Testimoniales de mujeres victoriosas del cáncer de mama
El proceso que viví con el cáncer se convirtió para mí en la película que no pasó. Fue algo muy curioso, porque tres años antes de que me lo detectaran, me descubrí una bola en mi seno cuando me estaba bañando; sentí que me moría. Inmediatamente, mi esposo me llevó a sacarme una mastografía y me operaron.
Todo pasó muy rápido, pero recuerdo que cuando desperté de la anestesia, lo primero que pregunté fue si todavía tenía mi seno; me dijeron que había sido benigno.
Pasaron tres años de este primer incidente cuando, por cosa de Dios, creí sentirme otra bolita. Como ya me tocaba mi revisión anual fui a hacerme mis exámenes de rutina y, al tener los resultados de la mastografía, la radióloga me dijo que había algo raro. Me comentó que como existía una cirugía anterior podía ser una cicatriz pero, ante la duda, me aconsejó que me hiciera la biopsia.
Posteriormente me operaron y el resultado fue positivo. No me quitaron el seno, sólo el cuadrante, así como dieciséis ganglios: dos fueron positivos. Mi aspecto es raro, tengo mi seno cuchito, como siempre digo yo.
Mi recuperación fue rápida. Fui a trabajar todavía con la cánula, y a los tres días de operada empecé a hacer ejercicios con el brazo, por lo que no tuve problemas de movilidad con él.
Cuando me dijeron que por la invasión a los ganglios debía recibir quimioterapia y radiación, ahí sí la cosa se puso fea, pues yo no quería, sólo lloraba y lloraba. No quería recibir la quimio. No quería. Había visto películas donde mostraban el dolor y los conflictos que se formaban alrededor de los pacientes con cáncer.
Mi esposo me hizo ver la importancia de recibir la quimio para mi recuperación, entonces lo acepté. Él me apoyó: en cada sesión me acompañaba y estaba conmigo todo el tiempo leyéndome o platicando para distraerme.
Para mi sorpresa, me fue bien con las quimios. Sólo en dos ocasiones tuve vómitos y mareos, eso sí, seguí al pie de la letra las recomendaciones de estar en completo reposo. Me la ponían el jueves y para el lunes ya estaba trabajando, o sea que no resultó tan traumática como yo esperaba.
Luego vinieron las radios. Me las dieron por seis semanas todos los días y me iba yo sola. A pesar de que me habían dicho que probablemente no me iba a sentir bien para ir a trabajar; sólo falté una tarde. Tengo la piel muy blanca, pero no tuve problemas, sólo me salió una ulcerita.
El tiempo que duraron los tratamientos se llenó para mí de experiencias muy positivas, ya que como me decía una señora que me ayudó mucho: «El cáncer es amor».
Doy gracias a Dios, a mi esposo, a mis hijas, quienes siempre estuvieron conmigo apoyándome, ya que no fue nada fácil. En los momentos en que me daban depresiones, mi psicóloga de cabecera, mi hija Kayros, me decía: «No puedes llorar, tú estás bien». Lo hacía para levantarme, pero a veces me costaba mucho trabajo.
Creo que el haber pasado por esto cambió mi vida en muchos aspectos porque, aunque no soy una persona fácil de carácter, lo cierto es que también soy muy extrovertida, y el poder hablar de lo que me ocurría me ayudó mucho.
El perder el pelo fue algo muy difícil también pues, aunque te lo dicen crees que no es lo más importante y te preparas, cuando finalmente te pasa es una batalla más que cumplir.
Lo curioso en todo este proceso de sobrevivir al cáncer es que la gente te ve de manera distinta. Cuando pasó todo el tratamiento me decían: «Creí que te ibas a morir, te veías muy mal». Yo nunca me sentí así, nunca dejé de arreglarme, y también pensé: «De ésta no me voy». También aprendí que la vida no la tenemos comprada y que todo está en manos de Dios. Y aprendí que tengo que pedir por mi salud y por la de la gente que quiero.
En este proceso recibí la demostración, en mil formas diferentes, de cómo me quería la gente que me rodeaba.
Y esto fue lo que me hizo crecer y saber que debía tener un cambio, pensar más en mí y en lo que me gustaba hacer; de ahora en adelante, debía disfrutar de cada momento, bueno o malo, pues no sé si mañana lo vuelva a tener.
Casi estoy al final de los cinco años de mi operación y cada vez que me toca revisión, entro en pánico; pero cuando todo sale bien doy gracias a Dios de que estoy sana y viva, contándote todo esto para que mi experiencia te sirva.
Fundación Cim*ab
Fuente: Matices. 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama; Lindero Ediciones, 2003. p 127-128.