El tema de la responsabilidad social de las empresas está hoy en el centro de la agenda pública internacional. Por un lado, se hallan las potencialidades inmensas que tiene una empresa privada comprometida y que aporta a la solución de grandes problemas colectivos. Hoy, empresas de punta están aportando recursos, competencias técnicas y gerencia avanzada a la resolución de problemas clave de salud pública, educación y otros.
Por otro lado, están los graves daños que pueden causar a la economía decisiones tomadas por altos ejecutivos al margen de consideraciones éticas imprescindibles.
La crisis económica mundial ha puesto en foco este último tema, y han crecido fuertemente las demandas ciudadanas de que se profundicen los niveles de responsabilidad social empresaria.
En este sentido, The New York Times editorializa: «Seamos claros. La crisis desatada por la irresponsabilidad de los bancos costó al país 120 billones de dólares, la más profunda recesión desde 1930 y la pérdida de siete millones de empleos».
Financial Times plantea que la crisis surgió de «la falta de liderazgo y responsabilidad corporativa». Angel Gurría, secretario general del club de países ricos, la OCDE, señala: «La crisis global no ha sido causada por un shock externo, como un ataque terrorista o la manipulación de los precios del petróleo por un grupo de países. Ha sido creada por el mismo sistema y por una combinación tóxica de comportamientos antiéticos de las empresas y fallas en la regulación y supervisión de sus actividades».
El presidente de la comisión creada por el Congreso norteamericano para investigar las causas de la crisis, Phil Angelides, habla de examinar «la codicia, estupidez y soberbia» del sector financiero.
Un reciente informe del Departamento de Justicia sobre la quiebra de Lehman Brothers, la mayor de la historia, reporta que hubo maniobras que hacían aparecer a la empresa más saludable de lo que era y que se manipulaban sus balances.
La reputación corporativa ha sido afectada. Una investigación de la revista de negocios McKinsey Quarterly sobre altos ejecutivos encontró que el 85% de ellos pensaban que la confianza en los negocios se había deteriorado. El Edelman Trust Barometer 2009 informa que el 62% de los encuestados en 20 países dijeron que confiaban menos en las corporaciones que un año atrás. El presidente Obama advirtió en un encuentro de prominentes ejecutivos, defendiendo la necesidad de regulaciones: «No podemos permitirnos otros AIG o Lehman.
No podemos permitir a las instituciones financieras que toman vuestros depósitos hacer juegos que amenacen a la economía en su conjunto». La escuchada voz del gurú financiero Warren Buffet, «el sabio de Omaha», exigió: «Debe haber una reforma en la manera en que los ejecutivos son recompensados por sus desempeños. Se han beneficiado con zanahorias financieras sobredimensionadas. Algunos palos significativos deben ser ahora parte de su esquema de empleo».
Se ha producido una especie de violación del contrato social entre ciertos sectores del liderazgo corporativo y el ciudadano común de los Estados Unidos.
La ciudadanía pide ahora nuevas reglas de juego que garanticen la confianza y más avances en la positiva y esperanzadora idea de la responsabilidad social empresarial.
Esto va desde democratizar el gobierno corporativo, haciéndolo más transparente, hasta temas definidores del carácter de una organización, como el buen trato al personal, el juego limpio con los consumidores, con productos de buena calidad y precios razonables, la salubridad de los productos, el cuidado activo del medio ambiente y la contribución seria y sostenida a grandes problemas de interés colectivo, a través de acciones de envergadura y alianzas estratégicas.
Ante las demandas, se están produciendo hechos nuevos continuamente, desde el proyecto de crear una nueva agencia reguladora protectora en EE.UU., en los últimos días, hasta la aprobación por la Unión Europea de una ampliación de los permisos de maternidad y la institución de un nuevo y único logotipo obligatorio que certifica que los alimentos han aprobado sus exigentes controles ecológicos.
También ha aparecido una nueva y promisoria ola de innovaciones en el compromiso de las empresas con la sociedad. Entre otros ejemplos, la Fundación Gates se propone invertir en vacunas 10.000 millones de dólares en los próximos diez años. Esto podrá salvar la vida de 7,6 millones de niños menores de cinco años entre 2010 y 2019. Margaret Chan, directora de la Organización Mundial de la Salud, dijo que esta iniciativa no tiene precedente y ha llamado a los gobiernos y a otros aportantes privados a acompañarla. Telefónica sigue expandiendo su programa Pro Niño, que está sacando del trabajo infantil a cerca de 200.000 niños en 14 países de América latina. The New York Times comenta el caso del laboratorio Glaxo, número uno en el mundo en el índice de acceso a medicinas. Introdujo reducciones de precios y donaciones a países pobres. Su CEO, Andrew Witty, declaró: «Estoy al frente de una organización que puede realmente hacer una diferencia para la gente del Tercer Mundo y no quiero ser la persona que, después de equis años, mire atrás y diga que hubiera deseado hacer mucho más».
Muchas miradas se dirigen, asimismo, a las escuelas en las que se preparan los nuevos gerentes. Hay conciencia creciente de que la sólida formación tecnológica que con frecuencia daban no estaba acompañada por una discusión continua y a fondo de los dilemas éticos planteados en el ejercicio de un campo de tanto impacto en el bienestar colectivo como es la gerencia.
La demanda de cambios ha surgido de los mismos estudiantes. La promoción 2009 de Harvard tomó la iniciativa de un juramento voluntario para los MBA (másteres en administración de negocios). Uno de los graduados explica: «Existe el sentimiento de que queremos que nuestras vidas signifiquen más». En América latina, entre otras iniciativas, se creó, con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Agencia Española de Cooperación Internacional (Aecid), la Red Iberoamericana de Universidades por la Responsabilidad Social Empresarial (Redunirse), integrada por 151 universidades de 20 países y cuya sede ha sido confiada a la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
El avance de la responsabilidad social empresarial en autoexigencia, calidad y compromiso es hoy, después de los efectos de la crisis, una demanda social cada vez más aguda en el mundo y en América latina, donde hay tanto por hacer en esta área crucial. El reto está abierto, y es urgente.