De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, la población mundial alcanzará los 9 mil millones de habitantes en el 2050; con ello aumentará la demanda de recursos de todo tipo. El desarrollo sostenible exige poder otorgar a cada uno de los habitantes del planeta un nivel de vida digno sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras, pero al pensar en esto surgen muchas inquietudes: ¿cómo lograr que las personas salgan de la pobreza, al tiempo que protegemos el medio ambiente?, ¿cómo proporcionar energía limpia y velar por el bienestar de nuestras comunidades?
Estos y otros cuestionamientos surgen al momento de evaluar las mejores opciones para lograr el desarrollo buscando el bien común. No es tarea sencilla, como lo demuestran estos casos impulsados por el Banco Mundial que, a pesar de tener de tener objetivos de desarrollo sostenible, han generado mucha resistencia por parte de algunos stakeholders.
Represa hidroeléctrica de Guatemala
“Los servicios energéticos tienen un profundo efecto en la productividad, la salud, la educación, el cambio climático, la salud alimentaria e hídrica y los servicios de comunicación.”- Asamblea General de las Naciones Unidas.
La problemática se presenta en la comunidad indígena de Monte Olivo, una comunidad de 10,000 habitantes sin hospitales, agua potable, energía y escuelas insuficientes, donde el 71.7% de la población vive en pobreza general y el 31.4% en pobreza extrema. Desde el año 2009 comenzaron los conflictos cuando Ceder, una ONG para el desarrollo rural, se acercó con los habitantes de la zona para que permitieran el paso a obreros e ingenieros que iban a drenar el río Dolores debido a la instalación de una hidroeléctrica con capacidad de 13 MW financiada por el Banco Mundial.
A efectos de mitigar los impactos generados para esta comunidad indígena, Ceder y la empresa Hidroeléctrica Santa Rita, responsable de la construcción, les propusieron destinar recursos para la compra fertilizantes y la tramitación de un programa gubernamental de becas en salud y educación, además de la creación de un fondo a largo plazo donde una ONG en conjunto con los líderes de la comunidad decidiría qué hacer con el dinero. A partir de ese momento empezaron los conflictos dentro de la comunidad, ya que una parte de la población veía con buenos ojos la propuesta mientras otros pensaban que no era suficiente para resarcir el impacto causado ya que dichas obras les harán perder sus cultivos y por lo tanto su sustento además del despojo de sus tierras.
Hoy en día, la obra se encuentra parada.
Parque Eólico en México
“El propósito del desarrollo consiste en crear una atmósfera en que todos puedan aumentar su capacidad y las oportunidades puedan ampliarse para las generaciones presentes y futuras.” – Informe Mundial sobre el Desarrollo Humano.
En noviembre de 2011, el Banco Interamericano de Desarrollo anunciaba el financiamiento de un parque eólico con capacidad de 396 megawatts en la región de La Ventosa en Oaxaca. Dicho proyecto consistía en la construcción de 132 torres con aerogeneradores y una línea de transmisión de 52 kilómetros que conectaba el parque con la red eléctrica. Este proyecto encarnaba en su momento el parque eólico más grande de México y uno de los más grandes de América Latina, lo que significaba una expansión en el suministro de energía renovable en México y una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Desde el inicio comenzaron los conflictos entre los inversionistas y la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa del Tierra y el Territorio, debido a que dicha Asamblea planteaba que el proyecto afectaría la pesca, la cual es su base de subsistencia. Asimismo denunciaban maniobras ilegales como no leerles los contratos en su idioma ni cumplir con las disposiciones de protección a las tierras comunales o un negocio injusto al ofrecerles la cantidad de nueve pesos con 58 centavos mensuales por hectárea.
Cuatro años después del anuncio y una inversión inicial de 1,150 millones de pesos el proyecto sigue detenido con lo cual el valor del proyecto ha sido afectado e incluso se pone en riesgo el mismo. Lo anterior puede resultar en un daño futuro de la inversión incluyendo una disminución hasta cero.
Estos dos casos particulares son unos de muchos ejemplos en los cuales se evidencia la dificultad de balancear las tres variables: económica, social y ambiental. Ambos proyectos representan el esfuerzo de reducir el cambio climático a través del impulso a fuentes de energía renovables; sin embargo también representan la incertidumbre y la oposición de las comunidades a que su forma de vivir sea afectada o que su entorno sea modificado. Es en ese punto de equilibrio donde recae el principal reto del desarrollo sostenible.
SUSTENTUS concentra sus esfuerzos en el área de sostenibilidad, por medio de estudios orientados hacia la gran empresa y el emprendimiento social, propiciando la vinculación entre la academia, la iniciativa privada, y las organizaciones de la sociedad civil para el desarrollo de proyectos conjuntos.
El centro pertenece a EGADE Business School sede Monterrey, y es dirigido actualmente por su fundador el Dr. Gerardo Lozano Fernández, quien ha estudiado la sostenibilidad empresarial desde el año 1999.En esta columna encontrará casos sobre empresas y OSC que han generado un desarrollo sostenible en diversos países de Latinoamérica. Además encontrará diversos análisis y opinión sobre las tendencias y prospectiva de la sostenibilidad empresarial a nivel internacional.