1. Obama perdió en Massachusetts un escaño vital en el Senado, su aceptación entre los electores se desploma, su reforma al sistema de salud parece naufragar, la extrema derecha lo desafía abiertamente en los tea parties, nadie sabe cómo se controlará el enorme déficit del gobierno de ese país, las iniciativas de reducción de gases de efecto invernadero (cap and trade) languidecen en el Senado, la crisis económica hizo más terrenales e inmediatas las preferencias de los electores, un grupo de senadores se propone despojar a la EPA de facultades de regulación en materia de CO2, y, la importancia relativa y la creencia en el cambio climático como fenómeno inducido por el hombre se disipan en la opinión pública (de acuerdo con encuestas recientes del Pew Center).
El escándalo montado en torno de e-mails sustraídos de la universidad de East Anglia, y el error del IPCC con respecto al derretimiento de los glaciares del Himalaya contribuyen a la suspicacia incrédula.
2. Después de Copenhague la idea del “fracaso” se proyecta como profecía a auto-cumplirse. En Australia se rechaza legislación contra el cambio climático.
Cae (aunque no mucho) el precio internacional de los bonos de carbono y con ello los incentivos de las empresas para invertir en eficiencia energética y energía renovable. España y Alemania sufren el impacto fiscal de los subsidios a las energías renovables (feed in tariffs) y crece la presión para eliminarlos. Venezuela y sus estados clientes se niegan a firmar Copenhague y rompen la posibilidad de consenso. La crisis fiscal en varios países europeos (los PIGS) hace que las miradas y voluntades se concentren lejos del cambio climático.
3. Combatir el cambio climático implica modificar de inmediato las conductas de millones de personas a través de políticas impopulares, que los gobiernos hoy están menos dispuestos a emprender.
Los problemas de acción colectiva que plantea el cambio climático son terriblemente diversos (regulaciones internacionales de emisiones, información, monitoreo y verificación, mercados de carbono, financiamiento a mitigación y adaptación, transferencia de tecnología). Los países están divididos en grupos con intereses y poder fragmentados, ideologías y creencias divergentes, y poco dispuestos a alterar el equilibrio del Protocolo de Kyoto.
El principio de decisiones por consenso (entre casi 200 gobiernos) parece ahora impracticable, y hace remotas las posibilidades de construir un régimen unitario y vinculante de reducción de emisiones.
4. ¿Hay alternativa aparte del fracaso? Sí, y Copenhague ya lo anticipa. Se trataría no de un régimen unitario y vinculante (como Kyoto), sino de uno compuesto flexible e integrado por compromisos de países individuales o de clubes de países, a la medida de sus circunstancias específicas, voluntario pero verificable. Para darle “dientes”, habría un sistema de impuestos compensatorios de carbono a las importaciones de países no participantes, de manera consistente con la OMC.
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