Todas las actividades humanas tienen un impacto, el cual se ha acumulado en el tiempo y hoy ya se viven las consecuencias, por ello, nacieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que representan una guía para evitar un futuro caótico. Así que para alcanzar grandes cambios, se requiere que participemos activamente en la defensa de estas metas, como lo muestra esta recopilación del rostro de los ODS.
Los ODS, también conocidos como Objetivos Globales, fueron adoptados por las Naciones Unidas en 2015 como un llamamiento universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que en el 2030 todas las personas disfruten de paz y prosperidad.
Si bien, las cifras mundiales y regionales de sus avances se representan a través de informes, el rostro de los ODS está integrado por las historias reales de millones de personas que luchan por salir de la pobreza, combatiendo contra los efectos del cambio climático en su vida diaria y lidian con los impactos de la COVID-19, entre otros desafíos.
El rostro de los ODS
A partir de los ODS se reconoce que la atención en un área afectará los resultados en otras y que el desarrollo debe equilibrar la sostenibilidad social, económica y ambiental. En este sentido, Bringing Data to Life (2022) es un libro electrónico que recopila y muestra las caras detrás de los datos que se encuentran en las cifras globales sobre los 17 ODS, que conjugan el futuro de la humanidad.
Estas historias reales ilustran cómo la intervención puede tener impactos positivos o negativos y, cuán cruciales son las acciones locales para lograr el desarrollo sostenible. ¡Conócelas!
1. Una madre se enfrenta a COVID-19
Un rostro de los ODS es el caso de Naima Apinton y su familia, ellos viven en el pequeño pueblo de Daguan en Kapatagan, Lanao del Sur en Filipinas. Su familia depende de su esposo, Ansanodin, que se gana la vida como conductor de triciclos y percibe entre 250 y 300 pesos (entre 5 y 6 dólares estadounidenses) por día. Para Naima, por lo tanto, mantener a su familia alimentada y vestida es un desafío diario. Cuando la COVID-19 comenzó a perturbar la vida de las personas en el área, se hizo aún más difícil llegar a fin de mes.
En junio de 2020, Apinton recibió una subvención en efectivo de emergencia del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre Protección Social Reactiva ante Choques y utilizó los fondos para establecer un pequeño negocio de venta de buñuelos de plátano y otros alimentos callejeros. Con los ingresos adicionales que obtuvo, ha logrado satisfacer las necesidades diarias de sus hijos.
Naima ha podido sostener su pequeño comercio, y con las ganancias, tener comida en la mesa ya no es una cuestión de “exprimir sudor y derramar lágrimas”. Además, por primera vez, también puede permitirse llevar a sus hijos regularmente a la clínica municipal.
2. Mujeres se reinventan para enfrentar la crisis de la COVID-19
En la provincia de Bocas del Toro de Panamá, dos mujeres indígenas, Rosibel Quintero e Isabel Sánchez, fundaron la Mujer Unida de Bonyic (OMUB) para desarrollar y administrar jardines comunitarios.
Al ver a algunas niñas y niños desmayarse en clase porque no estaban aptos físicamente para el largo viaje a la escuela, Quintero y Sánchez creyeron que la OMUB podría ser una solución a la desnutrición, así que junto a las y los menores crearon una pequeña huerta escolar.
Después de 17 años de esfuerzo, su sueño se ha convertido en un pequeño albergue natural para turistas con una huerta de pepino, cacao, lechuga, plátano, tomate, cilantro, ñame y otros cultivos tradicionales, que ha conseguido solventar gastos universitarios para jóvenes locales.
3. Uso de la innovación para acelerar el impacto en un entorno frágil
Somalia no tenía oxígeno médico disponible cuando se notificó el primer caso de COVID-19, confirmado por laboratorio en el país. En colaboración con Grand Challenge Canada, la OMS instaló concentradores de oxígeno que funcionan con energía solar en el Hospital General de Hanaano para el tratamiento en las salas de pediatría.
Dentro de los primeros dos meses de operaciones, 45 pacientes con diferentes condiciones médicas recibieron rápidamente oxígeno de estas estaciones. Entre ellos, 30 eran niños, incluido el recién nacido de Zahra a quien se le diagnosticó asfixia al nacer y tenía dificultades para respirar.
Abdi, Director del Hospital General de Hanaano, señaló: “Esta es la primera vez que veo cómo una inversión oportuna puede salvar vidas. El año pasado, lamentablemente, más de 180 pacientes fallecieron en el hospital, por falta de oxígeno. Muchos de ellos eran niños. Este sistema salvará muchas vidas y estamos muy agradecidos con el Gobierno, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y todos los actores que apoyaron esta intervención”.
4. Ayudar a las niñas iraquíes a permanecer en la escuela
Cuando la COVID-19 golpeó la ciudad de Basora, en el sur de Irak, las perspectivas académicas de muchas alumnas se pusieron en peligro debido al cierre de instituciones para frenar la propagación del virus.
En respuesta, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) llevaron a cabo una iniciativa de remuneración en efectivo, para ayudar a 2,570 niñas de primaria a continuar su educación.
Muchas familias que recibieron el apoyo, lo utilizaron para comprar un teléfono móvil para sus hijas, con el único propósito de realizar actividades de aprendizaje electrónico y en línea.
Cabe señalar que el proyecto también se unió a un club de codificación recientemente creado, para acceder a la red en un entorno seguro, aprender nuevas habilidades tecnológicas e innovar para crear soluciones digitales. Este rostro de los ODS demostró que fomentar el desarrollo profesional de las niñas, crea mayores oportunidades.
5. Lucha para acabar con la mutilación genital femenina (MGF)
En Gambia, el papel de una circuncidadora femenina se transmite de matriarca en matriarca a través de generaciones. Las mujeres heredan la responsabilidad de sus madres y luego se la pasan a sus hermanas, hijas o sobrinas. En muchas comunidades donde se practica la MGF en Gambia, se hace desde un lugar de cuidado y amor por sus niñas y como símbolo de lo que se cree que es su iniciación a la condición de mujer.
Sin embargo, tiene graves consecuencias inmediatas y de largo plazo sobre la salud sexual y reproductiva de las personas sometidas a la práctica. Por lo que Sarjo Trawally, después de enterarse de las implicaciones negativas para la salud, decidió no hacerlo más.
Ella es parte de una red de ex-circuncisadoras que no solo han dejado caer el bisturí, sino que también lideran la campaña contra la MGF. Actualmente, en Gambia 1,035 comunidades y 215 personas dedicadas a la MGF han abandonado la práctica, lo que significa que menos niñas y mujeres en el país corren el riesgo de ser sometidas a la MGF.
6. Cosecha y aprovechamiento de la lluvia
“Con el sencillo sistema de recolección de agua de lluvia que se construyó para nosotros, pudimos recolectar 5,000 preciosos litros de agua en los últimos seis meses”, asegura Ramata Faye, una abuela y agricultora de 68 años del municipio de Cherif Lô en Thiés en Senegal.
El cultivo ha sido especialmente desafiante debido al cambio climático, lo que en última instancia ha resultado en demasiada o muy poca agua. La estación seca ahora dura más de 9 meses y podrían ocurrir lluvias torrenciales repentinas, dejando las siembras inundadas. Cerca del 90% de los hogares agrícolas en Senegal practican la agricultura de secano. Esta última no emplea sistemas de riego de ningún tipo, sino que tan solo hace aprovechamiento del agua de las lluvias.
Lo anterior, gracias a un sistema de recolección de agua, llamado Ramata, que puede mantener los jardines y los viveros en buen estado. Esto ha ayudado a la mujer, dándole un nuevo sentido de propósito y el poder de proporcionar elementos esenciales, como medicinas, a su familia.
7. Ser el cambio visible en su comunidad de Malawi
“Me inspiraron los cambios visibles que vi que el proyecto estaba trayendo y me animaron a asumir el papel de líder para inspirar a otros a participar en actividades de nutrición y ser parte de traer cambios a nuestra comunidad”, dice Tael con entusiasmo.
Tael representa un rostro de los ODS, pero también un héroe de la comida que vive en Chikoya, Malawi, cerca de las afueras de la ciudad de Mzuzu. Con su familia, sirven como modelo a seguir para otros hogares de la comunidad que desean aprender sobre buenas prácticas de nutrición e higiene.
Además de su ocupación de tiempo completo como agricultor, también se ofrece como líder comunitario y transmite su conocimiento sobre nutrición alimentaria y construcción de estufas de bajo consumo a los hogares que apoya. La introducción de estas últimas reduce el tiempo que necesitan las personas para ir a buscar leña.
Es así que a partir de estas experiencias recogidas en Bringing Data to Life (2022), se revelan los grandes retos a los que se enfrentan las comunidades y personas, así como las tareas pendientes de los Estados, para crear cambios transformadores basados en los principios de las responsabilidades comunes.
El rostro de los ODS proporciona una visión humana del desarrollo sostenible, centrado en las personas y el planeta, basado en los derechos humanos, y en la dignidad, pero lograrlo requiere de la colaboración nacional e internacional que ponga al centro la creación de una sociedad más igualitaria y sostenible