Las microfinanzas van más allà de los préstamos de pequeña cuantía a personas sin garantías, para abarcar todos los servicios financieros que una institución bancaria moderna puede poner a disposición de personas que, sin su ayuda, serían excluidas del acceso al crédito. Concebidas desde su origen como un instrumento para solucionar los problemas de la pobreza y el subdesarrollo, se complementan con toda una serie de servicios adicionales que van desde la formación para microemprendedores hasta programas de salud.
El crecimiento de la actividad microfinanciera de los últimos años se ha debido en gran medida al panorama internacional: abundancia de liquidez mundial, bajos tipos de interés, estabilidad macroeconómica en muchos países emergentes, disposición de los donantes ante iniciativas de este tipo y conciencia de la responsabilidad social de las entidades financieras, entre otras.
El debate se centra en qué debe primar, el resultado social o la viabilidad económica de las instituciones. En el cuaderno “La Responsabilidad Social de las instituciones microfinancieras: contribuyendo a la reducción de la pobreza”, el profesor del IESE Antonio Argandoña y los asistentes de investigación Alice Lariú y Ricardo Morel abordan este dilema.
¿Sostenibilidad o resultados sociales?
Un gran número de instituciones de microfinanzas han demostrado que pueden obtener buenos resultados económicos. Su capacidad para cubrir los costes de operación y de provisión de fondos no se cuestiona; incluso los inversores más exigentes se han visto atraídos por los beneficios obtenidos por estas entidades.
Pero, ¿ha eclipsado la dimensión económica de las microfinanzas su dimensión social? Según los autores, aunque su objetivo es eminentemente social, “la autosuficiencia económica es una condición necesaria para que la entidad no tenga que recurrir a una continua inyección de donaciones para continuar su actividad y ampliarla de acuerdo con las necesidades marcadas por su misión social”.
Desafios y oportunidades
Como cualquier otro producto financiero, las microfinanzas no están exentas de riesgos y desafíos. Si bien las características específicas de cada entorno hacen que no se pueda hablar de problemas globales, sí existen unas líneas comunes respecto a los retos a los que se enfrentan.
El desconocimiento de las características de estos servicios hace la que las entidades financieras privadas encuentren atractivo invertir en otras áreas más testadas. Pese a todo, las perspectivas son optimistas y cada vez más instituciones se muestran interesadas en este sector. Gracias a las nuevas tecnologías, los costes derivados de las actuaciones, que fundamentalmente se sitúan en zonas rurales, se reduce. Algunas entidades, como Kiva, hacen de Internet su principal vía de comunicación entre donantes y beneficiarios.
La escasa bancarización de las personas en estos entornos de pobreza hace que la evaluación de los riesgos crediticios no sea fácil. Es muy difícil contar con unos historiales financieros cuando nunca antes se ha abierto una cuenta corriente. Es necesario desarrollar fuentes de información sobre la economía informal que proporcione a las entidades los datos necesarios para evaluar los riegos.
Otro de los desafíos a los que se enfrentan las entidades microfinancieras son los altos costes de sus servicios, que los hace inaccesibles a una buena parte de la población, lo cuál está en contradicción con su objetivo inicial. Un método para su reducción sería, según los autores, utilizar redes de intermediación de bajo coste, de modo que sean accesibles a un grupo más amplio de la población.
Como sucede con los microcréditos, las remesas de personas emigrantes son flujos financieros muy importantes para los países en vías de desarrollo, pero también generan necesidades específicas. Los costes de estos envíos, aunque están en descenso, siguen siendo altos; su reducción es fundamental, puesto que generan sinergias entre la industria de envío de dinero y el negocio bancario.
Sí, pero con normas
Para superar estos retos y garantizar el correcto funcionamiento de estas entidades es necesario definir un marco regulatorio específico. El objetivo es reducir la fragmentación del sector y generar unas condiciones que no obstaculicen la entrada de otras instituciones financieras en estos mercados.
“Las instituciones microfinancieras tienen que ser capaces de transmitir a la sociedad el valor añadido que aportan” y para ello es fundamental la rendición de cuentas y transparencia. No se trata únicamente de hacer públicas las cuentas, sino de ofrecer una visión global de la organización y sus actividades.
Hay que poner énfasis en el capital humano y la capacidad de gestión de estas empresas. Dado que hay un vínculo directo entre calidad de las operaciones y la eficiencia en los resultados, la mejora en la primera se traducirá en un mejor servicio y un menor coste para los clientes.
Para los autores “una de las necesidades más urgentes del sector es ampliar el alcance y la extensión de sus operaciones, para llegar a más clientes potenciales”. Para ello es necesario replantear la escala de las microfinanzas, y el trabajo en red es la mejor opción.
Los beneficios del microcrédito
Pese a las críticas, los beneficios tanto económicos como sociales de las microfinanzas son múltiples. Sus beneficiarios pueden gozar de las siguientes mejoras en su calidad de vida:
1. Aumento de ingresos de los hogares. El crédito proporciona la base para el desarrollo de actividades comerciales, lo que conlleva un aumento de los ingresos y, por ende, a una mayor inversión en salud y nutrición.
2. Acumulación de activos. Las personas que participan en el sector de las microfinanzas tienden a adquirir más bienes de producción que las que no están involucradas.
3. Superación de las condiciones de pobreza. Gracias al aumento de los ingresos se produce un círculo virtuoso que lleva a superar situaciones de pobreza.
4. Protección frente al riesgo. Reducción de la vulnerabilidad frente a periodos adversos, gracias a la acumulación de activos que pueden venderse en estas situaciones.
5. “Empowerment” de la mujer. El acceso a estos programas por parte de las mujeres se reivindica como vía para mejorar su situación dentro de las comunidades y las familias.
6. Microclusters. La concentración de microempresas permite reducir los inconvenientes más comunes a los que éstas que se enfrentan, como el tamaño y el aislamiento. La estrecha colaboración proporciona mayores ventajas competitivas.