No es fácil encontrar el “Field Lab”, una granja en lo profundo del desierto en la parte oeste de Texas y a unos 50 kilómetros de la frontera mexicana. Pero John Wells, quien construyó el lugar y vive allí solo, con gusto lo llevará.
Conocido localmente como el Paisaje Lunar (Moonscape), este paisaje de mesetas y colinas, mezquites y enebros del desierto es agreste y barato, lo que lo convierte en un lugar tentador para gente como Wells, quienes viven sin conexión a los servicios públicos.
No hay caminos pavimentados, electricidad ni agua, pero se puede ver fácilmente la Vía Láctea.
Con su barba larga tipo los integrantes del grupo ZZ Top, su maltrecho sombrero vaquero y botas gastadas, Wells, de 51 años, luce como un nativo del lugar. Sin embargo, al igual que muchos en Terlingua, él es un trasplantado reciente, un ex fotógrafo de catálogos y modas de Nueva York.
Acorde a una larga tradición de personas que buscan regresar a vivir de la tierra, Wells llegó a Terlingua a forjar su vida bajo sus propios términos y domar este duro entorno según sus propias necesidades frugales. ¿Energía eólica o solar? ¿Cuánta agua se puede recoger en media hora de lluvia? ¿Se puede embalsar un cauce? ¿Cómo se fabrica un enfriador por evaporación?
¿Cuánto tiempo se lleva cocinar unas pechugas de pollo en un horno solar? Y “si no funcionaba, la inversión fue tan económica que podría marcharme”, dijo.
En octubre del 2007, Wells compró este terreno (una parcela de 16 hectáreas) por 8 mil dólares en efectivo y posteriormente agregó otras 8 hectáreas por 5 mil dólares.
Le llevó nueve días y mil 600 dólares construir el cascarón de su casa de una sola habitación, la primera estructura en un complejo que ahora incluye cuatro contenedores de embarque bajo un alto techo en arco colocado sobre una estructura de soportes metálicos, todo ello fabricado por él mismo.
Lo llama el Laboratorio de Campo de Vida Sustentable y Energía Alternativa del Suroeste de Texas o, en corto, el Field Lab (Laboratorio de Campo).
Para el verano siguiente, había iniciado un blog en el que detallaba sus luchas diarias y pequeños triunfos. Algunas veces, escribió al principio, “es difícil distinguir si camino en algún planeta distante o simplemente estoy perdido en el desierto”.
Para su segundo aniversario en el lugar, había registrado 200 mil visitantes en su blog y atraído a unos 800 lectores asiduos.
Cuatro contenedores de embarque (comprados a mil dólares cada uno), pintados en color blanco, rodean un patio central. Una grúa los depositó sobre bloques de concreto, pero fue Wells solo quien los acomodó precisamente en su lugar con un gato mecánico.
Este año, construirá cajones elevados para cultivar verduras. Un contenedor está acondicionado para huéspedes, pero Wells planea mudarse allí pronto, y construir un cuarto de huéspedes independiente.
El pequeño tejabán donde duerme actualmente tiene un escritorio, cubículos de almacenamiento, una sola cama de litera y una cubierta de cocina; arriba, cuelga una lámpara elaborada de una lata de jugo de tomate.
Allá por el 2001, Wells compró una granja, en Spencertown, Nueva York, y se mudó de la ciudad.
Le costó 255 mil dólares y después de seis o siete años, los impuestos prediales se habían duplicado, de 6 mil a 12 mil dólares. Tenía una deuda de 67 mil dólares.
Cuando leyó un artículo sobre una pareja que proveía de energía a su pequeña casa de adobe en el desierto, en el oeste de Texas, con unas turbinas eólicas, les hizo una visita. Dijo recordar haber pensado: “¿Quién diablos podría vivir aquí?” Eso fue en febrero. En marzo, vendió su casa en 600 mil dólares y liquidó su deuda. Luego canceló su tarjeta de crédito. Después de reducir sus posesiones para que cupieran en un camión de mudanzas, se dirigió al oeste. Ha gastado aproximadamente 35 mil dólares en su complejo: los tanques de agua costaron unos mil dólares cada uno (tiene nueve); los paneles solares y las baterías costaron 2 mil 500 dólares más o menos; y el complejo de contenedores costó 20 mil dólares aproximadamente.
Sus costos actuales son mínimos: el impuesto predial anual, 86 dólares; apenas 80 dólares mensuales por servicio telefónico e internet; su seguro médico, 280 dólares mensuales; y el seguro de su camioneta, 750 dólares anuales.
Wells está más que feliz de vivir solo. “La idea de comprometer mi día no me atrae”, señaló.
Sin embargo, es lo suficientemente feliz uniendo a otros, y fue ordenado ministro en línea. Hace dos años, casó a dos amigos en su complejo. Wells estrenó un sombrero vaquero para la ocasión.
Fuente: Reforma, Suplemento The New York Times, p. 7.
Reportero: Penelope Green.
Fecha: 26 de marzo de 2011.