Los últimos siete años han sido los más difíciles para la Fundación Teletón, desde que arrancó en 1996. Una campaña de desprestigio que la ponía en la misma canasta que a Televisa hizo caer en un tercio sus ingresos (2014 fue el peor año).
Eso sin contar los gobiernos estatales (como Veracruz) que les dejaron unos huecos importantes en sus presupuestos.
Este 2016, que sigue siendo el año más raro de los últimos tiempos, Teletón resurgió, volvió casi a las mismas cifras previas al boicot. A las 0:40 hrs. del domingo, el presidente de la
Fundación, Fernando Landeros, anunció que el contador marcó los 361,695,829 pesos. La cifra era 34 mdp más que la meta para este año.
“¿Qué ayudó? La transparencia, no hay nada mejor que abrir 365 días del año la institución para que toda la sociedad la conozca”, me decía Landeros después de 27 horas ininterrumpidas en vivo.
Este fue un año bisagra: ante la caída de ingresos realizaron recortes de turnos y de personal por 300 mdp, diseñaron planes para conseguir subrogar sus instalaciones en horarios posterapias
propias y consiguieron que las empresas comprometidas con la causa subieran 10% sus donativos habituales.
Este sábado me tocó conducir con Joaquín López-Dóriga, desde el CRIT de Tlalnepantla, el bloque que se asignó a MILENIO (uno de los medios que apoyó siempre a Teletón).
No me lo refregó nadie por Twitter, ni lo leí en el muro de Facebook de ningún detractor de sofá: yo vi la manera en que miles de personas pasaban a conocer el lugar, a entender cómo funciona y muchos pacientes ofreciéndose como voluntarios para que uno vea dónde —el resto del año— les dan la terapia que necesitan.
“Durante este evento se mantuvo un 85% de sentimiento positivo hacia la fundación. Intentaron hackearnos, tumbar la página web, pero no lo lograron. La emoción al ver la cifra final te hace sentir grande y chiquito al mismo tiempo. Grande por la generosidad de la gente, chiquito porque siempre te sientes indigno de tan grande respuesta”, agrega Landeros.
Lo natural en México era que la gente donara, que la gente creyera, que la gente entendiera que había detrás de Teletón. Lo otro —el boicot— fue una situación inflada artificialmente que, en vez de afectar a Televisa, dañaba los cimientos de una organización que pase lo que pase y aun con un tercio de sus ingresos, nunca dejó a ninguno de sus 27 mil pacientes varados.
Fuente: Milenio