Hace unos años, caminar en los Andes del norte de Ecuador, era toda una travesía puesto que estaba lleno de jambatos negros y había que tener cuidado de no pisarlos. Eso lo relata un científico español en una de sus crónicas de cuando exploró esa región a finales del siglo XIX.
Tanto como niños y adultos estaban a gusto con esos sapos de vientre anaranjado brillante y dorso negro azabache. Para los niños era un compañero de juego y para los adultos fue un método eficaz contra un cúmulo de enfermedades: servían para curarles el “espanto” a los pequeños, para tratar verrugas y erupciones cutáneas e incluso para aliviar el dolor de cabeza.
Hace 30 años comenzaron a desaparecer hasta el punto de declararlos extintos, pero hace unos meses, David Jailaca, un niño campesino de 10 años lo encontró en un pueblo a cinco horas al suroccidente de Quito.
Debido a su descubrimiento, los investigadores volvieron a la zona y rescataron a una colonia fundadora genéticamente viable de 45 individuos, y ahora, por primera vez, lograron reproducir a esta especie en cautiverio.
Este hecho es un paso para garantizar la supervivencia de la especie, quien está amenazada debido al cambio climático que el mundo está sufriendo, además de que hay una enfermedad provocada por el hongo quítrido que está aniquilando a los anfibios en todo el mundo.
El Centro Jamatu de Investigación y Conservación de Anfibios en Ecuador, ofreció una recompensa de 1,000 dólares en efectivo para quien encontrara al sapo perdido.
Esta recompensa se ofreció para crear conciencia sobre la desaparición de los anfibios, sin embargo encontrar al sapo, lo creían muy poco probable.
“Justo cuando habíamos perdido nuestras esperanzas, una familia campesina de un sitio remoto nos avisó que su niño había visto a la ranita” cuenta el investigador y director del centro, Luis A. Coloma.
“La primera vez que el y el cura del pueblo, quien había pasado el mensaje del centro a la comunidad, nos mandaron una foto donde vimos que no era. Pero el niño insistió en que la había visto y la segunda vez que nos enviaron la foto, vimos que sí era la especie que buscábamos”
David tiene 10 años y encontró a la especie declarada extinta junto con su hermano mayor en un campo de alfalfa al lado de su casa, así que él recibió el premio.
Con el premio, David pudo ayudar a su familia a mejorar las condiciones de su vivienda y además, pudo financiar los estudios de los niños.
El director del centro todavía no puede creer que la especia siga existiendo y que haya sido encontrada. Cuando llegaron al lugar, los investigadores hicieron un gran rescate, “en ese sitio están construyendo una carretera y se estaban muriendo todos los animales», dice.
«Había muchas amenazas en el lugar. Al analizar muchos de los ejemplares, descubrimos que muchos estaban contaminados con el hongo quítrido».
Después de que los científicos obtengan renacuajos en cautiverio, los introducirán en su hábitat, “la idea es incluir a la comunidad en los planes de conservación”.