Las investigaciones sobre las oportunidades de la mujer en el mundo corporativo y de cómo éstas influyen tanto en el liderazgo de las empresas como en la competitividad de los países se multiplican y muestran al talento femenino como una variable que se ha ido incorporando a las estrategias de las naciones y las empresas para agregar valor.
Al tratarse de un cambio social cuya implementación requiere romper barreras culturales y potenciar capacidades en el largo plazo, las empresas más vanguardistas han generado una serie de políticas que permiten planear la incorporación sistemática del talento femenino.
Una de estas estrategias es, por ejemplo, el desarrollo de la figura del «sponsor», con la que mujeres que ocupan posiciones de alta dirección en las corporaciones se convierten en promotoras de otras mujeres.
Esta figura, además de otras prácticas, como el trabajo a tiempo parcial o en casa y los permisos de maternidad, han mostrado ser la mejor manera de cambiar la cultura de las organizaciones y permear las estructuras internas.
Sin embargo, a este cambio corresponde una contraparte social que surge como consecuencia directa del fenómeno, ya que transforma los roles en la familia. Los varones comienzan a repensar sus tareas y asumir un nuevo papel activo en casa, en particular en la educación y las tareas del hogar.
Esta modificación cultural marcará los modos de relación y su impacto será relevante en la familia del futuro. Pero el reto no sólo es implementar mejores prácticas para la retención del talento femenino en las empresas, sino crear un entorno equilibrado donde existan condiciones semejantes con ventajas para ambos.
Por ello es necesario que los varones tomen conciencia de este paradigma de trabajo que incluye el rol familiar, para aprovechar las ventajas tecnológicas y las mejores prácticas.
Por otro lado, la innovación y los cambios tecnológicos no han sido factores suficientes para modificar la conformación tradicional en los altos niveles directivos, donde todavía se aprecia una abrumadora mayoría masculina.
Hay quienes añoran la definición tradicional de los roles, donde el hombre proveedor es quien ejerce un papel en el mundo corporativo, mientras la mujer queda al cuidado del hogar, la educación y la familia. El hecho es que la mujer ha brincado del hogar a la vida profesional y difícilmente habrá vuelta atrás, lo que trastoca el acuerdo social que se mantuvo durante siglos.
Es indiscutible que hoy las mujeres son parte fundamental del mundo laboral, sin embargo, hay factores aún no resueltos que constituyen el principal reto.
Las mujeres que se incorporan a la población económicamente activa logran un lugar de relevancia en la sociedad. Por tanto, es natural pensar que las mujeres influirán decisivamente en los diferentes ámbitos de la vida actual.
Pero lo que se ha construido en relación con el liderazgo y dirección se ha enfocado en características asociadas al varón, como la voluntad férrea, la búsqueda de resultados por encima de consideraciones personales o el liderazgo unipersonal.
Sin embargo, los nuevos liderazgos basados en la flexibilidad, el cuidado de la persona y el desarrollo del talento como ventaja competitiva son hoy en día factores que potencian a las empresas y los países.
Las prioridades de los negocios en el siglo 21 son otras, por lo que los liderazgos están migrando lenta pero consistentemente hacia nuevos modelos.
De ahí la necesidad de plantear, discutir y consensar todos los elementos de manera conjunta entre la familia y la empresa.
Será ésta una forma de crear mejores propuestas para corregir los desequilibrios que nuestra vieja sociedad no había logrado otorgar a los grupos sociales. Tarea nada fácil, pero no imposible.
*La autora es Presidenta del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección (CIMAD) del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa y Secretaria General de esta institución.
Fuente: Reforma.com
Por: *Martha Rivera Pesquera.
Publicada: 6 de marzo de 2012.