Cada vez es más común escuchar la frase «responsabilidad social» en diversos ámbitos de nuestra vida. Concepto de estudio y de reflexión en las escuelas, la responsabilidad social es ya elemento cotidiano del lenguaje empresarial y de negocios. Pero, ¿tenemos claro su significado?, ¿identificamos con precisión las áreas con las que el término se relaciona?
Aquellas acciones y aquellas omisiones que generan un impacto en el medio ambiente y en la sociedad, definen la responsabilidad social de cada individuo y de cada organización. Dichas acciones suelen traer consigo una valoración positiva o una calificación negativa por parte de la comunidad. En este contexto, las áreas relacionadas son extensas: desde la sociología hasta la economía y la ecología, pasando por los entornos laboral y administrativo en los procesos de producción.
La íntima relación entre sociedad, economía y naturaleza (hoy conocida como sustentabilidad, en el ámbito del desarrollo) nos proporciona el telón de fondo para ubicar de manera más precisa la responsabilidad social.
Para frenar la irresponsabilidad social, el trinomio producción, distribución y consumo debió realizar una profunda reestructuración conceptual, reformular todos y cada uno de sus postulados, remodelar todas y cada una de sus teorías, vivir una nueva manera de ser. Así, a partir de los años 60 y de manera paulatina, han sido incorporados mecanismos de adaptación a los nuevos requerimientos sodales de responsabilidad: sustitución de combustibles y materias primas, optimación de procesos productivos, reducción de consumo de agua y de energía, aplicación de sistemas para el adecuado manejo de los residuos sólidos, disminución de emisiones contaminantes a la atmósfera, al agua y al suelo; programas de capacitación y flexibilización laboral, sensibilización e incorporación de los integrantes de las organizaciones a los procesos y, por supuesto, una impostergable valoración e inserción del capital humano como activo medular de las
organizaciones en los nuevos esquemas administrativos .
La responsabilidad social no puede limitarse a los ámbitos de la economía y del medioambiente. Es necesario ampliar el concepto a lo más humano de la realidad: las personas. Cada uno de nosotros, mujeres y hombres, tenemos derecho a trabajos dignos y mejor remunerados, tenemos derecho a conservarlos ya alcanzar con ellos niveles más altos de bienestar. Todas las niñas y todos los niños deben ser protegidos contra la enfermedad, el hambre, el abuso y la explotación.
Todas las mujeres deben ejercer sus derechos, y sus gobiernos deben garantizarlos. Todos los ancianos deben transitar su edad con dignidad y con absoluta seguridad. Es decir, hoy tenemos claro que el beneficiario principal de la responsabilidad social debe ser el individuo. Por tanto, las organizaciones, las instituciones y los gobiernos deben esforzarse por la correcta aplicación de sus respectivos procesos.
La responsabilidad social ha dejado de ser un esfuerzo (sincero o fingido) de sensibilización y de acción empresarial e institucional, para convertirse en un valor universal: más de ochenta países se han sumado a la aventura de construir una norma de aplicación voluntaria (ISO 26000)\ establecida sobre siete materias fundamentales:
– Derechos Humanos
– Buenas Prácticas Laborales
– Medioambiente
– Prácticas Justas de Operación
– Consumo Responsable
– Desarrollo e Involucramienlo con la Comunidad
– Gobierno
Ventana EBC No. 62
Abril-Mayo 2013