Por: Tania Rabadán.
¿Es una corriente? ¿Una postura? ¿Solo se ha puesto de moda? ¿Es un pretexto que,
especialmente en vísperas del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, utilizan marcas,
empresas y corporaciones para lanzar campañas y ofrecer descuentos con la finalidad de enaltecer
el “orgullo y milagro” de ser mujer?
Hemos sido testigos durante años de como las mujeres, un grupo que representa el 49,7 por
ciento de la población mundial (cifra que, a mediados de noviembre de 2022, llegó a los 8,000
millones de personas, según datos de la ONU) y el 52% de la población en México (de acuerdo con
la encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, al cuarto trimestre de 2022, en México éramos en
total más de 128 millones personas, de ellas, 67 millones eran mujeres), es uno de los grupos
sociales menos considerado, más discriminado, desde la primera infancia hasta la edad adulta, y
que hoy por hoy, enarbola uno de los movimientos sociales más importantes desde el siglo pasado
y que tiene sus orígenes a partir del estallido de la Revolución Francesa.
Fue justo en ese Siglo de las Luces, que se mostraron en escena esas pensadoras pioneras que
ponían en jaque aquellas ideas e imposiciones que exacerbaban sus espíritus libres y voraces,
ávidos de libertad y presurosos de cumplir sueños; de vivir. En 1971, Olimpia de Gouges con su
“Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, afirmaba que los “derechos naturales
de la mujer estaban limitados por la tiranía del hombre, situación que debía ser reformada según
las leyes de la naturaleza y la razón”; en 1792 Mary Wollstonecraft escribía la “Vindicación de los
derechos de la mujer”, donde plasmaba demandas inusitadas e incluso distópicas para la época:
igualdad de derechos civiles, políticos, laborales, educativos y derecho al divorcio como libre
decisión de las partes.
Han pasado más de dos siglos y el tiempo no ha restado vigencia a las demandas de las mujeres;
seguimos hablando de derechos civiles, políticos, laborales, educativos; de derechos humanos, de
derechos legítimos. El tema es más actual de lo quisiéramos, pero tan invisible e incómodo que no
nos permite avanzar. Hoy el feminismo sigue dando comezón, sigue siendo un tema que molesta,
fastidia e incomoda… o todo lo contrario, se utiliza como pieza clave de discursos políticos,
portadas de libros, encabezados de periódicos, campañas de marketing, descuentos en tiendas. Y
la verdad es que son pocas las personas que entiendes qué es y por qué nos vienen a todes.
El 8 de marzo es un día bueno para desaprender y aprender sobre el feminismo, preguntarnos por
qué este movimiento tan nombrado, pero tan malentendido resulta benéfico y positivo para todas
y cada una de las voces que forman parte de una sociedad como la nuestra en donde la
desigualdad, la discriminación, la inequidad y la falta de oportunidades, provienen de un sistema
patriarcal que determina lo que mujeres y hombres debemos ser, que nos limita, porque origen es
destino, pero género también.
El feminismo busca reivindicar y resignificar la manera en cómo nos vemos, cómo nos vinculamos,
convivimos y coexistimos, es una lucha de las mujeres por alcanzar el reconocimiento de nuestros
derechos, para garantizar que tengamos las mismas oportunidades que los hombres en todas las
áreas de la vida (acceso a la educación, el empleo, la participación política y la toma de
decisiones); por deconstruir de roles de género, y con ello, eliminar la imposición de expectativas y limitaciones que nos permitan construir un mundo en el que las personas seamos libres de ser
quienes queramos, más allá de nuestro género.
El feminismo se ha determinado en eliminar todas las formas de discriminación basadas en el
género, incluyendo la discriminación en el lugar de trabajo, la discriminación salarial, la violencia
de género, el acoso sexual y la exclusión social, y su gran premisa es el empoderamiento de las
mujeres para que puedan tomar el control de sus propias vidas, tomar decisiones informadas
sobre su cuerpo y su salud, y desarrollar su potencial al máximo. Es una lucha de todas en las que
se participa cada vez más, se intenta entender mejor, pero se ignora todavía mucho.
No hay una palabra diferente para nombrar al feminismo, no hay un término que matice o suavice
la importancia y magnitud de lo que este movimiento, con su lucha, representa en ideas,
pensamientos, visiones, proyectos, acciones; y cualquiera que se nos ocurra, no es ni tiene que ver
con el feminismo. Más que un eufemismo, se me ocurren antónimos y antagónicos: apatía,
desinterés, ignorancia, pasividad; unirse desde la posición que nos corresponda es una
responsabilidad, y una necesidad imperante, en palabras de Simone de Beauvoir: «El feminismo es
una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente».
Sensibilización y educación: El feminismo trabaja para crear conciencia sobre las desigualdades de
género y para educar a las personas sobre la importancia de la igualdad de género y los derechos
de las mujeres. Esto incluye la promoción de la educación sobre el feminismo en las escuelas y en
la sociedad en general.
En resumen, el feminismo busca crear un mundo más justo y equitativo para todas las personas,
independientemente de su género, mediante la eliminación de la discriminación y la promoción de
la igualdad de género en todos los aspectos de la vida.
Es muy acertado en su conocimiento, comentarios y también en lo que queremos muchas mujeres y por lo que logramos si estamos unidas.