FORMA Y FONDO CCXLV
Hace ya unos años, se presentó el libro: País de mentiras. La distancia entre el discurso y la realidad en la cultura mexicana. La autora es la escritora e investigadora de la UNAM Sara Sefchovich y expone que en el México del siglo XXI siguen siendo compañeras fieles de nuestra historia la mentira y la simulación; pero lo peor es que esos antiguos usos y costumbres se han convertido en la única forma de gobernar.
El tema viene al caso porque hoy en día, gran parte de la nación pone en duda la información que se le hace llegar, sea por medios oficiales o por los informativos tradicionales. Lo mismo trae duda un conflicto estudiantil por las consideraciones y privilegios con que se trata a los protestantes, en el sentido estricto de la palabra, que una tragedia como la del edificio de Pemex, la reforma educativa o la laboral, o tantos otros temas relacionados con seguridad, programas sociales y así hasta formar un amplio catálogo…
La conclusión es la misma: ni el Presidente ni el Gobernador declaran o actúan si no es en base a los informes que reciben de sus empleados, porque ellos solos no pueden hacer el trabajo. La incógnita es quién les sigue fallando. Qué eslabón de la cadena de poder está débil, qué persigue y hasta cuando lo seguirán permitiendo. Reportarles que el país vive una situación exitosa no solo es, en muchos casos, fallarle al amigo, es traicionar la confianza, los principios y al país. No se puede gobernar bien sin una comunicación confiable. La comunicación no es gobierno, a pesar de que se le considere un poder, pero cuando es deficiente, un gobierno resulta impopular e incomprendido.
Algo similar pasa en cuanto al fondo de todo lo que atañe al medio ambiente, conciencia ambiental y desarrollo sustentable; es un capital político del que se habla mucho pero sigue descuidado y se considera un tema raro, porque salvo excepciones, hay desconocimiento y falta de sensibilidad.
Ahora se sigue anunciando un decidido esfuerzo por revitalizar al agro, lograr la suficiencia alimentaria empezando porque los siete millones de compatriotas que padecen hambre tengan algo que llevarse a la boca, y lograr que los temas de pobreza y salud sean superados.
Como muestra es recordado el fallido programa de Pro Arbol, por las alegres cuentas y resultados de éxito que circularon en su momento. Se implementó en sitios de fácil acceso, para darle al evento un tono social y familiar. Se convocó a sindicatos, empresas, escuelas, servidores públicos y a todo el que quisiera sumarse. Los frutos de esta actividad fueron mínimos, porque se llevó a cabo a la inversa. La reforestación aporta una serie de beneficios y servicios ambientales, aumenta la fertilidad del suelo y mejora la retención de humedad; pero debe hacerse de las partes más altas hacia abajo para evitar que en época de lluvias el agua deslave las capas de tierra convirtiéndose en muchos casos en verdaderos torrentes y avalanchas de piedra y lodo con altos costos de vidas y bienes. Al retener la tierra, se acumula más agua que infiltra los suelos y recarga los acuíferos. Otro beneficio olvidado es la preparación del terreno en partes medias y bajas para las fábricas de agua, de las que hay ejemplos exitosos en el país.
El México contemporáneo exige una reingeniería de la idea de país y de Patria que necesitan sus 120 millones de habitantes. Ya es tiempo de que los equipos de colaboradores que maquinan las historietas para la opinión pública, se apliquen a otros que motiven a estudiar, trabajar, producir y vivir como parte de un gran equipo nacional. Así, con el tiempo y un ganchito, vox populi, las mentiras piadosas quedarán en la historia.
La forma: aprender a trabajar sin trampas haciendo las cosas bien y a la primera.
El fondo: alcanzar el desarrollo sustentable porque: TODOS SOMOS NATURALEZA.
ACACIA FUNDACIÓN AMBIENTAL A. C. [email protected]