En mis dos anteriores comentarios señalaba algunas de las contribuciones que, en mi opinión, la CV hace al debate sobre la empresa. Básicamente ponía de relieve la interpelación que supone la llamada a nuevos modos de entender la empresa, la invitación a expresar claramente preferencias entre diversos modelos de empresa posibles, y la insistencia en tener el bien común como marco de referencia.
También apuntaba que la CV realizaba una aproximación pobre y limitada a la RSE. En esta nota voy a subrayar que como la CV toma nota, de manera desigual, del nuevo contexto económico y social, y como esta constatación debería hacer replantear mucho más a fondo alguno de sus planteamientos más generalistas, porque en su discurso parece dar por supuesto que sobreviven sin problemas sea cual sea el contexto en el que presenten. Y dejo para una entrada posterior algunas notas sobre las limitaciones -algunas de notable calibre- que me parece que arrastra la CV.
3. La empresa y el bien común en un contexto de globalización.
La referencia de la CV para valorar a la empresa y a las prácticas empresariales es, ya lo hemos dicho, el bien común. Pero esta referencia, constante en la historia de la DS, requiere una revisión sustantiva en el contexto actual. Lo curioso es que la CV es consciente del impacto que supone en todos los sentidos el contexto actual, pero sin llegar a explorar a fondo las consecuencias que esto tiene para su propio discurso.
Efectivamente, la CV plantea con toda claridad el reto del bien común, y lo hace en el contexto de la realidad actual, que tiene como referencia la globalización. Pero, en contra de lo que parece suponer la CV, afirmar la referencia al bien común no siempre arrastra de manera obvia su significado. Hablar de bien común requiere siempre aclararse sobre sus dos componentes: cuál es la comunidad del bien, y cuál es el bien de esta comunidad. La cuestión no es baladí, porque aclarar estos dos puntos es crucial para la asignación de responsabilidades: quién se hace responsable, de qué y en qué marco institucional. Y, si el contexto es la globalización, esto resulta imprescindible para poder construir un discurso ético sobre la empresa.
En un contexto estatal (o nacional) parece que el primer componente (la comunidad del bien) es más obvio, lo que facilita la indagación sobre el segundo (el bien de la comunidad); y, consiguientemente, la ubicación de la empresa en este marco de referencia. Esto no parece ni tan fácil ni tan obvio si hablamos de las empresas en un contexto de globalización En este sentido, en la medida que toda encíclica es una articulación de materiales previos que a veces muestra las costuras que los han unido, me atrevería a decir que la CV oscila entre aproximaciones más propias del siglo XX y afirmaciones más propias del siglo XXI para plantear el nuevo papel de la empresa en el contexto de la globalización. Sería propio del siglo XX todo el material de la CV que parte del supuesto de una clara división de esferas –entre economía y política por ejemplo-, y los planteamientos que parten del supuesto de la existencia de planteamientos ideológicos omnicomprensivos de la vida social y económica que funcionan como marco de referencia (algo difícil de asumir en estos momentos, pero que a veces parece que la DS necesita para sus ejercicios de esgrima). En estos planteamientos propios del siglo XX se sitúa la tradicional insistencia en que la Iglesia no ofrece soluciones técnicas, que es un clásico de la DS cuando la ponen contra las cuerdas ante situaciones concretas, pero que debería matizarse sustancialmente a la luz de su propio discurso sobre la necesidad de establecer preferencias. En este sentido, me parece que todavía subsiste como especialidad de la casa un intento de proteger al propio discurso moral a partir de lo que denominaré un exceso de abstracción, que conlleva que a veces transmita al lector no tan solo la sensación de no concreción, sino la de no querer arriesgarse a concretar; actitud acompañada, a la vez, por una postura y un tono que –por decirlo de manera simplificada- permiten juzgarlo todo sin involucrarse plenamente en nada.
Y a la vez, por otra parte, se da en la CV una clara conciencia de los nuevos retos de la globalización («el estallido de la interdependencia planetaria», CV, 33), que propician en su propio discurso elaboraciones importantes respecto los planteamientos del siglo XX, y que ya son más propias del siglo XXI. Señalemos un par de ellas: en primer lugar, la importancia que atribuye a afrontar lo que podemos denominar los retos de la gobernanza (y la difuminación de las fronteras entre los ámbitos de la vida social); y en segundo lugar una aproximación a la responsabilidad que, afortunadamente, ya no se plantea únicamente desde la clave causa-efecto sino desde la perspectiva de la interdependencia.
El hilo conductor del primer punto (el reto de la gobernanza) se sitúa en el aviso de que debe evitarse que la lógica mercantil se amplíe a todos los ámbitos y colonice la manera de solucionar los problemas sociales (CV, 36). Una vez más insiste en que «la actividad económica […] debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política» (CV 36, subrayado en el original). En esta dirección se sitúan, por ejemplo, la afirmación de la diversidad de los tipos de empresa a la que ya me he referido; el riesgo del reduccionismo de la globalización a lo económico y a la vez la necesidad de civilizar a la economía y al mercado; el reconocimiento de que los modelos de competitividad se vinculan y se realizan en la diversidad de culturas, y que deben tenerlas en cuenta.
Pero a partir de ahí la referencia que adopta la CV ya no se reduce al tradicional binomio entre política y economía (y no solo no se reduce a él: incluso lo cuestiona), y se introduce en una aproximación más compleja al pluralismo, con la afirmación de que tanto la iniciativa empresarial como la autoridad política deben asumir un significado polivalente (CV, 41). Dicha polivalencia debe apuntar a formas de colaboración y responsabilidad compartida entre sectores, sin que ninguno de ellos pierda su especificidad, y debe permitir la incorporación de otro tipo de entidades (y no sólo las políticas y económicas) trabajando por objetivos comunes: se abre la puerta, pues, a un enfoque de la gobernanza más relacional que jerárquico. De ahí que se hable del gobierno de globalización (a no confundir con un gobierno global: la gobernanza es un proceso que involucra a diversos actores, no la creación de un actor de mayor volumen que los preexistentes). Al gobierno de la globalización se le aplica otra vez el criterio clásico de la DS del principio de subsidiariedad (CV, 57)… lo que plantea un nuevo reto, en la medida que requerirá la elaboración de otro modelo de comprensión de la subsidiariedad, puesto que no se puede concebir de la misma manera la subidiariedad en el marco intra-estatal, que como respuesta a la necesidad de gobernar la globalización. En cualquier caso esta problemática está directamente vinculada a la interpelación sobre los nuevos modos de entender a la empresa, puesto que la respuesta pasarán también por si se considera a la empresa un actor económico y social en la clave de los problemas del siglo XX (relación con el gobierno) o del siglo XXI (relación con la gobernanza).
La respuesta que se dé a estas cuestiones que la CV apunta claramente marcarán decisivamente el modo de entender no sólo a la empresa, sino también su relación con el bien común. En toda esta temática, pues, la CV más que resolver la cuestión se abre a nuevos planteamientos… se abre tanto que los deja abiertos, incluso para su propio discurso doctrinal.
Pero precisamente por ello nos deja planteada la interpelación sobre la referencia al contexto desde el que se piensa la RSE y, por extensión a la empresa. Porque cabe añadir que también existe una RSE anclada en el siglo XX, que no cabe confundir con la RSE propia del siglo XXI. Y la diferencia entre ambas pasa, en buena parte, por la misma divisoria de concepciones que atraviesa a la CV.
El hilo conductor del segundo punto (una concepción de la responsabilidad ya no únicamente desde el binomio causa-efecto sino desde la perspectiva de la interdependencia) nos lleva a la asunción del reto de la sostenibilidad. Cabría preguntarse si las afirmaciones de la CV sobre la necesidad de civilizar al mercado y subordinar la economía al bien común no deberían vincularse a la importancia que da la CV al cuestión ambiental.
La CV no lo hace explícitamente, pero por mi parte considero que apunta a que uno de los rostros contemporáneos del bien común en un mundo globalizado es el reto de la sostenibilidad (en la medida, por supuesto, que abarca un campo mucho más amplio que lo meramente ambiental), lo que a su vez tiene consecuencias también en lo que se refiere al modo de entender la empresa.
La CV toma una postura explícita respecto a la cuestión ambiental considerada en sí misma que es clave en el debate contemporáneo y que afectará también a la comprensión de lo económico y lo empresarial. La CV plantea el reto ambiental no como algo que se sostiene por si mismo de manera autosuficiente y tampoco se limita a una aproximación a la sostenibilidad y al ambientalismo que las considere como ideologías sustitutivas de las del siglo XX, sino que plantea el reto lo ambiental en clave antropológica y social (y también en clave teológica en relación con el pluralismo religioso, pero esto no es lo que estamos considerando ahora). La confusión entre sostenibilidad y fundamentalismo ecologista es uno de los grandes debates pendientes de nuestro tiempo, debate bloqueado por una mezcla entre lo políticamente correcto y la creencia de que hay discursos que tienen por si solos superioridad moral sobre los demás.
Por su parte, la CV apunta a repensar la antropología y lo social integrando la cuestión ambiental («el modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a si mismo, y viceversa. […] cuando se respeta la ecología humana en la sociedad también la ecología ambiental se beneficia», CV, 51). Así pues, no solo hay que gobernar responsablemente la globalización, sino también la naturaleza (CV, 50).
Y hemos de tener en cuenta que en buena parte de la CV este «gobernar» ya no se sitúa solo en el ámbito de lo político, sino que se abre al terreno de las responsabilidades compartidas… compartidas también por parte de la empresa. Lo que conlleva que, desde la aproximación que se inicia en la CV, difícilmente podrá darse un nuevo modo de entender la empresa si no incorpora de manera intrínseca su contribución a dar una respuesta al reto ambiental… y si no se plantea de manera explícita y directa su involucración en el reto de la gobernanza, especialmente cuando se trata de grandes corporaciones.
Pero, añado por mi parte, esto no será posible si el discurso sobre la responsabilidad continua subordinado al binomio causa-efecto (tanto si lo hace en clave unidireccional como bidireccional) y no se inscribe claramente en una comprensión de la responsabilidad desde la perspectiva de la interdependencia.
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Josep M. Lozano
Profesor del Departamento de Ciencias Sociales e investigador senior en RSE en el Instituto de Innovación Social de ESADE (URL). Sus áreas de interés son: la RSE y la ética empresarial; valores y liderazgos en las organizaciones; y espiritualidad, calidad humana y gestión. Ha publicado sus investigaciones académicas en diversos journals. Su último libro es La empresa ciudadana como empresa responsable y sostenible (Trotta) Otros de sus libros son: Ética y empresa (Trotta); Los gobiernos y la responsabilidad social de la empresa (Granica); Tras la RSE. La responsabilidad social de la empresa en España vista por sus actores (Granica) y Persona, empresa y sociedad (Infonomía).
Ha ganado diversos premios por sus publicaciones. Fue reconocido como Highly commended runner-up en el Faculty Pionner Award concedido por la European Academy of Business in Society i el Aspen Institute. Ha sido miembro de la Comissió per al debat sobre els valors de la Generalitat; del Foro de Expertos en RSE del MTAS; del Consejo Asesor de la Conferencia Interamericana sobre RSE del BID; y de la Taskforce for the Principles for Responsible Business Education del UN Global Compact. En su página web mantiene activo un blog que lleva por título Persona, Empresa y Sociedad
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