Los seres humanos tendemos a pensar que el agua es un recurso natural cuya fuente es inagotable y que nunca nos va a faltar. Aunque sí hay cada vez más conciencia acerca de su ahorro, no ha sido suficiente y nuestra tendencia es a desperdiciarla, darnos largos baños, lavar el auto y los platos sin cerrar la llave, entre otros comportamientos que generan un alto desperdicio de este líquido vital tan importante, que es de todos. No somos conscientes de las consecuencias que la escasez de agua puede traer a la humanidad y, por tanto, no la cuidamos.
En respuesta a este comportamiento, algunos países o regiones del mundo pueden llegar a sufrir lo que se conoce como estrés hídrico o “la relación entre disponibilidad de agua superficial y subterránea con respecto a los diferentes usos humano, agrícola e industrial”, de acuerdo a un estudio publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México. En otras palabras, es un fenómeno cada vez más conocido que se da cuando, durante un periodo de tiempo, la demanda de agua es mayor a la cantidad disponible en ese momento, o cuando la disminución en su calidad, limita el uso de la misma.
El cambio climático que a veces llega con intensas lluvias y otras veces con largas sequías influye en esta condición. La cantidad puede verse disminuida ya sea porque hay lagos contaminados, hay zonas sobreexplotadas o ríos secos, y la calidad es impactada principalmente por contaminación del agua. No solo el comportamiento humano en cuanto al uso personal del agua afecta su estabilidad; también lo hacen las organizaciones que sobreexplotan, abusan y gestionan inadecuadamente este recurso en pro de un beneficio económico.
La escasez o crisis de agua, como comúnmente se le llama, afecta a todos los continentes. Según las Naciones Unidas, “1.2 billones de personas o casi un quinto de la población mundial vive en áreas de escasez física y 500 millones están llegando a esas condiciones. Otro cuarto de la población, equivalente a 1.6 billones, enfrenten hoy día racionamientos de agua.” Sucede principalmente en países donde no existe la infraestructura necesaria para obtener agua de ríos o fuentes hídricas. Un área se puede considerar con estrés hídrico cuando su disponibilidad cae por debajo de 1.700 metros cúbicos por persona. Si los niveles bajan a menos de 1.000 m3, se considera escasez de agua y por debajo de 500 m3, se está enfrentando una escasez absoluta.
Como se puede observar en el mapa, México enfrenta una situación de estrés hídrico y alta probabilidad de llegar a niveles de escasez en gran parte de su territorio nacional. Aunque cuenta con 3.776 metros cúbicos por persona al año, su calidad no es buena y la distribución es inequitativa. Debido a condiciones desérticas, el norte del país cuenta con una mayor escasez a diferencia de la región centro y sur.
Para el año 2030, se espera que en algunas regiones se pueda llegar a niveles de suministro de agua por debajo de los mil metros cúbicos anuales por habitante. Por ejemplo, las regiones hidrológico administrativas que pueden sufrir de escasez en un futuro son “Península de Baja california”, “Río Bravo” y “Aguas del Valle de México”, pues se estima que presenten un bajo nivel de agua renovable per cápita y la sobre explotación de aguas subterráneas afectará sistemáticamente el ecosistema en algunas de ellas.
Afortunadamente, México cuenta con el Instituto Mexicano de Tecnología del agua, que es referente en la región y trabaja arduamente para enfrentar los retos que el país enfrenta en cuanto a la escasez del agua. Sin embargo, debe haber un esfuerzo conjunto entre gobierno, sector privado y academia para seguir educando sobre el valor de este recurso y por tanto su correcto uso en el ámbito social, ambiental y empresarial.
SUSTENTUS concentra sus esfuerzos en el área de sostenibilidad, por medio de estudios orientados hacia la gran empresa y el emprendimiento social, propiciando la vinculación entre la academia, la iniciativa privada, y las organizaciones de la sociedad civil para el desarrollo de proyectos conjuntos.
El centro pertenece a EGADE Business School sede Monterrey, y es dirigido actualmente por su fundador el Dr. Gerardo Lozano Fernández, quien ha estudiado la sostenibilidad empresarial desde el año 1999.En esta columna encontrará casos sobre empresas y OSC que han generado un desarrollo sostenible en diversos países de Latinoamérica. Además encontrará diversos análisis y opinión sobre las tendencias y prospectiva de la sostenibilidad empresarial a nivel internacional.