Testimoniales de mujeres victoriosas del cáncer de mama
Callado, sigiloso, traicionero como el personaje odioso de algunas novelas; así es el cáncer.
Casada durante 30 años, madre de tres hijas, con el interés y la cultura necesarios para entender plenamente lo que implica la salud.
Aquel día, después de sentirme una bolita, una más, pues ya me habían extirpado dos hacía un tiempo, pedí cita con mi ginecólogo de toda la vida. Como siempre, me hizo una exploración; pero esta vez, a diferencia de otras ocasiones, de inmediato me mandó al laboratorio del hospital donde está su consultorio para realizarme una mastografía. Los resultados se los mandaron al doctor, y éste me pidió que fuera a verlo en compañía de mi marido, para que estando los tres platicáramos con calma.
Cuando mi esposo y yo llegamos a la consulta, el médico nos dio la noticia de que algo en mis resultados no estaba bien y nos remitió con un ginecólogo oncólogo especialista en cáncer de mama. De inmediato hicimos caso a la sugerencia del ginecólogo y fuimos a ver al especialista, quien me pidió que me realizara una serie de estudios para poder elaborar un diagnóstico más preciso. Y así lo hice.
Unos días después, cuando volví a verlo con el resultado de los estudios, el doctor Gómez Pedroso, que es una eminencia en este ramo y que hace un análisis profundo de sus diagnósticos, me dijo: «Señora, lamento decirle que tiene usted cáncer y que tenemos que iniciar de inmediato un tratamiento para combatirlo».
Propuso que primero se realizara una serie de quimioterapia y, posteriormente, una intervención quirúrgica en la que se extirparían los tumores; para ello tendrían que practicarme una masectomía radical de ambos pechos. También comentó que, llegado el momento y oportunamente, hablaríamos de una cirugía reconstructiva.
Seguramente las formas de responder ante esta noticia son muchas y muy variadas, tantas como temperamentos, personalidades, edades y circunstancias existen. En todos los casos es una noticia difícil de procesar, sin embargo, el fondo de todo esto sólo es uno y único: Aceptar la realidad y atenderse de inmediato.
El proceso es, sin lugar a dudas, dramático desde el diagnóstico, que por momentos tiene mucho parecido a una condena. Empieza con los cambios en la rutina diaria, y en vez de atender al marido y a las hijas empieza uno a asistir asiduamente a los consultorios médicos, a los laboratorios, hospitales y quirófanos. La vida interna también se modifica: las medicinas, el dolor, la caída del cabello -que podría parecer banal pero créanme que no lo es-, son pérdidas que se van acumulando en el alma.
Pero se puede y se supera. Por eso para mí es importante compartir mi testimonio, porque si uno se atiende a tiempo, el cáncer tiene remedio.
El cáncer no avisa, como comentaba en un principio, y los costos a pagar son muy altos en todos los sentidos. Por eso es importantísimo que hagamos de la visita al médico una costumbre, así como la realización de estudios y análisis para prevenir esta enfermedad. La prevención es vital para su cura, para mantenernos lo más alejadas de este mal. No es cerrando los ojos como lo evitaremos, sino tomando conciencia de que ninguno está exento de padecerlo, por eso hay que estar prevenidos, alertas, cuidando nuestra salud.
Fuente: Matices. 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama; Lindero Ediciones, 2003. p139-140
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