por ciento al año.
India, que ya tiene 20 reactores nucleares en funcionamiento, planea invertir una cantidad estimada en 150 mil millones de dólares en la instalación de docenas de centrales nuevas en todo el país. Prevé con ello que, para el 2050, la energía nuclear satisfaga aproximadamente el 25 por ciento de las necesidades de electricidad del país, 10 veces más que en la actualidad.
Tres de las principales fuentes de producción energética a gran escala del mundo, el carbón, el petróleo y la energía nuclear, han sufrido accidentes de consideración en el último año. La explosión de la mina de carbón Upper Big Branch, en Virginia Occidental, la explosión en la plataforma petrolera Deepwater Horizon y la resultante marea negra en el Golfo de México, aunadas a la crisis nuclear nipona, han ilustrado de manera dramática los peligros de la generación de energía convencional.
«No es posible encontrar una solución climática basada en la tecnología existente sin apoyarse significativamente en la energía nuclear», opinó Jason Grumet, presidente del Centro de Políticas Bipartidistas, en Washington, y asesor en materia de energía y cambio climático durante la campaña 2008 de Obama. «Es prematuro sacar muchas conclusiones de sucedido en Japón y su relevancia para Estados Unidos. Pero la seguridad de la energía nuclear figurará sin duda en un lugar prominente en la lista de interrogantes en los meses por venir».
El 15 de marzo, la Canciller alemana Angela Merkel impuso un paro temporal en las siete centrales nucleares construidas en el país antes de 1980, para revisar su nivel de seguridad.
Un día antes, Suiza suspendió planes de construcción de nuevas plantas y sustitución de las existentes. Doris Leuthard, Ministra helvética de Energía, indicó al respecto que «la seguridad y el bienestar de la población son prioritarios».
Sin embargo, Italia, Rusia y la República Checa indicaron que mantendrían sus políticas energéticas.
Debido a una demanda energética sin precedente originada por un auge en crecimiento y en la población, y al tiempo que Irán sigue adelante con su instalación nuclear Bushehr, los países del Medio Oriente hoy buscan desarrollar su capacidad energética nuclear a marchas forzadas.
Los Emiratos Árabes Unidos ha tomado la delantera con un proyecto de construcción de cuatro plantas en la ciudad de Braka, a orillas del Golfo Pérsico, para el 2017, con miras a generar aproximadamente la cuarta parte de la electricidad del país para el 2020.
Abu Dhabi, uno de los emiratos, eligió Braka porque se ubica cerca del agua y de una red eléctrica existente, lejos de áreas pobladas, además de estar asentada en una masa continental estable. Ya que el Golfo Pérsico es un mar interior, los planeadores indican que existe poca amenaza de un tsunami en caso de un sismo.
En cambio, la planta nuclear iraní de Bushehr, también en el Golfo Pérsico, es mucho menos estable a nivel sísmico, un factor que preocupa a los medioambientalistas.
Debido a las corrientes dominantes del golfo, cualquier fuga nuclear en Bushehr alcanzaría rápidamente los adinerados emiratos de Dubai y Abu Dhabi, entre otros.
La planta iraní perdió combustible nuclear en febrero, después de que su reactor fue infectado por un gusano computacional.
Jordania, Kuwa it, Qatar, Bahréin y Egipto también están considerando recurrir a la energía nuclear y hasta la petrolífera Arabia Saudita contempla una ciudad alimentada nuclearmente.
La mayoría de las centrales se ubicaría en áreas sísmicamente estables, aunque una planta planeada por Jordania, en el puerto de Aqaba, en el Mar Rojo, se halla en una importante falla geológica.
E l 14 de marzo, Turquía indicó que no alteraría sus planes de construcción de dos centrales nucleares, una de las cuales podría recurrir a tecnología nuclear nipona. Numerosas fallas geológicas atraviesan el país.
En India, un proyecto nuclear en la costa occidental del país, al norte de la turística Goa, despierta controversia. De llevarse a cabo como está previsto, representaría el complejo de producción energética nuclear más grande del mundo.
Sin embargo, dada la apremiante necesidad de electricidad, los analistas indios consideran poco probable que la crisis japonesa suscite una intensificación significativa de la oposición pública a las centrales nucleares en el país.
«Si acaso el uno por ciento de la población estaba en contra de la energía nuclear, tal vez ahora sea el 2 por ciento», opinó G. Balachandran, miembro asesor del Instituto de Estudios y Análisis de Defensa, organización de investigación política, en Nueva Delhi.
«Realmente no me preocupa la oposición que podría generarse en torno a eso».
Vikas Bajaj reportó desde Mumbai, India. Keith Bradsher contribuyó con reportes desde Hong Kong, Liz Alderman desde París y Judy Dempsey desde Frankfurt.
Fuente: Reforma, Suplemento The New York Times, p. 1
Reportero: Heather Timmons.
Publicado: 19 de marzo de 2011.