Hace años, en una conferencia del ya ido Lou Dorfsman, neoyorquino nato, creativo de la CBS y uno de los mejores diseñadores corporativos de la historia, le escuché contar una anécdota en donde decía que en alguna ocasión le habían ofrecido 5,000 dólares por diseñar una cajetilla de cigarros, a lo que él respondió
— No, señor, yo no hago diseño para productos así—
— Le ofrecemos 7,000, insistieron — Pero una vez más Lou se rehusó.
— Bueno, le ofrecemos 10,000
— OK — respondió Lou — ahora sí estamos hablando —
Por supuesto que contaba la anécdota como una broma y reiteraba que por supuesto no había aceptado, pero le gustaba contar su chiste sardónico para señalar que como profesionales nunca debemos prestar nuestros servicios en algo en lo que nuestra ética no esté en consonancia.
Me gusta trabajar de noche y mientras uso la computadora, acompañarme de la TV a la que esporádicamente le echo ojo; en ese horario, llueven anuncios de productos que cuando los veo me pregunto cómo existen mercadólogos y publicistas que se atreven a prestar sus servicios para marcas y empresas que se aprovechan de la ingenuidad del mexicano.
Plataformas que vibran y hacen temblar a mujeres con sobrepeso cual gelatinas mal cuajadas, prometiéndoles que les reducirán tallas sin hacer nada más que subirse; shampoos hechos de recetas legendarias que prometen hacer crecer el cabello como hiedra en alambrada; cremas que borran cicatrices o arrugas como si fueran Photoshop… y una tonga más que todos podríamos citar preguntándonos si de verdad existe una autoridad que regule estos timos.
No señor, yo no podría hacerlo… no tengo los cojones para robar así a la gente.
Cuando veo esos anuncios me acuerdo de Dorfsman, recuerdo la ética de la que hablaba y pienso que este mundo tiene mucha porquería como para todavía, sumarnos a ella. Para ser honesto, no recuerdo qué juré exactamente el día que me titulé, pero estoy seguro de que tenía algo que ver con servir a la sociedad y hacerlo con ética, un término muy manoseado, poco comprendido y mucho menos practicado; un término que tiene que ver con honestidad.
No solo hablo de los mercadológos y publicistas que hacen las campañas citadas, hablo de todas las profesiones; hablo del futbolista que finge faltas en un partido aún cuando juró jugar con fair play 15 minutos antes; hablo del taxista que adultera su taxímetro; hablo del empleado que roba unos minutos para llegar y otros para salir; hablo de CEOs y financieros que trasquilan los recursos de sus propios negocios; hablo del político que dejó hace mucho de ver por la sociedad y ahora vela solo por sus intereses; en fin, hablo de toda la podredumbre social que obra mal porque es más fácil ser transa que ético. Hablo de una sociedad en donde me cuesta mucho trabajo explicarles a mis hijos que deben caminar el camino recto aún cuando vean que muchos eligen los atajos… ¿por qué? porque eso es lo correcto.
Como diría Rudyard Kipling «Si puedes esperar y no cansarte de la espera; o si, siendo engañado, no respondes con engaños… Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!
Luis Maram
MBA, especializado en Marketing Digital, Luis Maram es asesor en temas de comunicación, mercadotecnia y RSE. Ha sido profesor y ponente en múltiples conferencias de marketing. Actualmente es Director de Marketing y Medios en Expok, coordinando la estrategia de contenidos de la empresa.
Su pasión por el multifacético fenómeno de la comunicación lo ha llevado a publicar en revistas y portales especializados de negocios como ISTMO del IPADE o WOBI. Actualmente escribe en ExpokNews y en su site sobre engagement marketing.