Testimoniales de mujeres victoriosas del cáncer de mama
Siempre me consideré una mujer sana y afortunada. Con mi esposo hemos formado una linda familia. Aparte de dedicarme a atenderlos, también soy enfermera. Debido a esta profesión tengo contacto constantemente con el dolor; con la pérdida, con la desesperación, con la depresión, pero también con la esperanza de una nueva oportunidad.
Por supuesto que había oído hablar del cáncer; había tenido contacto con pacientes que lo padecían, pero jamás, jamás pensé que llegaría a mi vida, y menos cuando aún me siento joven y tengo muchas cosas por las que quiero seguir viviendo en este mundo.
Siempre he sido una mujer deportista, llevo una vida sana, trato de tener una alimentación balanceada; alguna vez fumé, pero de eso hace ya dieciocho años. Soy corredora, es mi gran pasión. Correr no es sólo un pasatiempo, lo considero parte de mi vida, es algo que me llena y me satisface plenamente. Por eso la llegada del cáncer fue tan inesperada, tan poco probable según mis esquemas; fue una noticia que más bien parecía una broma cruel del destino, pues por ese tiempo estaba entrenando para un maratón campo traviesa México-Cuernavaca. A pesar de mi enfermedad decidí seguir trabajando, pues eso me ayudaba a no pensar en lo que estaba por venir.
Ahora me encuentro luchando por mi salud, sin embargo me siento afortunada por haberme detectado el cáncer a tiempo. Tal vez, de no habérmelo descubierto en etapa temprana, no pensaría lo mismo, pero aun así no soy de las personas que suelen lamentarse de su suerte.
Es difícil enfrentarse a los cambios físicos y psicológicos que trae consigo una vasectomía. Las quimioterapia suelen ser muy desgastantes, muy pesadas, y tal vez el cansancio haga que una se sienta muy sola en el proceso.
Tuve que hacer un esfuerzo por recuperar mi autoestima, por sentir que me quería lo suficiente para luchar y seguir adelante, me consideraba una mujer fuerte que no iba a permitir que la enfermedad me ganara. Nadie mejor que yo misma para cumplir con la meta que me había fijado.
El sentirme sola me sucedía a pesar de tener y sentir el apoyo de la gente que me quiere. A veces tenía ganas de llorar pero no me lo permitía, no quería que los demás me vieran flaquear. Pero luego entendí que llorar no era un acto de debilidad, de flaqueza, sino una explosión de tantos sentimientos encontrados que llevaba dentro, y que al alma le hacía falta ese descanso.
Había tantas pérdidas dentro de mí, me sentía devaluada, en desventaja con otras mujeres. Recuerdo una ocasión en la que sorprendí a mi esposo mirando a una mujer que pasaba por la calle; esto me provocó un llanto incontenible. Él no se dio cuenta de que yo lo había observado. Me sentía tan fea, tan inmensamente triste, tan abandonada, tan sola… Pensaba que jamás nadie me vería como miraban a esa mujer.
Cuando se lo comenté a mi marido, el trató de darme una explicación y de pedir disculpas por haberme ofendido con su proceder. Debo confesarles que en ese momento no me convenció, pero después de analizar el incidente me sentí bien, recapacité y pensé que por lo débil que me sentía le di demasiada importancia a algo que no la tenía. Lo que valía más era que él en todo momento estuvo conmigo y que, a su manera, me lo demostraba al preocuparse por mí, acompañandome siempre, y que mi valor no radicaba en una cubierta, sino por lo que soy internamente, por mi esencia.
Me compare con un chocolate: hay muchos que al mirarlos se antojan, pero cuando te los comes te das cuenta que no están tan buenos como aparentaban. Yo era como el chocolate fino, que no necesita que lo decoren demasiado porque su maravilloso sabor habla por sí mismo.
En mi interior hice la analogía entre los maratones que suelo correr y el proceso del cáncer. Así como me preparaba para la carrera en todos los sentidos y, al iniciar, toda mi energía estaba concentrada en ganar, en alcanzar esa meta que me había fijado, así con esa misma postura, debía y tenía que enfrentar esta enfermedad.
Tal vez pueda parecer extraña esta comparación, pero créanme que existe mucha similitud. Ahora no se trataba de ganar una carrera, se trataba de ganarle la batalla a la enfermedad, de prepararme, de afrontar, de valorar y de luchar para salir bien librada. Aquí no importaba en qué lugar llegara, la meta era llegar, seguir viva.
Creo, sin temor a equivocarme, que éste es el maratón más difícil en el que he participado, el más pesado de toda mi existencia. Nunca renuncié a una carrera, nunca abandoné un maratón, siempre llegué a la meta, y esta carrera por la vida ni tenía que ser la excepción, por dura que fuera.
Hoy, a la distancia, veo las cosas con otra dimesioón. Me he reconstruido por dentro y por fuera, estoy viva, ya nadie nota que estuve enferma. He tenido la fortuna de ser abuela en estas últimas fechas, una abuela aún joven, llena de vitalidad y con una actitud positiva.
Sin embargo la sombra del desasosiego de prono irrumpe en mi vida y tengo que seguir luchando para evitarlo. Hay circunstancias que me vuelven a hacer sentir en desventaja; a veces siento, sobre todo con la gente de mi trabajo, que no han valorado mi esfuerzo y dedicación, y que corro el riesgo mas que cualquiera de que se me considere menos útil, menos productiva, convirtiéndome así en la candidata más apropiada para un despido. Esto se lo atribuyo al cáncer, a que mis compañeros piensen que ya no soy tan competente como antes. Pero luego pasa el momento y las cosas se vuelven a acomodar. Tal vez mi impresión no sea la acertada, pero el percibirlas así me hace sentir mal, por eso creo que todavía tengo que trabajar conmigo misma, que tengo que recuperar mi autoestima desde dentro y no permitir que nadie, ni siquiera yo misma, me haga sentir que estoy en desventaja.
También me doy cuenta de que mucha gente me estima, pide por mí y está conmigo. Veo las cosas de otra manera, con más calma, y le agradezco a Dios por estar viva, por poder correr de nuevo.
Ahora ya corro diez kilómetros entre semana y catorce el fin de semana, pues voy a empezar a entrenar para un ultramaratón en la sierra Tarahumara con mi hermano, que a principios de este año participó en esa competencia y, con lágrimas en los ojos, me la dedicó.
Con todo mi corazón deseo que mi testimonio ayude, así como a mí me ayudo el compartirlo. Gracias.
Fuente: Matices. 27 testimonios de sobrevivientes de cáncer de mama; Lindero Ediciones, 2003. p148-149
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RECUERDA QUE DIOS NO DA ALGO A QUIEN SABE QUE NO PUEDE CON ELLO, ANIMO Y EL MARATON NO TERMONARA NUNCA PARA NOSOTRAS ASI COMO PARA MUESTRA PORRA NUESTRA FAMILIA ANIMO Y QUE DIOS LES BENDIGA NO TE CONOSCO PERO GRACIAS POR TODO Y LE AMO SOMOS HNAS EN LA MISMA CARRERA DE LA VIDA ANIMO
Sí, querida Trini, uno frecuentemente sabe cuando inició todo (en ocasiones uno sabe más que eso!! pero no se da cuenta), pero no cuando ni por dónde terminará.
Pero eso, eso no importa, porque ahora mismo, en este instante, tú estás luchando para mantenerte viva, positiva, «fuerte, sana y feliz».
Fuerte, sana y feliz!
Hasta siempre
Dios te concedió tu recuperación y ahora hay alguien más que se lo agradece.
Trini, por favor, envíame un email.
Que sigas de lo mejor, te deseo de corazón
Siempre rezando porque tu salud siga siempre bien. Por favor, envíame un correo.
[email protected]
Hola Trini, He leído tu testimonio y de corazón te felicito. Superar esta enfermedad es de personas con inmensa fé. Me gustaría mucho tener contacto contigo para poder ayudar de una manera más vivencial a muchas personas que no son ajenas al tema. Te mando un saludo desde Colombia