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Matices: Tere Alarcón

Testimoniales de mujeres victoriosas del cáncer de mama

Tengo 39 años, un año y medio de casada, y hace cuatro meses me detectaron un pequeño tumor. Por el tamaño, nadie se imaginó que pudiera ser maligno, ni siquiera mi oncólogo. Creo que tuve mucha suerte, porque me topé con médicos expertos y profesionales que no me han abandonado y han sido muy atinados. Yo también he participado con lo que me toca, pues siempre he sido muy responsable con todas mis revisiones, con una buena alimentación y ejercicio.

Cuando me detectaron el tumor; mi oncólogo me comentó que no era maligno, pero que de todas maneras había que operarlo, por eso digo que he corrido con suerte de no toparme con médicos negligentes. Mi doctor, Luis Alfaro, dice que «bolita que sale es una bolita que hay que sacar, sea benigna o maligna». Así que me extirparon un tumor de un poco menos de un centímetro.

Me abrieron desde la axila hasta el pezón, nada más me quitaron el tumor; un poco de tejido alrededor para prevenir, y ganglios para rectificar qué tan extendido estaba. Afortunadamente no se había extendido, los ganglios no salieron infectados y el tumor me lo sacaron completo; eso es una especie de «garantía» de que no había caminado. Estoy actualmente con tratamientos, más que nada a manera de prevención.

La palabra «cáncer» en sí misma creo que provoca terror, y más si te dicen que está en tu cuerpo. En un principio, cuando me lo comunicaron, debo confesar que sentí miedo, angustia. No sabía si eran alucinaciones por la anestesia que aún no terminaba su efecto. Pero cuando supe que era verdad, me di cuenta de que mi ignorancia respecto al tema y quise saber todo acerca de esta enfermedad, tener una postura, pero bien informada. Esto, al menos a mí, me regaló tranquilidad.

La radioterapia y la quimioterapia han sido una pequeña pesadilla, pero me han ayudado mucho a estar atenta a las nuevas investigaciones, leer mucho y tener una actitud positiva. Sin embargo, a veces no puedo creer que yo haya tenido cáncer y digo «haya tenido cáncer», pues siento que desde el momento en que me operaron, el cáncer se fue de mi vida.

Quizá el no haberlo sabido hasta que «se fue» haga que lo visualices de otra manera, ya que los tratamientos, en mi caso, han sido más fuertes que la misma enfermedad.

Tengo ganas de vivir, de salir de este trance lo antes posible. Acabo de empezar una vida con mi pareja y no quiero que esto me vaya a limitar. No tengo hijos ni deseo tenerlos, así que si los tratamientos y el cáncer me afectaran en ese sentido, al menos para mí no sería una pérdida.

Realmente me siento muy afortunada y muy contenta de seguir viva y de estar bien, y si puedo ayudar en algo a alguien me sentiré muy satisfecha. Tal vez algo así como cuando adoptas a un niño sin recuersos para ayudarlo en su educación, así me gustaría a mi «adoptar» a una mujer con cáncer, para compartir mi experiencia con ella, para poderla guiar en su proceso, darle consejos, mantenerla informada, que disminuya su temor y que no se sienta sola.

Tal vez porque aún estoy en tratamiento, todavía no he aterrizado bien respecto a lo que me pasó, pero para mi es una página que ya volteé. Acepté tomar todas las precauciones para evitar una reincidencia, porque quiero vivir y quiero vivir bien, con la conciencia de haber hecho lo que tenía que hacer. Ahora estoy más consicente de que soy tan vulnerable a la muerte como cualquier persona, como el señor de la tienda, como la prima lejana a quien le dio otra enfermedad o la tía que tuvó neumonía.

Hoy sé que yo tambien me puedo enfermar, que también me puedo morir aunque tenga 39 años.

Obviamente no me gusta sufrir; siempre he concebido a la muerte como el «paso final» y prefiero imaginarla como algo hermoso, como el final de una meta, como algo lleno de luz. Por eso en algún momento llegué a pensar que si esta enfermedad no me la hubieran detectado a tiempo, podría tener el final como el de tanta gente, en una agonía devastadora por una enfermedad terminal, como lo es el cáncer si no lo atiendes a tiempo.

Realmente esta enfermedad no ha cambiado mucho mi vida, aunque sí me dio la oportunidad de recibir grandes demostraciones de afecto. Qué pena que me tuvo que pasar esto para que mi familia política se acercara a mí. Me dio gusto darme cuenta de que si les importo. Sin embargo, hubo a quien se lo oculté. A mi papá. Él es una persona mayor; de 86 años, es viudo, y no quise preocuparlo. ¡Qué podía hacer él! Me hubiera encantado que me apapachara, pero preferí sacrificar eso a cambio de su tranquilidad.

Ahora siento que a veces damos por hecho que el estar vivos es algo permanente, y decimos «Mañana cuando me levante…» o «Pasado mañana le llamo a…» y el cáncer me hizo reflexionar sobre el tiempo y la existencia. A lo mejor «mañana» ya no estoy, por eso disfruto día con día, hago todo lo que tenga en mente para que no haya deudas con la vida el día que me vaya.

Fundación Cim*ab


Fuente: Matices. 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama; Lindero Ediciones, 2003. p94-95

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