Testimoniales de mujeres victoriosas del cáncer de mama
Soy una mujer que ama y disfruta la vida. Tengo dos hijos que están entrando a la adolescencia y ya no pensaba tener más, pero un embarazo no planeado trajo, a mis 39 años a mi precioso Juan Pablo. La llegada de este bebé sorprendió a toda la familia, pero lo recibimos encantados y llenos de emoción.
Juan Pablo no había cumplido los dos meses de vida cuando noté una bolita en mi seno. Creí que se trataba de un residuo de leche, era lógico pensar así, estaba amantando a mi bebé, siempre había sido muy cuidadosa con las revisiones médicas del Papanicolau, chequeo manual de mis senos y asistencia periódica, sobre todo a últimas fechas cuando por el embarazo cada mes estaba en su consultorio.
De todos modos decidí atenderme la bolita y visité a dos médicos; ambos me realizaron una punción para evitar una biopsia. Pero los estudios del laboratorio revelaron un carcinoma mamario, nódulo de mama, es decir, cáncer mamario. Pedí entonces opinión de dos oncólogos, los cuales me mandaron hace una mastografía y un ultrasonido de mama, pero todo apuntó al mismo diagnóstico. Estaba comprobado que tenía cáncer.
El Cáncer era un palabra que no estaba en mi vocabulario, pero marco mi vida para siempre. Me operaron y me practicaron una cirugía radical. Se me propuso un esquema de seis sesiones de quimioterapia y seis semanas de radioterapia. Todo fue tan rápido, tan inesperado, desde el embarazo de Juan Pablo hasta el fin de tratamiento contra el cáncer; que no acababa de digerir lo que me estaba pasando.
En el proceso, mi pregunta más socorrida era: “¿Cuándo termina esto?”.Quería saber todo acerca de mi enfermedad, tomar decisiones bien informada. Me comunicaron que después de terminar el tratamiento tenía que someterme a chequeos cada tres meses durante los primeros dos años, el siguiente año cada seis meses y después cada año, hasta llegar al quinto cuando bajan los índices de reincidencia y mi estancia en esta vida tuviera mayores oportunidades. Sentí que aún me faltaba una eternidad para considerar que la había librado…
Lloré tanto que quede exhausta. No entendía por qué el cáncer había aparecido en mi cuerpo. Siempre me he considerado una mujer que ama la vida, que se alimenta bien, que disfruta la variedad de los alimentos, que le encanta el deporte, levantarse temprano y maravillarse con los amaneceres. Nunca he fumado, entonces ¿dónde estaba el origen de mi enfermedad?
Me costó trabajo aceptar que yo Paty, tuviera cáncer, pero al mismo tiempo esa Paty se rebelaba aceptar su destino. Miré a mis hijos y pensé que quería más tiempo con ellos. El cáncer no iba acabar con mi vida, no estaba dispuesta a permitírselo. Estaba consciente que la ciencia había avanzado agigantadamente en este ámbito, que existían medicamentos nuevos para combatir esta enfermedad y sus efectos, pero también sabía que iniciaba un duelo, un trance largo, difícil. Así que necesitaba convencerme de que algún beneficio habría de traerme en el futuro todo este proceso.
No sé llamarle prueba, tal vez la palabra adecuada es experiencia, pero sea como sea, se llame como se llame, me hizo reflexionar mucho sobre la vida misma. Por supuesto que quería vivir, iba a luchar por continuar viva, pero adquirí conciencia de algo que antes no había tomado en cuenta. No sólo quería vivir, quería vivir bien. No solo era la cantidad, si no la calidad. Fuera el tiempo que fuera, había decidido vivir la vida de la manera más maravillosa que fuera posible.
Después de terminar las quimioterapias, resulto que por un estudio meticuloso que le realizaron a mi “nódulo”, pude prescindir de las seis semanas de radiaciones que me habían propuesto. Mi cabello empezó a crecer y ahora luce chino y precioso.
Aunque quisiera, no puedo ser la misma de antes. Hoy abro los ojos cada mañana y siento una enorme alegría por tener el privilegio de iniciar un nuevo día. Siempre busco algo que me haga sentir bien, que me haga disfrutar y eso logra que el día no pase desapercibido. Mis hijos los familiares, los buenos amigos, las risa, la naturaleza, los lugares nunca visitados, una buena película, mi trabajo, el descanso, la música … en fin, hay tantas cosas que disfrutar y que me encantan …
Ya no planeo el futuro, dejo que sorprenda el presente y revivo las cosas hermosas de mi pasado. Estoy agradecida con Dios por permitirme vivir un día más y poner en mi camino a la gente adecuada. Hubo tantas personas que sin conocerme oraron por mí.
Hay quienes no tienen un marido que pueda pagar el tratamiento, hay personas que no pueden estar con sus hijos, con sus familiares, con sus amigos, que no tienen el privilegio de sentir su amor en este trance, Yo tuve todo esto conmigo y a mi lado, por eso soy afortunada.
Mi abandono en Dios trajo mucha paz y tranquilidad en mi vida, sabía que no iba a poder salir adelante sola.
Quiero agradecer muy especialmente a mi maravilloso grupo de oración de Mexicali. A mis familiares que, incondicionalmente estuvieron conmigo: Norma, Eric, Bertha, Chelito. A mi gran amiga Rebeca, que siempre ha estado dentro de mi corazón. Y en especial a Dios, por darme esta oportunidad de quedar plasmada para siempre en este libro.
Por esto y por todo lo que aún no alcanzo a digerir, mi corazón está abierto para quien lo necesite, para que mi experiencia le ofrezca una esperanza de vida y que su meta sea ser una sobreviviente del cáncer de mama. Con Cariño.
Fuente: Matices. 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama; Lindero Ediciones, 2003. p105-106