Sábado, suena mi despertador a las 6 de la mañana y después de una larga semana solo podía pensar «¿Quién en el mundo se despierta hoy a esta hora?» Únicamente algo muy importante podía hacerme salir de mi seductora cama; se trataba de mi primera experiencia como voluntaria.
Así fue como comenzó mi día; y es que anteriormente había asistido a algunas conferencias de voluntariado e incluso había cubierto ciertas actividades como parte del trabajo, sin embargo nunca había participado de manera activa.
Fundación Grupo Modelo nos había invitado constantemente a participar por medio de su plataforma de voluntariado a sus diversas actividades a lo largo del país; como mantenimiento de áreas verdes, reforestaciones, limpieza de parques, playas, etc. y en esta ocasión decidimos participar, mi amigo Alex y yo, en la limpieza del Río Magdalena.
Debido a que el río se encuentra alejado de la zona urbana, Modelo nos facilitó el transporte para que todos los voluntarios pudiéramos llegar. Una vez en el parque, después del registro, los organizadores nos proporcionaron el material necesario para la limpieza: botas de plástico, bolsas de basura, guantes, rastrillos y una carretilla para transportar la basura.
Cuando llegamos al río me sentí un poco desconcertada, ya que esperaba encontrar un río con el agua casi verde y montones de basura, sin embargo lo que encontramos fue muy diferente; un bello paisaje con una corriente de agua bastante limpia, o al menos eso fue lo que pensé al inicio.
Yo estaba emocionada con mis botas de plástico, mi bolsa de basura, mis guantes y un palo de madera resistente que me encontró Alex, los cuales me permitían cruzar el río de un lado a otro. Conforme nos íbamos adentrando, para mi sorpresa, nos encontramos con muchos desperdicios en la corriente, enterrados en el lodo y atrapados entre las piedras.
Entre los voluntarios había varias parejas, amigos, niños e incluso un perro que estaba ayudando con la labor. Me sorprendió la gran cantidad de gente que busca ayudar de manera desinteresada donando su trabajo y tiempo, y además pensar que en ese mismo momento miles de voluntarios más hacían otras actividades en 56 ciudades de la República.
Al participar en esta actividad pude darme cuenta de las cualidades que debe de tener un verdadero voluntario, como trabajo en equipo, compromiso, entusiasmo, responsabilidad, empatía, actitud de servicio y perseverancia.
Entre los desperdicios que pudimos encontrar había bolsas de plástico, botellas de vidrio, pañales, envolturas de productos que ya ni siquiera existen en el mercado, corcholatas, monedas, un bote con gasolina, llantas e incluso un graffiti con dedicatoria de amor en una de las piedras más grandes del río que lamentablemente no pudimos borrar; lo que me hizo pensar en la falta de conciencia ambiental entre la comunidad.
Al finalizar la actividad, tras haber llenado tres bolsas con desperdicios, me sentía realmente cansada pero con una gran satisfacción de poder regresar algo a la naturaleza de todo lo que nos da, de saber que mi trabajo ayudó al ecosistema y que la desmañanada de sábado valió totalmente la pena. Sin duda una experiencia que estoy segura repetiré muy pronto y que todos deberían de vivir y compartir por lo menos una vez.
El hecho de que empresas como Grupo Modelo tengan este tipo de programas de voluntariado corporativo es muy importante, ya que logran ser un vínculo entre gobierno, organizaciones de la sociedad civil y sociedad interesada en participar en temas de medio ambiente y comunidad.