No es frecuente que el interés privado de las empresas saque a flote intereses ubicados fuera de su ámbito tradicional. Cuando esto sucede, el gesto es observado a través de un velo de suspicacia. La neutralidad en carbono es un buen ejemplo; no sabemos si está simplemente de moda o si será codificada de manera permanente en las conductas empresariales. En todo caso, en el 2007, el mercado voluntario mundial de carbono superó los 330 millones de dólares, y se espera se triplique en el 2008. Éste no debe confundirse con el mercado regulado por el Protocolo de Kyoto y que supera los 50,000 millones de dólares. La neutralidad en carbono para una empresa significa que su contribución neta al calentamiento global es nula. Lograrlo requiere contar con un inventario o huella de carbono propia, que fundamente dos tipos de acciones. La primera es la reducción de emisiones a través de medidas de eficienciaenergética, y cambio de energéticos o de fuentes de abastecimiento (a renovables) dentro de su esfera de control directo. La motivación es que los beneficios asociados pueden ser privados y apropiables por la empresa, y no únicamente de carácter global y público. Aquí es donde la necesidad se torna virtud empresarial, como lo descubren día con día numerosas corporaciones internacionales, aun aquellas que no están reguladas por los instrumentos de Protocolo de Kyoto.
El Economista Opinion : – – P47 –