Tal como lo demuestra el creciente número de galardones y reconocimientos que premian a las empresas buenas ciudadanias, como ocurre, entre otros, con lso Business Ethics Awards (premios para la ética empresarial) y Best Companies to work for (las mejores compañías para trabajar) de la revista Fortune y tantos otros. Naturalmente las empresas luchan y se desviven para verse seleccionadas y distinguidas con los premios de responsabilidad social porque ello resulta útil para sus relaciones públicas. Algunas empresas intentan capitalizar sus bienintencionados esfuerzos, por ejemplo, firmando el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, pero sin introducir excesivos cambios en sus políticas.
Corporate Watch (Vigilancia social) sostiene que algunas empresas utilizan a las Naciones Unidas en beneficio de sus relaciones públicas, haciendose y publicando fotografias de sus directivos con el secretario general Kofi Annan, por ejemplo. No obstante, mientras las empresas compiten por figurar entre los mejores ciudadanos, a menudo tratan de difuminar sus actividades de lobbying o de opacidad fiscal. Así, por ejemplo, en Estados Unidos el impuesto de sociedades descendió del 4.1% del PIB en 1960 al 1.5% del PIB en 2001, lo cual reduce los recursos del estado para proveer servicios públicos como, por ejemplo, la educación.