Testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama
Soy soltera y tengo 42 años, me dedico a las ventas. Desde hace más de 20 años padezco enfermedad fibroquística. Dicho problema lo presenté desde los 20 años, aproximadamente. La primera vez que me percaté de esto fue cuando mi mamá me llevó con su ginecólogo, el cual, después de auscultarme y sin previo aviso, tomó una aguja y me dijo «Cierra tus ojos y no te preocupes, relájate», y metió dicha aguja en mis senos. Al ver que no salía nada de líquido, se me quedó viendo y me dijo: «Hmmm… Creo que no habrá más remedio que operarte». Cuando mencionó esta palabra me quedé helada, entonces pregunté el porqué. Él me explicó que el hecho de que no saliera líquido del quiste significaba que éste estaba sólido y, para evitar problemas posteriores, había que quitarlo.
Como a los tres meses de esta información entré a cirugía por primera vez; obviamente estaba muy asustada, pero aun así llena de confianza. Claro, esto era algo nuevo para mí, así que con mucho temor me sometí a la operación. Salí al día siguiente y el resultado de esta primera cirugía estaba bajo control, todo estaba bien, se trataba de un quiste benigno.
Paso el tiempo y, como a los dos años, nuevamente presento este problema. Volvemos a ver al médico, quien me somete de nuevo al mismo procedimiento. En esta ocasión ya no me realizó ninguna punción, directamente programó la cirugía. Supuestamente yo saldría por mi propio pie ese mismo día, pero no fue así. La cirugía se retrasó, yo tardé en volver de la anestesia y tuve que quedarme esa noche. Pero por fortuna el diagnóstico volvió a ser favorable.
Pasaron aproximadamente dos años de la segunda cirugía, cuando de nueva cuenta comienzo a sentirme los quistes en ambos senos. Esta vez le dije a mi mamá que quería cambiar de médico, pues la segunda experiencia había sido muy desagradable para mí y había perdido la confianza en él.
Cambié de doctor, esta vez recurrí a una mujer. Con ella me atendí varios años. Me sometió a un tratamiento con medicamentos, el cual funcionó bastante bien, pero por desgracia tuvo que irse de la Ciudad de México. Yo sentí que me quedaba como barquito a la deriva, pues no sabía con quién acudir. Una amiga me recomendó a su ginecóloga, que se asustó debido a la gran cantidad de quistes que tenía. Le comente de mis cirugías previas y entonces me dio un medicamento muy fuerte, llamado Nemesteran, el cual me produjo serios problemas de resequedad en general. Lo tomé por varios meses, esto ayudó mucho a que los quistes se fueran disolviendo. El tratamiento solucionó gran parte del problema de los quistes, pero me ocasionaba otro tipo de consecuencias, por ejemplo, problemas de visión por no haber lubricación ocular.
A finales del 2001 fui a revisión con la ginecóloga que, al hacerme el ultrasonido, se dio cuenta de que otra vez tenía quistes, pero de diferentes tamaños y texturas, por lo que me remitió con un oncólogo.
En el 2002 el oncólogo me mandó a realizarme una mastografía, así como un ultrasonido para dar un diagnóstico más acertado. El resultado fue la recomendación de otra cirugía. Así lo hice, y está sólo reveló la enfermedad fibroquística.
Para 2003, en el mes de Abril nuevamente me programaron una cirugía, pues en la revisión periódica el doctor me hizo una punción en ambos senos y el dictamen reveló «Adenocarcinoma nivel bajo 0»; la recomendación era operar de inmediato. La noticia me cayó como balde de agua fría, ya que en ese momento estábamos con el problema de mi hermana, que también había tenido cáncer de mama y estaba en tratamiento de quimioterapia y radioterapias. Al saber esto me sentí muy mal, asustada, molesta, con una serie de sentimientos encontrados. Sin embargo seguimos adelante y me operaron. Despues de esta cirugía, se confirmó el primer diagnóstico.
El médico me dio tres opciones de tratamiento, ya que el cáncer que presentaba era totalmente curable pues se encontraba a nivel epitelial. La primera operación fue no hacer nada y seguir así; la segunda era hacer una cuadrantectomía, que consistía en quitar parte del seno. Y la tercera dar radioterapias. Yo le pregunté cual era la mejor opción, a lo que el me respondió que se inclinaba por la cuadrantectomía para checar hasta que nivel se había expandido; dependiendo del resultado, se consideraría tomar o no sesiones de quimioterapía.
La espera fue larga, y la segunda intervención fue en Mayo. Los resultados indicaron que todo estaba totalmente erradicado y que no sería necesario ningún tipo de tratamiento, lo cuál me tranquilizó muchísimo. Sabía que la había librado, así que puse toda mi confianza en mi médico y en checarme periódicamente para evitar futuros sustos.
La experiencia que me ha dejado todo esto es que no cabe duda de que ninguna mujer esta exenta de padecer este tipo de problema, por eso debemos estar siempre al pendiente de nuestro cuerpo, no tener miedo de tocarnos para darnos cuenta de que todo está bien, y en cuanto notemos que algo esta fuera de lugar debemos acudir de inmediato al médico.
El error más común que se comete en este tipo de situaciones es que se acude al ginecólogo; si este es un buen médico te remitirá de inmediato con un oncólogo, pero de no ser así puedes estar en riesgo de tener un cáncer avanzado.
Así que mi recomendación es que una vez al mes, despues de la menstruación, hay que tocarse los senos en un exámen de autoexploración. Esto ayuda a detectar a tiempo un mal que, por desgracia, se incrementa día a día en nuestro país y en el mundo. La edad no tiene nada que ver; antes también se decía erróneamente que los quistes de los senos podían ser cancerígenos porque no tenías hijos, lo cual no es verdad. Aún no se sabe mucho con exactitud, pero una revisión a tiempo puede ser la diferencia entre la vida o la muerte.
Fuente: Matices. 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama;
Lindero Ediciones, 2003. p93-94
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