A Alicia Escalante
In memoriam
A todos sus nietos
Por Emilio Guerra Díaz
Ser padre, ser madre… Algunas historias personales ponen a prueba la templanza de mamá o papá. Hay “leyes de la vida” que a veces no se cumplen, como por ejemplo cuando se tiene que enterrar a un hijo. Se supone que ellos sepultan a los padres y madres. Otras variantes, crueles variantes, se presentan cuando una madre no sabe el paradero de algún hijo.
Ese fue el caso de Alicia Escalante Alfaro de Sama, cuando su hijo Arturo Sama Escalante participó en el movimiento estudiantil de 1968 y fue entrampado en una supuesta cita y finalmente detenido y aislado en el campo militar no. 1 de la ciudad de México. Imagínese el sufrimiento de no saber el destino de su hijo. ¿Dónde está?, ¿Regresará?, ¿Estará con vida?, ¿Fue asesinado?, ¿Tendré su cuerpo?, ¿Volveré a verlo?…
Alicia falleció el 18 de agosto pasado y con este hecho ya no se cuenta en vida con alguna de las mujeres que fundaran Amnistía Internacional en México en 1971. La última vez que vi a Alicia fue durante el evento con el cual la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal nombró a una de sus salas con el nombre del fundador de Amnistía Internacional, Peter Benenson.
Alicia seguía siendo activista del movimiento y para todos era una fuente de inspiración por su sencillez, su invariable tranquilidad y su palabra afable, siempre cordial. Mi vida profesional se la debo en gran parte a ella, quien junto con mi madre, Paulina Díaz Arellano, me orillaron al sector filantrópico e iniciarme como voluntario. Mi madre porque con ella vi la serie que presentaba Luis Spota, Holocausto. Pola y quien escribe vimos juntos la serie completa, todos los miércoles y al final de la última entrega vi llorar a mi madre, enjugue sus lágrimas, apague el televisor y me fui a dormir, vaya a tratar de dormir.
Esa fue una larga noche donde venía a mi mente el sufrimiento de otras personas y la pregunta ¿Qué puedo hacer yo para evitar un holocausto como ese? Los días pasaron y la pregunta me seguía incesantemente. Un sábado me encontraba limpiando mi cuarto cuando en el canal 8 (antecedente del 9 de hoy en día) pasaban la serie Video Cosmos y en un segmento de la programación un periodista entrevistó a Alicia quien presentó el quehacer de Amnistía Internacional y en ella y en esa entrevista encontré la respuesta a mi pregunta, eso sucedió en 1986. Tardé 3 años en encontrar la oficina para afiliarme debido a que constantemente cambiaban de oficina.
Como un homenaje, y con la finalidad de que se conozca más la vida de Alicia, reproduzco a continuación una entrevista que le hice con motivo del 35 aniversario de la fundación de la Sección Mexicana de Amnistía Internacional (y que fue publicada en la página electrónica de la asociación), no sin antes señalar que merecidamente el pleno de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión guardó un minuto de silencio en honor de esta ejemplar voluntaria quien contribuyó a liberar a cientos de personas detenidas arbitrariamente en diversos países del mundo.
Gracias Alicia por dejar un mundo mejor, nos seguirás inspirando y me duele mucho no poder volver a abrazarte…
35 años de momentos de Amnistía Internacional en México
Entrevista con Alicia Escalante de Zama
“La vida está llena de momentos”, oí decir. Pero cuando alguien coloca las piezas para que coincidan varios momentos que fluyen en uno solo, te adentras en el mundo de lo extraño que te retribuye plenamente con una satisfacción que ocurre en un sólo instante y que sin embargo es para siempre.
para Cynthia Peña Llanes
Justo cuando en el medio día de Londres, Irene Khan, Secretaria General de Amnistía Internacional, dio a conocer al mundo el Informe que guarda el estado de los derechos humanos en el orbe desde la perspectiva de la organización; Alicia Escalante de Zama, fundadora de la Sección Mexicana de Amnistía Internacional, desayuna en un restaurante de la ciudad de México que escogió al azar. Minutos más adelante, la Sección Mexicana habrá de celebrar una conferencia de medios de comunicación en el Club de Periodistas del centro de la ciudad para presentar el citado informe para los comunicadores en México.
Día de periodistas, de cables, redacción y entrevistas; día de los profesionales de la comunicación comprometidos con su oficio y que trasmitirán al público en general el trabajo de la organización humanitaria Premio Nobel de la Paz en 1977. Día de reflexionar en torno a los derechos humanos. Día de periodistas que también se inspiran en esta causa para ejercer su labor cotidiana. Día de relato de momentos particulares.
Un país como México ha sufrido profundas transformaciones en los últimos 35 años. Su población ha ganado espacios en los derechos políticos, más bien, los ha construido. Hace 7 lustros la defensa y promoción de los derechos humanos era un asunto clandestino y altamente riesgoso. Para muchos el escenario no ha cambiado. Al igual que el desarrollo de la filantropía mexicana (que opta por organizaciones ciudadanas, independientes, sin fines de lucro y con un ánimo de servicio a terceros), la causa de los derechos humanos ha ganado terreno en el interés público en forma lenta pero poco a poco ha adquirido su propio perfil.
La Sección Mexicana de Amnistía Internacional nació en 1971 por el esfuerzo de un grupo de mujeres, de ciudadanas, que al vivir en carne propia los aportes de la organización que fundase Peter Benenson en Londres diez años antes, se comprometieron desde entonces a trabajar para la promoción y respeto de los derechos humanos desde México y sumarse al activismo para todo el mundo.
A diferencia de hace 35 años, hoy se cuenta con un crecimiento importante de organizaciones filantrópicas que atienden todo tipo de problemática social. En México, Amnistía Internacional ha ganado un lugar en la defensa y promoción de los derechos humanos. Sin embargo, esta causa social persiste como la menos apoyada por el público en general.
Amnistía Internacional ha dado varios aportes al mundo y México no es la excepción. Ha contribuido a colocar el tema de los derechos humanos en la agenda de los medios de comunicación como un referente obligado de toda acción pública y de gobierno. También ha logrado que a los derechos humanos se incluyan en la vida de las empresas privadas para su observancia y promoción.
Hoy centenares de empresas están cambiando respecto a la calidad de vida de sus empleados y han estructurado códigos de ética. Han establecido políticas de contratación donde se incluye la diversidad de grupos étnicos para ser incorporados laboralmente y se habla de la necesidad de mantener una actitud congruente tanto en lo interno como en los círculos externos de su quehacer.
Alicia Escalante de Zama relata cómo nació la Sección Mexicana de Amnistía Internacional.
Mi hijo Arturo estudiaba leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1968 el movimiento estudiantil cobraba fuerza. Arturo fue detenido –sin orden de aprehensión en el Café Las Américas, justo el viernes 26 de julio. Por tres días no supimos nada de él. Por el periódico Excélsior, el mejor que se publicaba en aquellos años y que dirigía Don Julio Scherer, supimos que Arturo había sido detenido. Confirmamos la noticia con un agente cercano a la familia, quien nos dijo que sería hasta el siguiente lunes cuando comparecería ante un juez.
Al igual que Arturo, otros estudiantes y personas que estaban en el Café Las Américas fueron detenidos. A él se le detuvo por una supuesta participación en un grupo “comunista”. Luego lo acusaron de haber robado un bolso y también de haber roto unos cristales de un establecimiento. Obviamente cargos inventados. Arturo era Consejero Universitario y estaba en la mira de las autoridades.
Varias personas me recomendaron que hablara con el Rector José Barros Sierra. En efecto me entrevisté con él para solicitar su apoyo. Su respuesta fue inmediata –¿quién no recuerda la solidaridad del Rector y su activismo comprometido con la causa de la Universidad?-. El Rector ofreció apoyar a todos los estudiantes y en particular para Arturo me dijo que no habría riesgo de que sus estudios fueran suspendidos. Brindó libros y dispuso de académicos para que apoyaran a los detenidos que se encontraban en Lecumberri.
Cada día ingresaban a prisión más estudiantes y activistas quienes simpatizaban con el movimiento estudiantil. Alguien me reveló “es una consigna, Arturo no va a salir de prisión hasta que termine el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz”. Arturo estuvo detenido desde el 26 de julio de 1968 hasta el 24 de abril de 1971.
Durante todo ese tiempo me dediqué a trabajar por su liberación. Me recomendaron solicitar ayuda a Amnistía Internacional. Rápidamente entré en contacto con la oficina mundial en Londres quien investigó este caso y el de otros estudiantes. Elaboró una acción urgente y la Sección Canadiense adoptó como preso de conciencia a Arturo. Miembros canadienses de Amnistía Internacional establecieron contacto con él por varios años y le brindaron todo su apoyo.
En 1971 el gobierno de Echeverría condicionó la salida de varios estudiantes de prisión con el compromiso de que inmediatamente abandonaran el país. Los canadienses se hicieron cargo de pagar los gastos de traslado y de manutención de Arturo durante el tiempo que estuvo fuera del país.
Al atestiguar la ayuda que recibí por parte de personas que no conocían a mi hijo, que ni siguiera lo conocerían alguna vez y percatarme de toda la ayuda que recibió, me convencí de la valía de Amnistía Internacional y pensé que era necesario que yo también pudiera hacer algo por otros casos similares a los de Arturo. Escribí a la oficina internacional diciendo que tenía interés en fundar una representación en México. De Londres me contestaron que en el país el Dr. Héctor Cuadra era miembro individual y que lo mejor sería contactarlo para organizar un grupo.
Sostuve varias conversaciones con él, pero no avanzó la constitución de la asociación sino hasta que me di a la tarea de buscar más gente que estuviera interesada en derechos humanos. Es en este periodo que pude constatar cómo existe una gran imprecisión sobre qué son los derechos humanos y por lo tanto hay poco interés para involucrarse. Muchas personas piensan que hay que ayudar sólo a los que sufren. Esta condición persiste todavía hoy.
Durante la estancia de Arturo en Canadá me dediqué a conformar un grupo. Formalmente iniciamos los trabajos del Grupo 1, el 28 de mayo de 1971 y participaron Estela Pinto, el Ing. Alvarez Bravo, Arnaldo Centeno, Anunnciata Rossi, entre otros.
Arturo regresó a México el 8 de junio de 1971 y se incorporó al Grupo y nos decidimos a constituir la Sección. Este proceso llevó varios años. En el camino fuimos encontrando grandes amigas y personas comprometidas como Brígida Alexander (madre de la querida actriz Susana Alexander), Bertha Palacios, Bertha Fernández, Magdalena Acosta.
Iniciamos los trámites para constituir la asociación civil. Recuerdo que redactamos unos estatutos muy sencillos y solicitamos ante la Secretaría de Relaciones Públicas el registro correspondiente. Iniciamos un camino lleno de anécdotas. En otra ocasión tuvimos que ir a la Secretaría de Gobernación. Fue muy grato conocer el malestar de las autoridades por el activismo desplegado por miles de miembros de Amnistía Internacional en todo el mundo quienes escribían frecuentemente cartas dirigidas al gobierno de México externando su preocupación por la violación de derechos humanos. Ese día nos mostraron miles de cartas que estaban apiladas en un rincón. Recuerdo que la persona que nos las mostró dijo: “ojala qué ya le paren”.
Alicia comenta otra anécdota. La cineasta Magdalena Acosta (quien es pionera de la sección de Amnistía Internacional) durante un viaje a Barcelona visita una librería y escoge unas películas. Por los títulos seleccionados establece una conversación con unos canadienses y el tema de Amnistía Internacional sale a relucir. Magdalena dice que es miembro de Amnistía Internacional y ellos le dicen que conocen a un joven mexicano. Magdalena dice que Arturo Zama y su mamá fundaron la sección mexicana. Los canadienses le dicen a Magdalena “pues precisamente Arturo vivió con nosotros”. Magdalena había conocido a David Fulton y su familia, los mismos miembros del Grupo de Canadá que de 1968 a 1971 ayudaron a la liberación de Arturo, además de brindarle hospedaje, comida y dinero.
Alicia señala que una de las más grandes satisfacciones que ha recibido de la organización es el establecimiento de ligas inseparables con otras personas que no se pierden, ni con la distancia ni con el tiempo. Hace apenas unos años Alicia vivió gratos momentos de reencuentro con los Fulton que ahora viven en Barcelona.
Al cuestionarle acerca de sus recuerdos sobre el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Amnistía Internacional por parte de la Fundación Alfred Nobel en 1977, Alicia señala que ese día experimentó uno de los momentos más felices pues “al fin se reconocía la enorme labor que la institución había desplegado a favor de la visibilidad de los derechos humanos”.
La entrevista está próxima a terminar y Alicia señala algunos de los retos que la Sección Mexicana tiene que enfrentar. “Primero que nada, la sección tiene que crecer en número de personas”. Cada vez hay más personas que se identifican con la necesidad de ayudar. Es imprescindible por lo tanto incrementar el activismo, dar visibilidad a las acciones que hacemos para llamar la atención. “Debemos alentar la creatividad para comunicar la causa que nos une y trabajar duro con la camiseta bien puesta sin pensar en recompensas”. En México tiene que crecer el respeto y el trabajo por los derechos humanos. Asimismo se debe consolidar una administración sencilla pero eficaz de nuestra oficina.
Jugando con el imaginario, se le cuestiona a Alicia a qué persona le gustaría tener dentro de la sección mexicana como activista. Reflexiva pero sin titubeo dice que a la astrónoma Julieta Fierro, porque “ella te une a lo que está haciendo”, es una profesional y un ejemplo de compromiso y sencillez.
La entrevista con Alicia terminaría con la comunión de momentos. “Señorita nos da la cuenta por favor”. “Alicia ¿nos podemos salir a tomar la foto que acompañará la publicación?”, “Sí”. El anfitrión del restaurante en compañía de un señor se acerca a la mesa que Alicia comparte. Su entrevistador reconoce al hombre robusto, tanto por su porte como por el carisma que envuelve a su personalidad y que abrillanta su ser colmado de humildad y grandeza a la vez.
“Don Julio, don Julio, ¡qué gusto saludarlo! Permítame justo hace unos minutos Doña Alicia y su servidor hablábamos de usted, vea lo tengo escrito en la computadora. Con motivo del 35 aniversario de la Sección Mexicana de Amnistía Internacional, Doña Alicia accedió a que la entrevistara. Justo hace unos minutos me comentó que gracias a Excelsior, cuando usted lo dirigía, fue posible que saber que su hijo había sido detenido arbitrariamente, nadie más lo publicó, solo usted”.
En forma indirecta don Julio con esa decisión salvó varias vidas, entre ellas la de Arturo. “Don Julio, Doña Alicia es la fundadora de la Sección Mexicana de Amnistía Internacional”. Don Julio Scherer García nos regaló un instante de su vida. Hizo a un lado la silla que le estorbaba, cual caballero se acercó a Alicia, le dijo que era un honor conocerla, procedió a besar su mano y la sostuvo por varios instantes… me obsequió un abrazo y se despidió.
Fui testigo de varios momentos que ocurrieron sin que yo estuviera ahí, pero se fusionaron en uno solo y se plasmaron en una fotografía tipo collage que perdurará en nuestras mentes: La noticia de la detención de Arturo, pude ver el rostro de una madre desesperada por su hijo tratando de encontrarlo, vi la nota del periódico Excélsior donde se daba parte de la noticia; pude ver al mismo tiempo al político repudiado por miles que fungió como Presidente; vino a mis ojos la fotografía de un valeroso Don Julio en compañía de Vicente Leñero y demás colaboradores de Excélsior la tarde en que renunciaron al periódico y que caminan sobre la acera de Paseo de la Reforma; pude ver también las jornadas de trabajo y amistad que he compartido con Susana, hija de Don Julio. Todas estas imágenes hicieron comunión en una sola contenidas por un marco de dignidad y congruencia entre lo que se dice y lo que se hace… así son Julio Scherer y Alicia Escalante.
Semblanza curricular
Alicia Escalante Alfaro nació en el Distrito Federal. Hija de Lamberto Escalante y de Inocencia Alfaro, es la menor de 5 hermanos y se declara mimada por sus padres. Es de trato amable y cordial. Estudió comercio. Ejerció como Secretaría Bilingüe por muchos años. Estuvo casada con Fulvio Zama de quien enviudó hace 14 años. Procreó 4 hijos: Arturo, Claudia, Mario y Alicia. Tiene 9 nietos: Arturo, Andrea, Roberto, Fabiola, Carlos, Gabriela, María Fernanda, María del Mar y Fulvio Ricardo. Su familia ampliada está compuesta por todos los integrantes del Grupo 1, con quienes se reúne cada 15 días y por toda la membresía de la asociación. En estos 35 años de trabajo sostenido declara que no conoció a Peter Benenson personalmente, pero tiene gratos recuerdos de los Secretarios Generales Martin Ennals, Sean McBride (Premio Nobel), Pierre Sané e Irene Khan. Expresa su profundo agradecimiento y admiración por colegas que ayudaron a cimentar a la asociación: Brígida Alexander, Bertha Palacios y Graciela Quesnel. Por su legado decenas de activistas mexicanos de Amnistía Internacional en silencio le dan las gracias todos los días por haber fundado una institución que les permite ayudar a otros y dar sentido a sus vidas.
Desde el Consejo Directivo
Todo el Directorio guardó un minuto de silencio en honor a Alicia Escalante Alfaro.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.
Me impresiona Emilio, tu conocimiento del sector; jamás había oído hablar de esta mujer, ni mucho menos que hubiera fundado la sección mexicana de Amnistía Internacional. No cabe duda que todos los días aprendemos algo nuevo! Gracias por compartir esta historia ejemplar!
buen articulo!!!