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Monsanto: pasan de la sacarina a cultivos transgénicos

Sobre la única pared de color guinda del «edificio de la imaginación», cuelga una pequeña fotografía ovalada en tono sepia del perfil de una joven con cabello ondulado. Es el único vestigio de la mujer que le dio nombre al consorcio químico más polémico del mundo: Monsanto.

Olga Méndez Monsanto fue esposa del químico y veterano de la industria farmacéutica John Francis Queeny, quien tomó el apellido de soltera de su mujer para fundar la compañía en 1901.

La sede del corporativo, que en más de 100 años pasó de la producción de sacarina al desarrollo de cultivos genéticamente modificados, se asemeja a un campus universitario con edificios que alcanzan en número hasta la letra «X» del abecedario. Todas las instalaciones se encuentran interconectadas por pasillos subterráneos en cientos de metros cuadrados.

En los edificios nombrados con por las primeras letras se ubican las oficinas de los directores. Pero es en el «D», decorado de una manera poco austera, donde se busca «provocar la imaginación» para el desarrollo de la biotecnología.

Hugh Grant, el presidente de Monsanto, asegura que, para satisfacer las necesidades de una población creciente, se está diseñando una nueva visión para la agricultura a la que llaman «20-20-20».

Durante una plática con medios internacionales explica que el plan es aumentar la producción de cultivos en todo el mundo en un 20 por ciento, al tiempo que se reduce 20 por ciento las emisiones de la agricultura y 20 por ciento la pobreza rural.

Y es que, a su parecer, ese sector de la economía por fin se ha vuelto visible y parte central de la agenda de los gobiernos.

Para el directivo de la multinacional que factura 10 mil millones de dólares al año, la preocupación compartida es cómo aumentar la producción de granos en un contexto de escasa tierra arable, donde el agua se agota y el cambio climático se traduce en temperaturas extremas que dañan los cultivos y amenazan los rendimientos.

Y menciona el consenso al que se llegó en una reunión: la demanda de alimentos crece al doble que la capacidad de producción. Esto significa que, aun en un contexto de volatilidad, los altos precios de los granos se quedarán.

«¿Alguien recuerda a cuánto estaba el petróleo hace 10 años? A 16 dólares. ¿Y los rendimientos de los cultivos? Eran la mitad de los actuales», cuestiona Grant al señalar que, si bien no hay soluciones mágicas, la biotecnología tiene la respuesta a mano. Y hay un contexto favorable para desarrollarla.

Mejoramiento genético

A lo largo de su historia, Monsanto ha ido evolucionando en sus negocios. En sus inicios distribuían sacarina posteriormente se dedicó a la producción de plásticos y resinas además de que fue uno de los principales fabricantes de ácido sulfúrico. A partir de 1981 se suma a la carrera biotecnológica al realizar los primeros experimentos con cultivos genéticamente modificados. Sólo en el año 2000 contribuyó a descifrar el código genético del arroz.

Actualmente, Monsanto continúa con el mejoramiento genético de semillas y ha incursionado en el terreno de los vegetales.

El proceso de investigación se lleva a cabo en un gran desarrollo a las afueras de la ciudad llamado Chesterfield, que fue construido a mediados del 1980.

El sitio se encuentra sobre los acantilados del Río Missouri y tiene un estimado de 1.5 millones de pies cuadrados de espacio para la investigación, incluidos los laboratorios, cámaras de crecimiento de las plantas así como invernaderos.

En un recorrido por el lugar, los científicos muestran todo el proceso del mejoramiento genético, la adición de proteínas y el crecimiento controlado. Incluso sobre las paredes se observan las radiografías de las secuencias genéticas de varios cultivos como el trigo, soya y algodón.

De aquí, probablemente saldrán en 10 años al mercado las semillas cuyos costos se equiparan a las moléculas de la industria farmacéutica, aquellas que estarán adicionadas con Omega 3 o maíces con resistencia a los insectos que atacan en la raíz o en el tallo. Pero en lo inmediato, variedades que puedan crecer en condiciones de sequía y con menos uso de fertilizantes.

Revolución ‘verde’

La compañía Monsanto impulsa desde hace 20 años los cultivos de granos genéticamente modificados, en medio del rechazo de grupos ambientalistas que defienden la agricultura tradicional.

– Biotecnológicos. A simple vista, las instalaciones de Monsanto en Missouri, Estados Unidos, no parecen ser las de una mega compañía que impulsa alternativas agrícolas.

– En el edificio «D» se analizan las estrategias para elevar la producción de cultivos a la vez que se reducen las emisiones y la pobreza.

– Decenas de investigadores trabajan en el mejoramiento genético de semillas con el fin de elevar la calidad de la alimentación.

– Como parte de los experimentos científicos, Monsanto busca adicionar Omega 3 a las semillas de granos.

Fuente: Reforma, Nacional, p. 17
Por: Adriana Alatorre
Publicada: 15 de agosto de 2011.

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