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Maíz transgénico: lo comemos, pero no sembramos

Se achaca la presión de transgénicos a las empresas que ofrecen semilla genéticamente modificada.

Más de 15 años ha tardado la negociación para que en algunos estados del país se siembre maíz transgénico y, aunque dicen que va sobre segura la negociación para definir la extensión de los “polígonos” para autorizar el cultivo comercial en los distritos de riego de Tamaulipas, Sinaloa, Durango, Chihuahua, Coahuila y Sonora, lo único cierto es que México cerrará 2011 con una posición deficitaria en dos y media millones de toneladas no sólo en producción de maíz amarillo, sino en maíz blanco, ¡el que nos comemos!

Le comento que se ha elevado la presión de los productores del grano que no encuentran cómo competir en el mercado de maíz nacional y global, pues mientras el efecto de sequía se experimenta igual en Texas que en Chihuahua y Tamaulipas, o en Arizona y Nuevo México que en Sonora y Sinaloa, los estadunidenses siembran genéticamente modificados y nos exportan.

Fíjese. A noviembre de 2011 se tienen solicitadas para siembra comercial de maíz transgénico casi dos mil hectáreas y la Secretaría de Agricultura, que encabeza Francisco Mayorga, en este año ha liberado un cuarto de hectárea, porque la Semarnat sigue atrasada en sus definiciones, pese a que su titular, Rafael Elvira Quesada, le aseguró a las Comisiones de Agricultura del Congreso que “están en la fase final de la negociación”.

Fíjese, se achaca la presión de transgénicos a las empresas que ofrecen semilla genéticamente modificada en México como PHI México, Productos y Semillas Monsanto y Dow AgroScience de México, Syngenta Agro y el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav), pero en realidad los productores están hartos de la tardanza en las definiciones que mantienen tres personajes de la Semarnat amparados en que México fue declarado, por un mexicano prominente, centro de origen de la Biodiversidad para la conservación de los maíces mexicanos.

La situación es simple: una familia de campesinos que siembran con maíz criollo 5.5 hectáreas, gana en promedio 19 mil 600 pesos. Ese mismo campesino sembrando con híbrido sube a 60 mil pesos y con transgénico subiría a entre 130 mil y 140 mil pesos por año. Una diferencia notable si hablamos de impacto social.

Es cierto que la Ley General de Bioseguridad sobre Organismos Genéticamente Modificados dice en el artículo 186 que México debe definir en un decreto los centros de origen del maíz y las áreas, lógicamente las que no estén incluidas, las áreas que sí se pueden, pero ¡esa ley cumplirá el próximo marzo siete años de haber sido publicada!

Por qué a 15 años de iniciada la discusión y a siete años de haberse publicado la ley, un agricultor o campesino mexicano no puede elegir sembrar el tipo de maíz que más le convenga a sus intereses y se importan 12 millones de toneladas al año. ¿No le parece raro? ¿Por qué México no es uno de los 29 países que siembran y exportan y sí es uno de los 59 que importan y se lo comen?

La Semarnat debe pensar que no es su problema el que México pueda ser autosuficiente en maíz y que se importen 12 o 14 millones de toneladas por año con un costo superior a los siete mil 500 millones de dólares, pues ahora resulta que la dependencia quiere sacar un decreto para todos los estados de la República cuando todo el proceso inscrito en ley desde la experimentación, su pilotaje y la solicitud de liberación se ha hecho en los estados que le mencioné (incluya por favor Nayarit).

¿Sabe usted que en la siembra de algodón fue liberada y de importarse 65%, tras quedar autorizada la siembra bajo un marco previsible y no discrecional, el año próximo el país se volverá autosuficiente con 300 mil hectáreas sembradas y más de dos millones de pacas producidas de distinta calidad de algodón, lo que probablemente para 2013 volverá exportador a México en el escenario global? ¡Eso es lo que buscan los productores y los consumidores mexicanos! ¡No rollos!

Fuente: Excelsior.com.mx
Por: Alicia Salgado, columna Cuenta Corriente.
Publicada: 5 de diciembre de 2011.

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