El turismo es, sin lugar a dudas, una de las áreas que México no puede descuidar por ser una de las principales fuentes de entrada de divisas. Sin embargo, su desarrollo va de la mano justamente del cuidado que como país tengamos con nuestros principales atractivos turísticos: la riqueza natural, cultural, arqueológica y la gastronomía, sólo por mencionar algunos.
Concretamente en el tema ambiental, como país debemos promover una sana relación entre el fomento turístico y su crecimiento, con la protección del medio ambiente y los recursos naturales.
Se comenta lo anterior en función de las reacciones que se han generado a raíz de la publicación el pasado diciembre de la actualización de la Norma 059 (NOM 059), la cual se refiere a la protección y conservación de especies de flora y fauna. En el caso del manglar, esta especie fue elevada de categoría al pasar de Protección Especial a especie Amenazada, situación que algunos inversionistas y desarrolladores han considerado como un obstáculo para el desarrollo de importantes proyectos turísticos, particularmente en Cancún y la Riviera Maya.
A lo largo de los últimos cuatro años, diversas organizaciones ambientalistas lucharon para que las cuatro especies de mangle (rojo, negro, blanco y botoncillo) fueran catalogadas como especie amenazada y obtuvieran de esa forma mayor protección. Esto, sustentado en el hecho de que México ha perdido el 65 por ciento de su población original de manglar y de que ésta sufre una deforestación del 2.5 por ciento anual. De mantenerse esta tendencia, para 2025 el país habrá perdido el 50 por ciento de su masa forestal, de acuerdo con el Instituto Nacional de Ecología (INE).
Vale la pena recordar que los manglares brindan una gran variedad de servicios ambientales: son zonas de alimentación, refugio y crecimiento de juveniles de crustáceos y alevines, por lo que sostienen gran parte de la producción pesquera; actúan como sistemas naturales de control de inundaciones y como barreras contra huracanes e intrusión salina; controlan la erosión, protegen las costas y mejoran la calidad del agua al funcionar como filtro biológico; contribuyen en el mantenimiento de procesos naturales tales como respuestas a cambios en el nivel del mar; mantienen procesos de sedimentación, sirven de refugio de flora y fauna silvestre y actúan como reservorios de carbono, por lo que ayudan a combatir el calentamiento global del planeta.
Dado lo anterior, el argumento que manejan los empresarios -particularmente de Quintana Roo- en el sentido de que la norma 059 debería flexibilizarse para establecer medidas de compensación como formas para recuperar zonas de manglar no es viable en México. El manglar sólo puede existir en zonas muy específicas de la costa las cuales están siendo destruidas por los desarrollos turísticos que no cumplen con el marco legal aplicable.
Además, los servicios ambientales que se pierden por su destrucción en una zona específica no pueden recuperarse para esa área si se proyecta plantar el mangle en otra distinta. Por ejemplo, el mangle que se plante a cien o 500 kilómetros de distancia no ayuda a detener los efectos de marejadas de un huracán en la zona donde se quitó el mangle.
Recientemente, la Auditoría Superior de la Federación (ASF), en sus investigaciones correspondientes a 2009, emitió un dictamen negativo a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en cuanto a la protección del ecosistema de manglar ya que, de una cubierta forestal de 882 mil hectáreas en 2005, bajó a 770 mil en 2009, perdiéndose un total de 111 mil hectáreas. El dictamen de la ASF afirma que la Semarnat otorgó 62 autorizaciones a proyectos que impactarían el ecosistema de manglar en 2009, encontrando además las siguientes anomalías:
-Pérdida de mil 559 hectáreas de manglar en 2009. La Semarnat no dispuso de sistemas de medición para identificar logros y resultados de las acciones realizadas para cumplir con el objetivo sectorial de conservar los ecosistemas de manglar y su biodiversidad. Esta dependencia no participó con la Profepa en la elaboración de las evaluaciones del daño ambiental generado por 27 obras o actividades en ecosistemas de manglar, las cuales no cumplieron con el procedimiento de evaluación del impacto ambiental. De las 42 Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA) que registran en su plan de manejo alguna especie de mangle, la Semarnat no realizó ninguna visita de supervisión técnica en 2009 ni definió metas de supervisión técnica a esas UMA.
-La Semarnat no dispone de información suficiente respecto de las implicaciones ambientales determinadas por los promoventes en las Manifestaciones de Impacto Ambiental (MIA), a fin de determinar las medidas compensatorias y de mitigación más efectivas. La Semarnat no toma en cuenta la normatividad aplicable en cuanto al aprovechamiento sustentable de especies en riesgo como el manglar. La dependencia no cuenta tampoco con una unidad o área encargada de dirigir las acciones de conservación de los ecosistemas de manglar. Carece también de atribuciones para la inspección técnica en el proceso de autorizaciones de impacto ambiental.
Resulta fundamental que los empresarios comprendan que la destrucción del manglar afecta directamente también al desarrollo de la industria turística, toda vez que altera el ecosistema cuya riqueza natural es justamente el punto de atractivo de los miles de turistas que visitan la Riviera Maya. De igual forma, volver una zona más vulnerable al impacto de los huracanes y el cambio climático tarde o temprano repercute en pérdidas económicas para los desarrolladores.
Nuestro país debe armonizar una política de impulso y promoción al turismo, con la efectiva aplicación de la ley para la protección de los recursos naturales. Y en esta labor, la Semarnat tiene un importante papel que jugar, manteniéndose firme en la defensa del marco legal ambiental.
Fuente: El Financiero, Sociedad, p. 34.
Articulista: Gustavo Alanís.
Publicado: 29 de marzo de 2011.