Cuando comemos en un restaurante popular esperamos tener una experiencia en la que desde el espacio hasta los comensales y claro, los alimentos, sean agradables.
Esto puede parecer contradictorio con comer en un lugar donde lo que se sirve son sobras de alimentos, pero el restaurante pop-up WastED, que existió por solo 18 días en Nueva York con el objetivo de redefinir los desperdicios en toda la cadena de la alimentación, obligó a los asistentes a cambiar esta percepción.
En WastED, todos los elementos tuvieron que ver con sobras, reutilización y maximización de los recursos. Según reporta Fast Company, la decoración era de materiales responsables, los vinos eran servidos desde botellas tamaño extra grande y las velas de las mesas estaban hechas con grasa animal, por lo que después de derretirse podían servir para remojar pan.
Esto sin contar con el menú, en que se ofrecían «ensaladas de basurero» con peras y manzanas dañadas, así como platillos de cerdo que recalcaban que los animales habían sido alimentados con sobras. Todos los platos valían 15 dólares, sin importar su tamaño o contenido.
De acuerdo con el sitio web de la iniciativa, creada por los chefs del restaurante Blue Hill, en tres semanas se sirvieron 10 mil platillos en los que se utilizaron 272 kilos de vegetales feos, 30 galones de grasa de buey y 408 kilos de cerdo alimentado con sobras, entre otros alimentos. Para esto los organizadores trabajaron con más de 20 chefs invitados, quienes crearon menús diarios.
Los chefs suelen hacer esto todos los días en sus restaurantes, encontrando la forma de usar la materia prima, hasta la que no está en las mejores condiciones, de formas innovadoras e inesperadas, pero en WastED la idea era no esconder los desperdicios y crear conciencia sobre la forma en la que nuestras expectativas de la alimentación deben cambiar, ya que no podemos permitirnos simplemente desechar las partes menos «perfectas» de los productos vegetales o animales.
Otra propuesta de WastED fue comprar los cultivos que normalmente los agricultores usan para rotar y mantener la calidad del suelo. Por lo general, estas cosechas no encuentran compradores, pero en este restaurante utilizaron el grano para hacer platillos como el risotto. También se aprovechó la pulpa que queda cuando se elabora jugo en una prensa (una moda en la actualidad) para crear una hamburguesa vegetariana.
Tal vez tu pregunta es: «¿pero qué tan bueno fue el resultado?». Las reseñas no se ponen de acuerdo. Para el reportero de Fast Company, ninguno de los platillos que probó fue extraordinario, pero según el cítico de The New Yorker, la mayoría de las opciones «trascendía su origen», además de que «pedir comida que suena muy mal pero resulta ser deliciosa resultó ser una extraña pero emocionante aventura.»