Cuando Danna Araúz Bravo escuchó la noticia del devastador terremoto que azotó a Ecuador, sintió mucha pena y decidió hacer algo para ayudar a sus compatriotas. Fue a su cuarto, vio todos sus juguetes y pensó que cambiarlos por agua podría ser una gran manera de ayudar.
Danna es una niña ecuatoriana de 10 años que cursa sexto grado en el Liceo Cristiano de Guayaquil. Cuando tuvo la idea de ayudar a las víctimas del terremoto —que deja más de 650 muertos según cifras de Gestión de Riesgos de Ecuador — pensó en ir de casa en casa pidiendo agua, pero su abuela no se lo permitió. Sin embargo ella fue su cómplice para llevar a cabo otra de sus ideas para ayudar.
“Desde un principio ella recogió entre la familia arroz, ropa de las ñañas (hermanas), recogimos los peluches”, relata Nancy Barrezueta, abuela de Danna. “Ella insistió y yo le dije hagamos algo: pones unas mesitas, una sillita, un letrero y tus peluches fuera del local y los cambias allí… Pero nunca pensamos que este idea iba a ser tan bonita”.
Cuando empezaron, María Cristina Bravo Barrezueta, mamá de Danna, no sabía lo que su hija hacía, pero su abuela tuvo que decirle la verdad cuando el asunto se tornó más que serio.
“Yo tuve que llamar a la mamá y le dije: algo está pasando con tu hija”, relata Barrezueta.
-¿Sacó todos los peluches?– le preguntó la madre.
– Sí, los sacó – le confesó la abuela.
– ¿Y no quedó nada?
– Nada, tampoco los de la cuna.
– Déjela mamá, no se preocupe – la tranquilizó la madre.
Sólo el primer día Danna logró recolectar 38 galones de agua con unos 40 peluches, según le relató a CNN en Español. Pero el segundo día fueron 100 galones, y otros 100 el tercer día. Al final de esa primera semana pudo recolectar 400 galones de agua para enviarlos a los más necesitados. Una semana después sigue con esta misión desde el negocio de sus abuelos.
Pero la intención de Danna es mucho más grande.
“Aceptamos arroz, aceite, leche de los bebés, cosas que no se dañen rápido”, dice y explica que cuando se acabe esta crisis quiere seguir dando su ayuda a quienes lo necesiten.
“Yo creo que los niños también podemos ayudar. Podemos dar el dinero [que recojan vendiendo juguetes] a nuestros papás para apoyar o también podemos dar esa plata a los niños que tienen cáncer o que son huérfanos… a la gente pobre”.
Su misión ha impactado tanto que algunas personas de su comunidad se han unido a esta causa. No solamente varios niños y vecinos del sector han donado sus juguetes, sino también una panadería se ofreció a enviar comida a Manabi y el dueño de un camión dijo que su vehículo estaba disponible para transportar la ayuda humanitaria, según relató Danna.
«Todos podemos ayudar a los demás y ser solidarios desde cualquier edad que podamos», dice la pequeña.
“Se podrá imaginar cómo en una cosa tan pequeña nos hemos unido. Yo sé que hay fuerzas mucho más grandes”, dice Nancy Barrezueta, la abuela.
“Yo quiero hacer que todos los niños vengan aquí a ayudarme con peluchitos para regalarle a los niños que tienen cáncer o a los pobres”, agrega la niña y dice que está «requete feliz» por poder ayudar a quienes lo necesitan.
“Ella tocó el corazón de cada uno. Todas las personas del mundo tenemos un corazón noble pero con el diario trabajar a veces hacemos que se cierre esa puerta. Lo que ella ha hecho es tocar el timbre, nada más”, agrega la abuela de Danna.
Las ayudas que recogen las canalizan a través de organizaciones religiosas que llevan la ayuda humanitaria a las zonas devastadas.
Por lo pronto, Danna, que se ha convertido en un ejemplo de solidaridad y unión para los ecuatorianos, espera visitar sus compatriotas que sufren en Manabi en los próximos días y quiere seguir ayudando después de esta tragedia.
Fuente: CNN