Que las mujeres no lo tuvieron fácil para incorporarse al mundo laboral es algo que se puede leer en los libros de historia. Y todavía hay sectores donde la representación femenina es reducida.
Es el caso de la tecnología, en el que, pese a todas las dificultades, hubo mujeres que dejaron inventos importantísimos que aún perduran.
Puede que sean prejuicios que permanecen aún debido a esa marginación histórica, pero lo cierto es que el desequilibrio entre hombres y mujeres en telecomunicaciones o informática es notorio en aulas y empresas.
En México, por ejemplo, más de 80% de los ingenieros son hombres, según el Instituto Mexicano para la Competitividad.
Y es algo que se repite en muchos países. “En mi clase éramos sólo cuatro o cinco mujeres entre 40 estudiantes“, asegura a BBC Dolphin Guan, una joven informática china.
Algo que se repitió en la promoción de la ingeniera nepalí recién licenciada Sovita Dahal, que menciona tres mujeres entre 35 alumnos.
Pero, pese a todas las barreras históricas y su condición de minoría, las mujeres dejaron inventos fabulosos a la humanidad.
Hedy Lamarr, estrella de Hollywood y precursora del Wifi
“Es fácil ser glamurosa. Lo único que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida”.
Esa cita tuvo un genial punto de ironía en labios de Hedy Lamarr (1914-2000), pues cuando la pronunció era una actriz de éxito en Hollywood y ya era conocida como “la mujer más hermosa de la historia del cine”.
Pero esta austriaca que coprotagonizó “Sansón y Dalila” de Cecil B. DeMille y participó en 18 películas, era mucho más que una cara bonita: era inventora e ingeniera.
Mujer rebelde en ese Hollywood de los años 40, se implicó en la lucha contra el nazismo cuando estalló la II Guerra Mundial, como recogió la Fundación Telefónica en una exposición sobre su figura con motivo del Día del Inventor, que en su honor coincide con su fecha de nacimiento, el 9 de noviembre.
Pero su implicación no fue únicamente para recoger fondos para EE.UU, el país que la acogió cuando huyó de Austria y de su marido.
Mientras por el día bailaba en el rodaje del musical “Las chicas de Ziegfeld”, por la noche se encerraba en su despacho para elaborar un sistema inalámbrico de guiado de misiles.
El Sistema de Comunicaciones Secreto, patentado conjuntamente con su colaborador George Antheil, era un sistema de radiocontrol capaz de emitir radiofrecuencias sólo aparentemente aleatorias, que el enemigo no podía interceptar.
Ese sistema se conoce hoy como “salto de frecuencia”, un grupo de soluciones en telecomunicación denominado sistemas de espectro expandido que se utilizan en las comunicaciones inalámbricas, en las redes wifi y las comunicaciones con celulares.
Sarah Matter y el periscopio submarino
“La naturaleza de mi invención consiste en la construcción de un tubo con una lámpara unida a un extremo del mismo que puede ser hundido en el agua para iluminar objetos con el mismo, y un telescopio para ver dichos objetos y hacer exámenes bajo el agua…”.
Así comenzaba la presentación de su patente la estadounidense Sarah Matter en 1845. Había inventado el periscopio submarino.
Y explicaba: “La lámpara y el telescopio se pueden usar para diversos fines,tales como el examen de los cascos de los buques, para examinar o descubrir los objetos bajo el agua, para la pesca, la voladura de rocas para despejar los canales y otros usos”.
La sencilla justificación de su invento da una pista de que la inventora no se imaginaba el grado de sofisticación que alcanzaría su invento, pieza fundamental en investigación maritima y en el desarrollo de la industria naval.
Poco se sabe de esta mujer. En el “Diccionario Biográfico de la Mujer en la Ciencia”, una vasta obra que recoge la biografía de cerca de 3.000 mujeres científicas, apenas llega a sospechar que se casó y que “tuvo al menos una hija”.
Ni se conoce su fecha de nacimiento, ni cuando murió, ni aparecen más patentes suyas.
Es un buen ejemplo de la falta de reconocimiento de las mujeres en este campo y sus dificultades.
Como muestra un ejemplo: hasta 2011 a las mujeres estadounidenses no se les permitió servir en los submarinos.
Y todo ello a pesar de que le deben a una de ellas el moderno desarrollo de los mismos.
El chaleco antibalas, una deuda con Stephanie Kwolek
Cada vez que un policía se toca el pecho tras recibir un disparo y se da cuenta de que el chaleco antibalas le ha salvado, le debe algo una mujer polacoestadounidense llamada Stephanie Kwolek, que murió en 2014, a los 90 años.
Kwolek fue una química que inventó el poliparafenileno tereftalamida, una fibra de alta resistencia conocida como Kevlar; era muy ligera, pero hasta cinco veces más resistente que el acero.
Fue en el año 1965, mientras trabajaba para la compañía Dupont, en Wilmington (Delaware, EE.UU).
De ese material se hacen los chalecos antibalas.
Aunque no es el único uso dado a su invento. También se emplea en cables submarinos, tecnología espacial, frenos de automóviles, etc.
“Sabía que había hecho un descubrimiento”, dijo Kwolek hace años en una entrevista. “No grité ‘Eureka’ pero estaba muy emocionada, al igual que todo el laboratorio, y la dirección también estaba emocionada porque estábamos ante algo nuevo y diferente”.
Así se convirtió en la primera mujer en recibir la Medalla Lavoisier de la empresa por un logro sobresaliente.
Josephine Cochrane inventó el lavavajillas
Si hablábamos de la histórica desigualdad de oportunidades para las mujeres, también es reseñable cómo tradicionalmente estaban “obligadas” a ocuparse de las tareas del hogar.
Y entre esas tareas, destaca la de lavar los platos cada día.
Parecía obvio, pues, que fuese una mujer quién inventase una máquina para liberarse de tan aburrido cometido.
Y esa mujer fue Josephine Cochrane, en 1886.
Su intención era llevar el lavavajillas a los hogares con el fin de “liberar a las mujeres de la esclavitud del fregadero”, cuenta la Universidad de Portland en una biografía dedicada a la inventora estadounidense.
Hubo otros intentos de conseguir una máquina eficiente previamente, pero ella fue la primera que logró hacerlo funcionar y que fuese eficiente, utilizando la presión de agua para lavar la vajilla, que es el sistema en que se basan los modernos aparatos homólogos.
Su invento se expuso en 1893 y fue rápidamente adoptado por hoteles y restaurantes.
Sin embargo, no fue hasta 1950 cuando este aparato comenzó a verse en los hogares.
Hoy casi no hay casa donde no haya uno que limpia vasos, platos y cubiertos mientras evita muchas discusiones familiares.
Cochrane consiguió su objetivo.
Otras inventoras
Pese a todas las dificultades, no son las únicas mujeres que han dejado su huella en el sector de la tecnología y la informática.
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Famosa es Ada Lovelace, quien en el siglo XIX imaginó un mundo en el que máquinas programables serían esenciales para el progreso. Es considerada la primera programadora del mundo.
O Grace Murray Hopper que creó Cobol, uno de los lenguajes de programación clave.
Y volviendo al pasado, Letitia Greer, que inventó la jeringuilla médica que se usa con una mano, precursora de las actuales.
O, viajando más al pasado, Hypatia d’Alexandria, que inventó el planisferio en el sigo IV.
Hay muchas más, pero casi todas tienen algo en común: tuvieron que luchar duramente por hacerse ver en un mundo casi monopolizado por los hombres.
Fuente: Animal Político