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Los mitos del desarrollo y el hambre

La crisis económica no debe en ningún caso dejar aparcado el problema de la falta de desarrollo que afecta a tantos países y poblaciones, al igual que la plaga que supone el hambre en el mundo.

Las quiebras del modelo del capitalismo financiero globalizado y del fundamentalismo de mercado que se han dado con la crisis económica deben servir también como lección para afrontar en el futuro estos dos problemas.

El desarrollo económico se ha encontrado sujeto a las ideas neoliberales que han dominado en el mundo económico en estos últimos años.

Tras la debacle producida, espero que el dogmatismo que ha presidido la ciencia económica en los últimos tiempos sea puesto en cuestión, a favor de propuestas diferentes que, aunque de un modo minoritario, sin embargo se han dado desde diferentes enfoques. Ha habido autores que nadando contra corriente han puesto de manifiesto las falsedades que se encerraban en ese fundamentalismo que se preconizaba para los países en desarrollo.

Un ejemplo significativo es el del economista coreano Ha-Joon Chang, profesor de la Universidad de Cambridge, que ha escrito libros interesantes sobre ello. En uno de ellos, realizado en colaboración con Illene Grabel, “Reivindicar el desarrollo” (Intermón, 2006) critica los mitos y realidades que se han difundido, sobre todo, en estas dos últimas décadas.

Los mitos que cuestiona son los siguientes:

1) Los países que hoy son ricos deben su éxito a un compromiso firme con el mercado.
2) El neoliberalismo funciona.
3) La globalización neoliberal no puede y no debería detenerse.
4) El modelo de capitalismo neoliberal estadounidense representa el ideal que todos los países en vías de desarrollo deberían intentar copiar. 5) El modelo de Asia oriental es idiosincrásico; el angloamericano es universal.
6) Los países en vías de desarrollo necesitan la disciplina de las instituciones internacionales y de las instituciones normativas nacionales políticamente independientes.

Estas críticas, muy bien fundamentadas, adquieren hoy día mayor relevancia que hace unos años ante la quiebra de lo que ha sido la globalización financiera, aunque era algo que también resultaba evidente en los años anteriores.

No obstante, las instituciones internacionales, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio, seguían insistiendo en las bondades del mercado autorregulado. Una ceguera que no sólo ha conducido a la situación presente, sino que ha impedido el desarrollo para muchos países del mundo.

Hablando de mitos, también conviene tener en cuenta el libro colectivo Doce mitos sobre el hambre (Icaria, 2005), en el que igualmente se rebate la tesis que defiende que el libre mercado puede erradicar el hambre o que la respuesta se encuentre en el libre comercio.

Además, cuestiona la idea, muy arraigada, de que sencillamente no hay suficiente cantidad de alimentos o que hay demasiadas bocas que alimentar. Tampoco se considera que la respuesta sea la Revolución Verde.

Así es que, disponemos de suficientes estudios solventes críticos con el libre mercado, tanto para alcanzar el desarrollo como para erradicar el hambre. Pero esto y el choque con la realidad no les resulta suficiente a los fundamentalistas de mercado para cambiar sus posiciones.

La situación trágica por la que pasa el mundo debe ser suficiente para que se planteen nuevos paradigmas que sean capaces de mejorar las condiciones de vida de gran parte de los ciudadanos que padecen tantas privaciones y miserias.

La crisis ha puesto en evidencia las proposiciones fundamentales defendidas por los economistas que han dominado el escenario de las decisiones internacionales y la teoría económica en las últimas décadas.

La crisis y el estado del mundo generan demasiados damnificados, pero a su vez esta situación debe ser una oportunidad para cambiar el modelo de desarrollo imperante.

Las propuestas teóricas están ahí, pero chocan con los intereses establecidos y con el pensamiento dominante que se resiste a dar su brazo a torcer ante la tozudez de los hechos. La persistencia en el error no sólo conduce al desprestigio de la ciencia económica tal como se enseña sino, lo que es peor, a generar demasiados perdedores.

Los éxitos de los países asiáticos, en primer lugar de los “dragones” y en los últimos años el despegue espectacular de China e India, han conducido a muchos pensadores y analistas a considerar de modo equivocado que estos se debían a la globalización y a la progresiva liberalización.

Pero nada más lejos de la realidad, pues el éxito de estos países, siempre relativo, se ha debido al intervencionismo estatal y no al libre mercado. Hay suficientes estudios que así lo avalan, como el del propio Ha-Jonn Chang, y otros como los de Alice Amsden, Robert Wade y, entre nosotros, de Pablo Bustelo.

En fin, que estamos ante una coyuntura grave, cuya salida requiere de la economía mixta ante el derrumbamiento de lo que fue el socialismo real y la quiebra del capitalismo financiero globalizado.

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