El mundo antes de COVID-19 luce muy atractivo en este momento. A la luz de la enfermedad, el desempleo masivo y el distanciamiento social, el retorno a la normalidad prepandémica parece agradable, sin embargo, debemos recordar lo que era la normalidad.
¿Cómo era la vieja normalidad?
Armida Salsiah Alisjahbana(1) e Inger Andersen(2), altas funcionarias de la ONU, comentaron en IPS News que lo normal era obtener el 85% de nuestra energía de combustibles fósiles y perder 7 millones de personas al año por la contaminación del aire.
Lo normal era que la temperatura mundial aumentara más de 3.5 °C para finales de siglo y que las naciones insulares se enfrentaran a la extinción. Lo normal era que una de cada ocho especies estuviera en peligro de desaparecer, que los espacios salvajes se redujeran cada vez más y que el comercio ilegal de vida salvaje fuera desenfrenado.
Lo normal contribuyó a causar esta pandemia
También debemos recordar que los efectos de COVID-19 sobre la salud, el empleo y las economías son simplemente una versión rápida de lo que se pronostica que traerá el cambio climático y que en algunos lugares ya lo ha hecho. A menos que aspiremos a una mejor normalidad con la recuperación, estamos tratando el síntoma, no la enfermedad. Debemos reconstruir mejor que antes.
La nueva normalidad
Muchos gobiernos están preparando paquetes de estímulo y ayuda para apoyar la recuperación de COVID-19. Se introducirán billones de dólares en la economía de toda Asia y el Pacífico. Estas medidas de estímulo deberían ayudarnos a lograr una normalidad mejor, una normalidad más ecológica y equitativa.
¿Cómo?
Una encuesta reciente realizada entre 230 economistas de 53 países sugiere que las medidas de estímulo ecológicas e inocuas para el clima son las mejores opciones para la recuperación económica, ya que ofrecen los mayores multiplicadores económicos a corto y largo plazo.
Incluso antes de la pandemia, las Naciones Unidas determinaron que la acción climática podría desencadenar beneficios económicos por valor de 26 billones de dólares para el año 2030, la creación de más de 65 millones de nuevos puestos de trabajo y evitar 700.000 muertes prematuras por la contaminación del aire.
Construcción
A los gobiernos no les faltan opciones cuando se trata de dirigir un paquete de estímulos ecológico y equitativo; pueden ofrecer apoyo a la industria de la construcción para desarrollar edificios de energía eficiente y cero energía; se trata de un sector con un alto nivel de empleo y las inversiones pueden realizarse rápidamente.
Movilidad y comunicación
Puede ser tentador aumentar los fondos para infraestructuras como las carreteras, pero esa financiación puede destinarse a sistemas de transporte público mejorados y más ecológicos para prestar servicios a más personas. Una mayor capacidad de transporte público reducirá la carga de las carreteras y disminuirá la contaminación atmosférica y las emisiones. El cierre ha demostrado que es posible apoyarse más en la tecnología de la información para descentralizar las operaciones comerciales, reduciendo el tiempo perdido y el carbono producido en los desplazamientos y los viajes. Los gobiernos deberían considerar ahora la posibilidad de ofrecer incentivos a las empresas que inviertan en soluciones así para sus operaciones.
Muchas industrias buscarán rescates para recuperarse. No hay tiempo como el presente para que los gobiernos incluyan términos que requieran que las compañías trabajen hacia la neutralidad climática. Se debería pedir a las aerolíneas apoyadas por los gobiernos que asuman compromisos más firmes y tomen medidas más audaces para reducir las emisiones, lo que será necesario de todos modos para que la industria garantice la sostenibilidad a largo plazo y el empleo para los millones de personas que dependen de ella. El ejemplo lo están dando los gobiernos que han hecho que su apoyo dependa de objetivos de eficiencia energética y de la transferencia de los vuelos de corta distancia al ferrocarril.
Los rescates a la industria automotriz pueden ser dirigidos a inversiones en la producción de vehículos eléctricos, baterías y tecnología de eficiencia. Donde los rescates no deben ocurrir es en el sector de los combustibles fósiles. Los países asiáticos en desarrollo representan casi un tercio de los subsidios mundiales a los combustibles fósiles.
El fin de la economía basada en carbón
El período de recuperación de COVID-19 es el momento adecuado para poner fin a estos subsidios y asegurar que no haya nuevas inversiones en el carbón. Los ahorros de los gobiernos pueden apoyar las inversiones en áreas como la salud pública y la energía renovable. Esta es una respuesta a la pregunta ¿de dónde vendrá el dinero del estímulo?
En toda Asia y el Pacífico, los gobiernos disponen de escasos recursos financieros para aplicar medidas de recuperación al nivel necesario. Esto pone de relieve que los recursos existentes deben destinarse a las políticas con mayores multiplicadores económicos. También implica que la búsqueda de ingresos adicionales será una prioridad.
Poner un precio a las emisiones de carbono y reformar los subsidios a la agricultura y los combustibles fósiles puede ser especialmente eficaz con los precios del petróleo en mínimos históricos, cuando el impacto social de la eliminación de los subsidios será menor. Medidas como los impuestos adoptados para los vehículos con alto contenido de carbono y descuentos a los vehículos con bajo contenido de carbono incentivan el transporte más ecológico y las mejoras de la eficiencia energética ofrecen más opciones para aumentar los ingresos.
Los bonos verdes también pueden financiar proyectos de eficiencia energética y de energía renovable. Fuera de China, Japón y la República de Corea, los bonos verdes son escasos en la región. Ahora es el momento de capitalizar una idea probada para apoyar una recuperación sostenible y resistente de COVID-19.
COVID-19 es un mensaje de la naturaleza. También lo es la actual crisis climática. Lo normal no está funcionando. Tenemos que reconstruir mejor.
Definitivamente. La normalidad supuso la extinción de los ecosistemas, supone un modelo agropecuario insostenible e inviable, así como la depredación de los recursos. Ojalá y esta sea tomada como advertencia para iniciar una lucha seria y sostenida contra el cambio climático, y en favor de los pueblos y comunidades rurales.
Alfonso Esteban López Hernández. 2o. Semestre Planificación para el Desarrollo Agropecuario.
FES Aragón UNAM
Excelente publicación!