El reportaje publicado por el New York Times, en el que se exponía una presunta connivencia de Microsoft con la intensa política represiva de las autoridades rusas hacia periodistas y ONG ambientalistas y de derechos humanos tomando como excusa la lucha contra la piratería, ha vuelto a poner en las agendas la cuestión de la complicidad de las empresas del sector de las TIC con abusos a los derechos humanos. La sospecha de que abogados rusos de la empresa hubieran apoyado directamente algunas de las demandas contra estas personas, contrariamente a lo que establece la política de la empresa, y que ésta hiciera oídos sordos a las peticiones de los activistas estos últimos meses muestra, cuanto menos, una falta de claridad respecto a estos temas en la estrategia de derechos humanos de la empresa en zonas de alto riesgo.
El seguimiento de este caso me trae curiosamente también a la memoria las leyes de Newton. La mecánica de Newton describe el movimiento de los objetos a partir de unos conceptos, la masa y la fuerza, y de tres leyes básicas que los relacionan con la posición, la velocidad y la aceleración. Desde esta perspectiva newtoniana, la posición de Microsoft fue, de entrada, negar cualquier vínculo con la política de Estado que hostiga a periodistas y ONG de este país desde hace años. De acuerdo con la ley de la velocidad se apresuró, tras la publicación del reportaje, a anunciar que encargaría una investigación independiente que sacara a la luz respecto a qué y cuando pudo haberse convertido en cómplice de estos abusos con el objetivo de establecer responsabilidades internamente. Finalmente, y respondiendo a la ley de la aceleración, anunció que su licencia pasaba a ser gratuita de manera automática y unilateral para las ONG presentes en Rusia hasta el año 2012 y que, además, crearía su propia organización para proporcionarles asistencia legal. (Esta iniciativa refuerza, de hecho, un programa a través del cual la empresa afirma haber distribuido el año pasado diversos programas a más de 42.000 ONG de 30 países por un valor de mercado de 300 millones de euros).
Retomando a Newton queda claro que la masa y la fuerza de las empresas del sector de las TIC en entornos complejos ofrece, como se ha visto, tanto riesgos reputacionales vinculados a los derechos humanos como también oportunidades reales de apoyarlos en su área de influencia. La gestión de esta cuestión por parte de las empresas pasa, sin embargo, irremediablemente por potenciar la relación con los stakeholders implicados precisamente en la defensa y la promoción de los derechos humanos no sólo para evitar que estos hechos puedan producirse sino también para buscar, a través del diálogo, la mejor salida para todos los grupos de interés implicados, incluida la empresa.