En medio de la sociedad de consumo, el individuo no se contenta con lo necesario, sino que tiene aspiraciones cada vez más grandes; y, cuando no alcanza lo deseado, se frustra, opina el pensador francés Gilles Lipovetsky.
En la era de la publicidad y las compras por Internet, señala, se consume a toda hora y en todas partes: en el metro, los aeropuertos, la estación de autobuses o trenes.
Por esta razón, señala, la actual sociedad de hiperconsumo es muy difícil, porque los pobres o los que no tienen mucho dinero viven una frustración que no existía antes.
El autor de El lujo eterno: de la era de lo sagrado al tiempo de las marcas asegura que la vida debe tener valor para el individuo por la creación, invención y progreso de sí mismo, la felicidad de hacer las cosas por sí mismo, de educar, de dar servicio a la gente, a la sociedad.
Una sociedad de consumo permite crecimiento en el nivel de vida, da apertura de mundo a través de imágenes, información, viajes; permite que la salud mejore, que tengamos mejor calidad de existencia.
Da gran satisfacción en el ámbito privado, pero al mismo tiempo hay que reconocer el peligro, y el peligro en nuestra sociedad es el lugar «excesivo» que ocupa el consumo.
Reforma, Suplemento El Ángel, p. 5, Domingo 05 de octubre de 2008