Con el fin de proteger la propiedad intelectual de la marca y el valor en el mercado, Burberry optó el año pasado por quemar productos no vendidos, una práctica que puso en duda su compromiso con el medio ambiente y su responsabilidad social y que por esa razón la marca de lujo anunció que dejaría de realizar esta práctica común en la empresa.
De acuerdo con El País, unas semanas después de que Burberry quemara sus prendas de ropa, la televisión pública sueca informó de que una central eléctrica a 100 kilómetros de Estocolmo, para eliminar los combustibles fósiles en 2020, pretendía usar solo aquellos que considerase renovables y reciclados.
Es por eso que quemó en 2018 madera desechada y basura, incluidas 15 toneladas de ropa descartada de H&M (según Bloomberg, no apta para el consumo), un porcentaje mínimo de las 400 mil toneladas de desechos que necesita para suministrar energía a 150 mil hogares.
Para Andoni Uriarte, director técnico de Recircula, expresidente y fundador de la Asociación Española Recicladores PET (Aserpet), la ropa quemada de la iniciativa sueca:
«Es una contradicción si la central pretende usar fuentes renovables, esas prendas son en su mayoría polímeros artificiales, derivados del petróleo (una fuente no renovable), principalmente poliésteres y poliamidas”.
«El aprovechamiento con menor impacto ambiental es prevenir, junto con reutilizar y reciclar. La incineración es viable si esas tres opciones no son posibles. En procesos de aprovechamiento de energía como ese, debe darse un nivel de pureza muy elevado de materiales para que sean seguros para el ser humano y medioambientalmente. Por ejemplo, en la recogida y tratamiento de residuos en España, donde la separación selectiva es pobre o casi inexistente en algunos casos, son prácticamente inalcanzables».
Para el experto, hace falta una legislación con responsabilidad para los fabricantes textiles, así como las hay para otras industrias.
Según Luis López Aranguren, miembro del colectivo de reciclaje textil Altrapo Lab, «la incineración es de los sistemas de gestión de residuos menos eficientes, incluso si la quema de ropa crea energía (tampoco excesiva) sigue siendo un recurso textil mal aprovechado».
En un estudio elaborado por la consultora estratégica McKinsey en 2016, la producción de ropa mundial se duplicó entre 2010 y 2014. El número medio de colecciones anuales de las empresas europeas aumentó de dos a cinco entre 2000 y 2011, en el mundo anualmente se venden 80 mil millones de prendas, la cantidad de estos desperdicios en EE UU se ha duplicado en 15 años y, en 2015, las emisiones de gases de efecto invernadero de la producción textil global superaron las de todos los vuelos internacionales.
Y es que según El País, el 95% de los textiles terminan en la basura, es por ello que algunas tiendas como H&M comenzaron un proyecto de recogida en sis tiendas que solo en España, ha alcanzado las 6 mil toneladas.
Para Gema Gómez, de la plataforma de moda sostenible Slow Fashion Next, considera que ya desde la fabricación es preferible apostar por diseños más atemporales y por materias primas puras y saludables, mezcladas lo mínimo, o con otras compatibles, «para que sea posible compostarlas o reciclarlas al final de su vida», dice.
«Y sin químicos nocivos, empleando en lo posible el diseño zero-waste (sin residuo), para evitar de un 5 a un 20% de los restos pre y posindustriales», aclara.