A diferencia de otros países, buena parte del capital natural de México tiene un régimen de propiedad social.
La confianza, como factor social en el desarrollo sustentable, es una premisa para el correcto aprovechamiento de los recursos naturales de uso común como el agua, el aire y el suelo.
Desde la disyuntiva entre lo privado versus lo público, esa catástrofe fue documentada por Elinor Ostrom, premio Nobel de Economía 2009, en su libro The Tradegy of the Commons. México no es la excepción en la “tragedia de los comunes”, pero existe una agravante: nuestro país es considerado el cuarto a nivel global en megadiversidad biológica. De ese tamaño es nuestra responsabilidad en la estrategia global de adaptación al cambio climático.
A diferencia de otros países, buena parte del capital natural de México tiene un régimen de propiedad social y, especialmente, en el caso de las comunidades agrarias e indígenas bajo la figura del ejido colectivo. Así, lo que es de todos es responsabilidad de todos. Y ése es el otro paradigma, el contrario a la “tragedia de los comunes”, el que representa la esperanza para el desarrollo sustentable.
Encontrar esos factores que hacen “que lo que es de todos sea cuidado y respetado por todos”, es la tecnología social que pretendemos transferir a las sociedades y culturas que conforman este México, que es una “cobija de 191 retazos de diferentes telas”.
Hacer desarrollo sustentable es pensar el mundo en términos de lo que el “Informe Brundtland”, definió como modelo en 1987, para satisfacer las necesidades esenciales de la generación presente sin comprometer la capacidad de satisfacer las de generaciones futuras.
“Hacer desarrollo sustentable significa hacerlo económicamente rentable, socialmente responsable, tecnológicamente factible y, sobre todo, ambientalmente amigable.
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